Dentro de la tienda de Ánakam, nos encontramos Volmia, Nikeila, Lorse, el susodicho orco y, finalmente, yo, sentados en un círculo, a punto de comenzar a elaborar una estrategia para el asalto a la mina que hemos descubierto. Soy el primero en tomar el habla, aportando los documentos y el mapa logrados en el último ataque, colocándolos en el centro del círculo.
- Como podéis ver, en el mapa está marcada una de las rutas que toman los transportes desde la mina hasta las zonas donde depositan su carga, gracias a la cual podemos llegar hasta ella. Como su principal fortaleza consiste en que su localización está oculta podemos suponer que no contará con mucha vigilancia en la ruta, y las que pueda haber serán poco llamativas. Entre los documentos figuran solicitudes de armamento y tropas, lo que significa que su número no es muy grande y no tiene el mejor equipo para combatir. Todavía estamos en un periodo de gracia, en el que aún no se habrá enviado a nadie a comprobar el transporte, así que deberíamos atacar antes de que se preparen ante un posible asalto.
Nikeila responde nada más termino de hablar.
- ¿Y cómo sabemos que no nos llevas a una trampa?
- No estoy mintiendo.
Ánakam hace un gesto con la cabeza a Lorse y esta confirma que digo la verdad, por lo que Nikeila relaja la postura y cruza sus brazos sin dejar de atravesarme con la mirada, excepto cuando toma ella la palabra.
- A primera hora ha salido un pequeño grupo de exploradores, formado por cuatro personas, todos buenos cazadores que saben moverse en silencio. Si seguimos adelante podemos encontrarnos con ellos durante el viaje. Además, ya tenemos que movernos a otro lugar.
Cuando Nikeila termina, Volmia es la siguiente en exponer su opinión.
- Estando en un lugar medio olvidado, los desgraciados que están apostados ahí tendrán el mínimo indispensable. Sus armas no serán tan buenas como las de la frontera y, como corroboran los documentos, no las tendrán en gran cantidad, aunque tampoco hay tantos soldados como para poder hacer uso de ellas si así fuese. Aún así me parece que deberían tener energía suficiente para cualquier necesidad, ya que el Imperio cuida de sus minas.
Lorse vuelve a usar su talento para confirmar que mi hermana no miente.
- Con los rifles solo pueden disparar tres veces antes de recargar, y como son pocos necesitaran estar agrupados y bien organizados para ser efectivos.
Dice Nikeila, respondiendo al argumento de mi hermana.
- Haciendo picadillo a todo el que tengan delante si es así. Aún que sean novatos y una panda de capullos engreídos cuentan con entrenamiento militar.
Rebate Volmia.
- Si atacásemos desde distintos ángulos y los desconcertásemos podríamos cambiar las tornas, aunque antes debemos saber el terreno en el que vamos a combatir.
Aporto mi visión a la estrategia…
- ¿Y no os podéis hacer pasar por un Ángel con la armadura?
Interviene Lorse
- Que va. Mi armadura es un prototipo, y todas las propuestas han de ser probadas y acreditadas para poder ser utilizadas, especialmente las que tienen fines militares.
Responde mi hermana, con la talentosa orsiu afirmando a continuación que no miente.
- Nuestros rostros se han difundido por todo el territorio, y también que tenemos una armadura sin alas, por lo que, como mínimo, levantaríamos sospechas enseguida.
Expongo, poniendo el último clavo en el ataúd de esa idea.
- Y gracias a eso debemos ir con todavía más cuidado del que teníamos antes y cambiar el emplazamiento del campamento cada poco tiempo.
Nikeila comenta con desdén, enfadando visible mente a Volmia, la cual se encara con ella.
- Si no fuera por nosotros no habríais podido encargaros de ese transporte, y mucho menos haber encontrado esa mina.
Pienso en detener la discusión, pero conociendo el odio de la cazadora hacia los humanos y el carácter de mi hermana tan solo la promoveré, pero Lorse habla y toma acción en mi lugar.
- Por favor calmaos, esto no debería ocurrir.
La mujer habla seriamente, sin su usual tono jovial, logrando que ambas se detengan a regañadientes.
Ánakam cierra sus ojos, aspira profundamente y suelta el aire contenido, permaneciendo en silencio.
- Nikeila tiene razón, debemos marcharnos cuanto antes, así que iremos en dirección a la mina hasta encontrarnos con nuestros exploradores. Esta es una oportunidad que no debemos desaprovechar, por lo que una vez nos cuenten todo lo que han podido averiguar decidiremos la mejor manera de atacar con el menor número de muertes posible en nuestro bando. Cuando terminemos, ya sea un éxito o un fracaso, iremos al desierto a paso ligero. El Imperio no se quedará de brazos cruzados ante un ataque así, y tendrán un rastro fresco que seguir. Ante una confrontación directa no tenemos posibilidades.
El orco se levanta y toma aire antes de volver a hablar.
- Avisad a todo el mundo de que tenemos media hora para desmontar el campamento y reabastecer el agua.
Cuando termina de pronunciar la oración se gira hacia mí y me pide hablar a solas, por lo que esperamos a que las mujeres abandonen la tienda.
- ¿Qué ocurre?
- Si sigues vistiendo esa armadura los nuestros te pueden confundir en las próximas batallas, así que deberíamos hacer que se pueda distinguir del resto.
- ¿Qué tienes pensado?
- ¿Qué te parece si la pintamos?
- Me parece que vamos a tener que hablar primero con mi hermana a no ser que queramos ser eunucos.
El gigante verde se ríe ante la respuesta, necesitando un tiempo para recuperar el aliento.
- Menuda familia tienes.
- No te imaginas hasta que punto.
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