Los ojos de la menor se agrandan cuando él se acerca a su rostro y pasa sus manos sobre su cuello pero éste se detiene cuando escucha una voz masculina cerca de ellos y voltea en dirección a ella inmediatamente por mero instinto, tirando aquello.
La joven lo recoge rápidamente y lo guarda en el bolsillo derecho de su chaqueta antes de que las cajas que los ocultaban de la vista de los zorros fueran retiradas bruscamente por un golpe proveniente de el dueño de la desconocida voz.
—Con que aquí están, mis pequeños je-je-je— Se mofa una joven mujer que no aparenta tener más de veinticinco años —Son un poco escurridizos... pero no se preocupen— Su rostro dibuja una macabra sonrisa y una fría mirada —me gusta jugar con mi comida. Jajajajajajaja— .
La otra Yako que venía con ellos, de cabello largo y blanco, estiró su brazo para tomar a la chica, aunque estaba temerosa y se notaba lo suficiente para que Jack se diera cuenta y decidiera aprovechar esa oportunidad.
Al momento en que aquella de los humos altos dijo "¿Qué harás ahora, niño?" el pelirrojo hace crecer un rosal enorme justo bajo los pies de su hermana, haciendo que este se eleve llevándola en los pétalos de un botos abierto hasta por encima del edificio de al lado, haciendo que ella estuviera a punto de caerse.
—¡Jack! ¿¡Qué crees que estás haciendo!?— Su gemela se asoma rápida y alteradamente, llena de confusión por lo ocurrido. Buscando la manera de bajar y encontrarse a su lado de nuevo.
Los zorros quedan igual de impactados ante el suceso y titubean por unos momentos sobre lo que deberían hacer, incluso se miran entre ellos como si esperaran que uno diera la respuesta a esa pregunta.
—¡Salvo tu vida! ¡Vete! ¡Ahora!— Le grita desde abajo el pelirrojo a su igual y en ese preciso instante, los yako reaccionan. El único varón de ellos lo toma de la camisa y acerca sus rostros intimidantemente mientras mantiene una sonrisa aterradora en su rostro.
—¡Pero...!— Sigue dudando la más chica de la familia Hijirikawa, pues no quería perder a su hermano, no ahora. Ella se siente tan débil y a él lo percibe tan fuerte que al compararse, la joven se declaraba nada.
—¡Sólo hazlo! ¡No quiero que te hagan da...!— Aquél que le había tomado a sumisión se molesta al ver que sigue hablando como si nada pasara y acierta un rodillazo en su abdomen, haciendo que éste se quede sin aliento.
—Eres un idiota. Debiste haber huído con ella. Ahora verá tu muerte y tú no la suya.— Se mofa aquella mujer no tan mayor de cabello castaño y ojos rojos cual llamarada.
- - - Continuará - - -
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