—¿Qué es lo que tienes para mí hoy, cariño? ¿Debería alegrarme por tu visita? Últimamente te has alejado mucho de mí.— Menciona una mujer de piel morena y el cabello de un negro tan puro como el de la noche misma, aparentando estar ofendida y pasando su dedo índice por el borde de su copa de vino tinto, haciendo círculos por seguir éste último. —Ni siquiera cuando estoy en el destierro pasas a saludarme.—
Aquella de la para nada notable avanzada edad, meneaba su pie izquierdo hacia adelante y atrás libremente al tener las piernas cruzadas. Dejó su copa en la mesa de centro y decidió sacar un cigarrillo y le encendió sosteniéndolo entre sus labios, con ayuda de sus dedos índice y medio.
El joven con de cabello contrastante con su anfitriona, a quien iba dirigida la burla, terminó por sentarse en el aterciopelado sofá de color gris que iba a juego con los ojos de su anfitriona, la cuál permanecía sentada en la cómoda silla acolchada de al lado.
—Lo lamento, Amarzarec. Pero dejando a un lado los reclamos, tengo una propuesta para ti que seguramente te agradará.— Al captar el gran desinterés de su compañera, él se acomoda haciendo su cuerpo hacia el frente para que su ésta se enfocara en la conversación que estaban llevando.
—¿Eso quiere decir que sí tenes algo para mí?— Cuestiona arqueando su ceja izquierda aquella quien lleva plata y aburrimiento en la mirada.
—No. En realidad creo que tú tienes algo que yo quiero.— El rostro del ojiverde se vuelve serio e inexpresivo al notar que aquella mujer que lo acompaña se dedica a hacer rulos con su cabello.
—Recuerda que no todo lo que tengo está en venta. Incluso un simple jarrón de porcelana podría valer más de lo que puedas pagarme, dependiendo de la época y el lugar en que fue hecho, pero los de hoy no valen la pena.— Su anfitriona decide responder con ironía y mostrarse realmente divertida con la descomunal situación, hasta el punto de dedicarle una mirada seductora a su invitado. — ¿O será que es algo más por lo que tal vez estarías dispuesto a pagar lo que sea, mi querido?—
La de oscura piel, se acerca a su compañero al punto de casi juntar sus labios, sin embargo el más joven continúa hablando con total calma.
—Lo que quiero es la liberación de mi alma— El pelinegro se mantiene en la posición que comenzó, buscando darle a entender lo que realmente quiere, pero aquella que se encuentra frente a él parece no darse cuenta del verdadero significado de sus palabras y se apega de lleno a su invitado, ocultando su rostro en el cuello de el joven.
—Así que... ¿eso implica una pequeña aventura?— La mayor alza su rostro y se humedece los labios —¿o es que quieres hablar... con Él?—
- - -Continuará- - -
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