- ¡Ey! ¡Oye, tú! ¿Quién eres? – dijo con voz cortante.
Me quedé petrificado allí mismo, tragué saliva y dudé de cómo me llamaba y todo.
- Axel… Axel Blanc- conseguí gesticular.
- Hum…- bajó los pies y se apoyó sobre la recepción inclinándose hacia adelante.- ¿Invitado?- comentó como para ella mirando algo tras la barra.
- Ehm…- dudé- No, ayer empecé a vivir aquí, en el piso siete…- me acerqué hasta donde estaba ella.
- ¡Ah, sí! Aquí esta.- comentó como quitándose un peso de encima- Así que nuevo residente ¿eh?- noté como me registraba de arriba a abajo con la mirada.- Soy Marceline, y soy la que está a cargo de las cámaras de vigilancia y de recepción, excepto en mis días festivos, que entonces estará otra persona. Que tengas un buen día.- y volvió a su postura inicial ignorándome totalmente.- Ahora te abro la puerta- comentó mientras yo me daba la vuelta.
Me fui hasta la puerta y la empujé, no se abrió hasta que Marceline tocó el interruptor que lo permitía. Esa mujer tenía pinta de ser de la Milieu, lo que sería la mafia. Al salir, el camino era un paseo de baldosas de piedra y a los lados arbustos de flores y algún árbol. La salida hacia la calle era una puerta metálica negra, alta acabada en punta, todo el lugar estaba vallado y rodeado de más verdosos arbustos. Me fijé que encima, a cada lado de la puerta, había una figura de piedra, pero desde dentro no podía reconocer que era. Di un respingo cuando noté que uno de los arbustos se movía. De él salió un señor mayor vistiendo un mono verde de trabajo y unas tijeras de podar.
- Lo siento, te he asustado- comentó el señor secándose el sudor con una pequeña toalla que llevaba al cuello.
- Sí, no ha sido nada… Solo, no me esperaba que apareciera nadie de por ahí- señalé el arbusto por donde había salido.- Soy Axel, encantado de conocerle… esto…
- Furio, igualmente- comentó estrechándome la mano.- ¿te gustan las plantas?
- Un poco, en mi otra casa no teníamos jardín, pero mi madre tenía el balcón lleno de flores de todo tipo.- comenté algo nostálgico.
- Su madre tenía buen gusto. Sígueme- dijo y comenzó a caminar entre los arbustos.
El anciano se movía con mucha soltura entre los arbustos. Le seguí y cuando estuvimos fuera de los arbustos, pude encontrarme con un precioso jardín muy bien cuidado, con muchas clases de flores. Un poco más lejos césped donde en el centro crecía un frondoso árbol de cerezo que ya dejaba caer sus últimos pétalos rosas. También había rosales, pero me llamó la atención que muchos conservaban intactas sus rosas secas.
- Este lugar es precioso, parece sacado de un cuadro.
- ¡Verdad! Este es el lado derecho, pero en el izquierdo hay aún más cosas porque es mucho más grande y casi rodea el edificio. – comenzó a hablar el anciano- a la propietaria le encanta sentarse, cuando florece el árbol de cerezo, bajo su sombra y hacer algún picnic o tomar té conmigo. Agradezco mucho lo que hace ella por mí. Si no me hubiera contratado aquí como jardinero ahora no podría mantener a mi esposa y también me aburriría mucho en casa.
- Veo que la dueña del edificio sabe ser muy buena persona.
- Vaya si lo es. Mira, mira- comentó acercándose a los rosales- una vez hablando con ella le comenté lo preciosos que encontraba yo las rosas secas y ella me dijo que podía dejarlas. Cualquiera hubiera dicho que las rosas secas en los arbustos son feas y hay que quitarlas para dejar sitio a las nuevas, pero ella dejó que estas secas flores permanecieran aquí, así de esplendidas. – Furio siguió hablando un rato más sobre las flores hasta que paró un momento y después de golpearse los hombros comentó- Bueno, si alguna vez quieres ayudarme o tienes alguna duda de plantas no dudes venir a consultarme. Ha sido muy agradable tener a alguien atento con el que poder hablar y que me escuche… Pero tengo que volver al trabajo, este jardín no se mantiene solo y hay mucho trabajo- finalizó, pero el hombre no ponía tono de reproche, sino de gran satisfacción con lo que hacía. Furio amaba estar trabajando en esta parcela del edificio como jardinero.
Dejé al anciano con sus quehaceres y volví al camino principal. No es que el jardín lateral estuviera escondido, lo que si era difícil es acceder. Podía ver el árbol de cerezo desde allí. Miré a la izquierda y comprobé que allí también seguía otro trozo del cuidado jardín, pero en ese lado si había un caminito de piedra por el que ir y hacer un tour por el jardín sin pisar ni plantas ni césped. Decidí curiosear y avancé por el camino, rodeé el edificio, todo era plantas, árboles y flores llamativas, muchas clases que desconocía. Un poco antes de llegar a la primera esquina del edificio vi, en el centro del jardín, una mesa de granito con su banco a juego. Le rodeaban árboles que le hacían sombra e incluso una cepa de uvas. El caminó de piedras acababa en las escaleras de emergencia que había en la parte de atrás del edificio. Di la vuelta y volví al punto de salida. No sabía si salir a dar una vuelta o volver a entrar. Seguro que Marceline me estaría mirando con cara de risa al verme dar tantas vueltas por el mismo sitio, como si no viera donde está la salida. Pero parecía ocupada hablando con… no sé si ese era Rafa o era Bruno.
Finalmente decidí salir. Desde de la ventana de mi habitación se podía ver un parque, cruzando la calle, así que me fui hasta allí. Giré la esquina, pasé la carretera y me senté en uno de los bancos del lugar. Había algunos niños jugando en los columpios y el tobogán. Por otro lado, había gente haciendo ejercicio o paseando a sus perros.
- Aquí a la sombra se está bien- comenté en voz alta relajándome por el ambiente.
Una pequeña pelota rodó hasta mis pies, la recogí y enseguida tuve dos niños frente a mí esperándola.
- ¿Nos devuelve la pelota?- señaló uno de ello al esférico.
- Tomad e id con cuidado – les pasé el balón.
- ¡Señoritos! Les he dicho que no se alejen de mi- llegó un hombre adulto con traje de mayordomo.- Cuantas veces les digo que no hablen con desconocidos.
Y así como llegaron se marcharon. Al menos el vecindario parecía ser animado. Después de un rato volví al piso. Esta vez no estaba Marceline, pero me abrió un chico que estaba en la recepción. Al entrar, Blue no me vino a recibir, supongo porque no entré saludando como lo hacía Alice. Algo aburrido decidí empezar a preparar algo para comer y así pasar el rato.
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