Al cabo de un rato que para mí resulta eterno, su cuerpo sale del portal de la casa de mis padres, envuelto en una hermosa espiral dorada. Puedo olerle desde aquí, como un enorme ramo de rosas pegado a mi nariz. El perfume me calma en lo más oscuro y profundo de mí ser. Abro el espejo del coche y veo que, rápidamente, mis ojos dejan de brillar. Suspiro aliviada. Cuando abre la puerta del hyundai sonrío, hacía mucho tiempo que no podíamos ser tan solo nosotros, en paz.
- No quería despertarte. – Dice lleno de ternura. – Tu madre dice que la llames cuando puedas. Les explique que estabas dormida y que necesitabas descansar.
Introduce la llave en el contacto y arranca el motor.
- Gracias. – Acaricio su mejilla delicadamente.
- Kira, estás ardiendo. Tienes fiebre. – Posa la palma de su mano en mi frente. – Es… - Parece contrariado. – Imposible…
- No te preocupes, igual he cogido algún virus. Vamos a casa, nos tumbamos en el sofá y se me pasará.
- Tu siempre tienes la piel fría, te pasas las noches pegada a mí porque no soportas el frío. No es normal, vamos al hospital.
Quizá sea una buena idea, tal vez allí puedan decirme que ocurre. Puede que esté teniendo alucinaciones y realmente sea todo fiebre causada por alguna enfermedad. Pero todo parecía tan real que me cuesta creerlo.
- ¿Por qué no invitas a los demás a cenar hoy? Necesito tranquilidad. Si mañana por la mañana sigo igual, nos vamos al hospital y que evalúen ellos lo que ocurre. – Digo convincentemente.
- Como quieras. – Pone el coche en marcha y empieza a conducir por la carretera. – Te tomarás algo para la fiebre nada más llegar y vamos a estar toda la tarde en reposo. Si te encuentras mal les digo que no vengan. – Me mira con los ojos llorosos. – Ya me has dado muchos sustos intentando acabar con tu vida. Se supone que estamos avanzando con eso, no quiero perderte.
Le beso la mejilla aprovechando un semáforo en rojo y me dejo llevar por la música que las gotas de agua interpretan contra las lunas del coche. No hablamos durante el resto del camino, él se concentra en conducir y yo me concentro en él. Desde la primera vez que le vi supe que estaba hecho a la medida de mi corazón. Por su nobleza tardó mucho en permitir a su corazón verme más allá de nuestra amistad, pero cuando dejó que sus sentimientos se liberasen nos unimos para siempre. No se explicarlo. Acaricio su mano mientras descansa sobre el cambio de marchas. Sé que puedo vivir sin él, pero, sencillamente, no quiero. No quiero alejarme de él jamás.
- Santi.
- Dime.
- Si por algún motivo, me ocurriese algo raro. – Digo sin pensar ni meditar el peso de mis palabras. – Sabes que me encanta leer y todo eso. Suponte que me convirtiese en un monstruo…
- Tú nunca podrías ser un monstruo. – Sonríe.
- Bueno, en algo inexplicable, sobrenatural.
- ¿Te refieres a Vampiros y esas chorradas como crepúsculo? – Sigue sonriendo con dulzura.
- Sí, algo así. ¿Seguirías queriéndome?
Pulsa el botón de las luces de emergencia y para a un lado de la calle.
- No sé qué es lo que te sucede. Siempre haces preguntas de esta clase y, en el fondo, es algo que me encanta de ti. Sabes que soy una persona muy escéptica Kira, pero quiero que tengas algo muy claro. Ni aunque te convirtieras en el puñetero Satanás me alejaría de ti. – Me besa en los labios y me fundo con él. – Hemos tardado mucho tiempo en poder amarnos sin que nadie juzgue o intente destruir lo que tenemos. Sobrevivimos a eso, podemos con cualquier cosa. Así que si de repente se te da por beber sangre, te dejo un hueco en el cuello solo para ti.
- Eres idiota, que lo sepas. – Sonrío.
El color se vuelve más intenso, más dorado. Todo el coche parece haberse convertido en oro líquido. El aroma a flores me llena los pulmones. No sé qué me está pasando, pero menos mal que le tengo a mi lado. Sin Santi no podría seguir adelante. No solo es mi mejor amigo y mi pareja, es mi salvación.
- Te amo. – Dice retomando el camino.
No contesto. Me dejo llevar por el cansancio que, en combinación con la calma que me aporta estar a su lado, me deja completamente dormida. Sin visiones, sin pesadillas.
Sus brazos rodean mi cuerpo como si fuera una princesa. Suavemente me deja sobre el sofá, coloca una manta cubriendo mi cuerpo y vuelve a tomarme la temperatura.
- Estoy bien. – Susurro.
- Quizás estarías mejor en la cama. – Parece preocupado.
- ¿Qué hora es?
- Llegarán en cuestión de minutos si te refieres a eso.
Me incorporo y pongo en pie. Me tumbaré en la cama un poco, pero me encuentro perfectamente. Creo que solo necesitaba dormir, me sentía agotada.
- Si mañana sigues con fiebre, hospital.
- Lo prometido es deuda.
El timbre suena y lo percibo con estridencia. Mis sentidos vuelven a estar alerta. ¿Por qué? Dos olores llegan desde la calle, uno es de color rojo y huele a bosque, a madera. El otro es de color púrpura y huele a tinta. Sin haberlo percibido antes se cual es cual. Bajo las escaleras corriendo y Santi me sigue pidiéndome que vaya con cuidado. Abro la puerta y me lanzo sobre ellos.
- Os he echado de menos.
El dorado, el rojo y el púrpura se funden en una espiral hermosa, repleta de vida.
Comments (0)
See all