Las gotas de lluvia caen tímidamente contra mi cuerpo. La lluvia arrecia y el viento hace que caigan con más determinación. Abro los ojos poco a poco, el dolor de cabeza es insoportable. Estoy sobre las escaleras de la entrada principal. ¿Estoy despierta? Echo un vistazo a mi alrededor, como recordaba, solo está aparcado mi coche. ¿Entonces, se ha ido de verdad? Observo mis manos con detenimiento, vuelve a ser mi piel, suave, sin pelo. Pero algo no tiene sentido, al fijarme bien en el resto de mi cuerpo me doy cuenta de que estoy totalmente desnuda bajo la tormenta. ¿Cómo es posible? ¿Habrá ocurrido de verdad? Observo el jardín y, para mi sorpresa, tengo la misma visión que en el sueño. No importancia la distancia a la que se encuentren las cosas, puedo verlas con total nitidez. Los olores también son como en el sueño, tienen color y forma propia. ¿En qué me he convertido? Entro a trompicones en el interior de la casa y voy directa a la ducha. Las gatas no vienen a recibirme, me observan asustadas desde la distancia. Decido no darle importancia y corro hasta el plato de ducha. Abro el grifo y comienzo a enjabonarme. El agua que cae desde lo alto de mi cabeza sale marrón, llena de trozos de hoja, barro y pequeñas ramas secas. El corazón se me acelera y me tumbo sobre la porcelana de la ducha. Abrazo las rodillas con las manos y trato de calmarme. ¿Me estaré volviendo loca? Estas cosas no suceden en la vida real, tan solo en los libros y la televisión. ¿Cómo puede ser posible? Escucho perfectamente como mi móvil suena en el piso de abajo con tanta claridad como las gotas que rompen contra la porcelana. Me quito la suciedad frotando con fuerza hasta dejar la piel enrojecida, me visto con ropa de verano y bajo las escaleras hasta llegar al sofá del salón. Ni rastro de las gatas. Tengo varias llamadas perdidas en el móvil, todas se Santi. Sonrío. Él siempre es mi constante, mi bálsamo. Abro el whatsapp y empiezo a escribir pero después del saludo ya no sé qué más poner. No puedo contarle esto, creerá que estoy perdiendo la cabeza. Marco su número de teléfono y dejo que las cosas surjan por sí mismas.
- ¿Sabes cuantas veces te he llamado? – Dice al otro lado del teléfono.
- Salí a dar un paseo, necesitaba calmarme. – Intento tranquilizarle.
- Todo por culpa de ese imbécil. Haz la mochila, no quiero que estés sola ahí más tiempo.
- No sé si será buena idea… - Digo pensando en todo lo que me está ocurriendo.
- ¿Sabes que ese cabrón me ha llamado para decirme que se largaba verdad? Se entromete en nuestra relación, te ataca, le da por el culo que acabes intentando suicidarte y encima se larga sin saber dónde estás.
- Escucha, es lo mejor. Ahora está definitivamente fuera de nuestras vidas. Haré la mochila.
- Mis padres estarán fuera toda la semana, trae todo lo que necesites.
Suspiro de alivio. Quizá en su casa las piezas vuelvan poco a poco a su lugar.
- Ahora mismo lo hago.
- Salgo ya para ahí, tardaré media hora. Te quiero.
- Yo más.
Puedo sentir como sonríe y cuelga la llamada. Me dejo caer sobre el respaldo del sofá. Mi aroma tiene un tono amarillo, casi dorado. Huele a flores, rosas quizá. Ellos no olían de esa manera, el chico me recordaba a la canela en rama y ella a mar, agua salada. Quizá no sean las comparaciones más acertadas, pero es la única forma posible de describirlo. Podría reconocerles en cualquier parte, es extraño. Incluso aquí, en mi propia casa, todo tiene su propio olor, mezclado con el mío. Aprovecho la media hora que tengo por delante para tratar de controlar lo que soy capaz de hacer. Cierro los ojos e inspiro profundamente. Me concentro en ignorar el perfume de lo que me rodea. Aspiro y expiro, concentrándome muy lentamente. Cruzo las piernas y dejo la mente en blanco. Entro en una especie de trance, algo inexplicable. Me veo a mi misma, de pie, en medio del bosque empapada en sangre. Apenas se puede ver el color de mi piel y los ojos me brillan como luciérnagas. Todo está negro alrededor.
- Sólo él puede salvarte. Tienes que mantener tu equilibrio o todos caerán contigo. – Me dice mi cuerpo.
Quiero articular palabras, preguntarle cosas pero no puedo moverme. No sé si la sangre es mía, no puedo distinguir nada. Lanzo un grito ahogado y recobro la consciencia. ¿Qué cojones me está pasando? Abro la caja con mi medicación y me tomo las pastillas de golpe, sin agua. Puede que sea la ansiedad, tiene que ser eso. Me froto la cara y me doy cuenta de que la piel me arde. Esto es una completa locura. Quizá si leo sobre el tema consiga sacar algo en claro. Pero, que voy a leer ¿Crepúsculo? ¿Crónicas vampíricas? De verdad que soy idiota. Los únicos que pueden tener respuestas reales son esos dos de anoche. Christian y la loba roja de ojos amarillos. Podría salir a buscarles pero no sé si son de confianza, ellos me han hecho esto. Voy a por la Tablet y descargo todos los pdf que encuentro sobre leyendas, mitología y algo que me llama mucho la atención, el bestiario de Aberdeen. En total tengo cerca de diez libros, la mitad del siglo pasado y el resto son interpretaciones escritas por catedráticos aún vivos. Puede que sea un buen punto de partida. Al menos he conseguido percibir los olores cuando yo quiero, verlos y sentirlos de forma constante me iba a volver loca. Meto ropa liviana en la mochila, el calor que desprende mi cuerpo no me permitiría soportar mucho más. Guardo la Tablet en su funda y bajo la mochila al piso de abajo. La velocidad con la que me desenvuelvo ahora es pasmosa. He hecho todo en menos de cinco minutos y siento una energía inagotable en lo más profundo de mi cuerpo. Aparto la cortina para ver el monte donde ocurrió todo. Está lloviendo, como ayer. La tierra estará húmeda y quizá ellos vuelvan a aparecer pero, por suerte, yo estaré lejos esta vez. En las afueras de otra ciudad, el lugar donde nací. El sonido de ruedas frenando bruscamente contra el camino capta mi atención. Solo han pasado cinco minutos, no puede ser Santi. Escucho los pasos claramente y la puerta se abre de par en par.
- Hola, Kira. – Dice él.
- Creí que te habías ido Jeyden. De hecho, contaba con que te hubieras ido para siempre.
- No, solo quedé con unos amigos en la ciudad. – Dice despreocupado.
- Santi viene a buscarme, me voy a pasar una semana con él. ¿Te encargarás de los animales?
Su mirada de odio me atraviesa por completo. Siento una rabia visceral contra él, un sentimiento que hasta ahora había podido controlar. Pero ahora no, no quiero.
- Kira… Tus ojos… - Dice asustado.
De mi garganta sale un gruñido gutural, desgarrador, Tan intenso que, durante un instante, yo misma siento miedo. Miedo del poder que se esconde dentro de mí.
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