Era un día de primavera y estaba en la casa de una de mi mejor amiga. Ambas hablábamos de nuestros asuntos cuando, de pronto, llegaron cuatro compañeros suyos de clase: tres chicas y un chico.
Hicimos todos juntos el trabajo que debían hacer ellos cinco y, como terminamos pronto, nos pasamos dos horas hablando. Sonó otra vez el timbre. Alba y yo fuimos a abrir la puerta. Cuál fue nuestra sorpresa cuando, al abrirla, tuvimos a un chico guapísimo preguntando por nosotras.
Él era alto, moreno, con la tez ligeramente oscura y ojos azules como el cielo en un día de invierno despejado. Llevaba ropa negra, y algunas armas y runas dibujadas que sólo nosotras pudimos ver, de algún modo, pues los demás no podían ver ni las armas ni las runas marcadas en su piel. Alba y yo reconocimos enseguida las runas y se lo dijimos. Se presentó y pidió permiso para entrar.
Los tres nos fuimos a una habitación aparte para que los compañeros de Alba no nos escucharan. Alec Lightwood, ese chico de ojos del color del hielo, comenzó su relato:
-Uuuhhh, no sé cómo empezar, así que iré directo al grano: hay una invasión demoníaca y nosotros necesitamos que vosotros, los mundanos, nos ayudéis. De momento, no hemos conseguido que nadie nos haga caso y la verdad es que esto empieza a ser grave. Es urgente la ayuda mundana.
Era verdad que últimamente había habido más muertes y catástrofes en el mundo. Por supuesto, nosotras dos, junto con otra amiga nuestra también admiradora de los libros de Cassandra Clare, hacíamos bromas sobre demonios y otras criaturas del submundo acechando nuestro mundo. ¡Qué ilusas!
Lo malo de ser como nosotras es que, al ser telépatas y precognitivas las dos, tenemos tal conexión que, a veces, parecemos "parabatai", según Alec, y que, como ambas creemos en el submundo y en criaturas extraordinarias, éramos las únicas que podíamos ayudar a los subterráneos y cazadores de sombras a "salvar el mundo". Por suerte para nuestro nuevo compañero, las dos coincidimos en que debíamos ayudar a parar la oleada de crímenes que empezaba a haber, antes de que fuera demasiado tarde.
Y así lo hicimos. Ambas nos vestimos con los ropajes oscuros de los nefilim, se nos otorgaron armas y, a pesar del dolor que sentimos, se nos pusieron las runas angelicales. Clary Fray se encargó de dibujarnos una en la frente que no reconocimos. Ella nos dijo que era la Marca de Caín. Según las escrituras sagradas, aquel que osara dañar a alguien que tuviera la Marca, recibiría el mismo daño siete veces mayor. Por lo tanto, era "mejor que nadie intente matarnos, o morirá en el intento", palabras de Jace Wayland.
Antes de la batalla, fui a relajarme al sitio de siempre: una alta y ancha torre metálica que contenía más de mil barras de madera que funcionaban como posaderos para las aves que allí había. Les llevé comida a los búhos de La Torre y luego me quedé apoyada contra la puerta, observando a todas y cada una de las aves. Me fijé en una que no había visto antes y comprendí qué era.
Los búhos son un buen augurio y representan la sabiduría. En cambio las lechuzas tienen un significado muy diferente: son un mal augurio. Y así fue. Al ver una lechuza, me empezó a entrar un terrible miedo. Dentro de la cilíndrica torre empezó a haber un gran revuelo de plumas y el ruido se hizo insoportable.
Justo a tiempo vino Alec y me sacó de allí. Entonces nos dirigimos al que seria el campo de batalla. De nuestro bando, sólo había unos pocos cazadores. Éramos doce, si nos contaban a nosotras dos. Ellos parecían tranquilos, incluso algunos hacían bromas. Alba y yo estábamos temblando de miedo pues era nuestra primera batalla.
En el bando enemigo había, como mínimo, un centenar de demonios. Algunos de nuestros rivales eran tan poderosos que Jace y Alec pidieron ayuda a otra pareja de parabatai para matar a los invasores. Nosotras dos debíamos encargarnos de los más pequeños y débiles. Así pues, empezó la carnicería. Por suerte, a nuestro lado se unieron licántropos y vampiros para igualar las fuerzas.
De pronto, el cielo se tiñó de un color anaranjado, casi rojizo. O al menos esa fue la sensación que tuve. Más tarde, se unieron a nosotros los magos y sólo entonces la balanza se desequilibró en nuestro favor y terminamos ganando la batalla. "¡Al fin se ha terminado la pesadilla!" pensamos algunos. Pero nos equivocamos.
Los demonios mayores nos enviaron a un beemoth gigante, con características que cualquier otra criatura de esa especie no tenía. Estuvimos a punto de morir todos, si no hubiera sido porque a mitad de la lucha, los cazadores de sombras nos pidieron a nosotras dos la misión de invocar a un ángel. Lo logramos justo a tiempo. Ambas nos habíamos puesto nuestros llamadores de ángeles. Apareció el arcángel Miguel, hermano mayor de Raziel, "creador" de los nefilim.
Miguel y el beemoth lucharon sin cuartel y, al final, ganó Miguel, con ayuda de vampiros, licántropos, magos y cazadores. Todos unidos contra una amenaza mayor.
Los habitantes del submundo, sin contar las hadas, quienes no habían participado en la lucha, nos reconocieron el mérito a las dos "mundanas", que "se han convertido en una verdadera ayuda contra los demonios y que ahora son dos luchadoras formidables" según ellos. Así fuimos reconocidas por todo el mundo y nos respetaron siempre. Ya ninguno de ellos nos tomó más por unas simples humanas.
Estábamos en la fiesta de celebración por la victoria conseguida cuando sonó el despertador. Por culpa del aparato nunca supe qué me dijo Alaric, el segundo al mando de la manada de licántropos de Nueva York. Es una pena.
Nota de la autora: bueeeeeno, ha sido un largo camino hasta aquí. x'D Ok, estoy de broma. Para aquellos que no conozcáis los libros de Cassandra Clare ni ninguno de los personajes mencionados: os recomiendo leer esos libros. ¡Son geniales! Pero si no los habéis leído o estáis en el proceso, no os preocupéis. No hay spoilers aquí.
Me encantaría pasarme un rato hablando de libros ahora mismo, pero no puedo (maldita falta de tiempo) y seguro que me haría pesada :D Así que mejor voy a seguir con mi trabajo de la universidad. ¡Uugghh! ¡¡Detesto con toda mi alma los trabajos en grupo!! Especialmente aquellos en los que sólo trabaja uno y los demás pasan de todo. Y si, para colmar la tarta con la guinda, te llevas mal con tus compañeros... apaga y vayámonos. En fin, no tiene remedio quejarse, y es mucho más provechoso hacer el trabajo que quejarse.
Ah! Antes de que me olvide, las próximas historias se van haciendo cada vez más y más largas. Por eso propongo cortarlas y ponerlas en varios episodios. Comentadme por favor si os va mejor leer capítulos más largos, pero que empiece y acabe la misma historia; o varios capítulos con la continuación de la historia en cuestión. También habrá más diálogos, o eso creo. Hehe, gracias por vuestra paciencia y bienvenidos los nuevos subscriptores.
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