Con un suspiro de enojo, el pequeño Alejandro Contreras miraba por la ventanilla del auto mientras acompañaba a su familia a visitar el asilo llamado “Aquí ya no te molestaran más”, un muchacho de cabello negro y unos anteojos de marco fino, Alejandro se consideraba todo un hipster, a pesar de tener diez años de edad. No le gustaba haber nacido en este siglo, él había deseado vivir en la década dorada del 80. Una época en la que el cine, la música y las historietas no apestaban; pero, muy para su desgracia, él había nacido en el 2008, ahora vivía en el 2018.
Por lo general se consideraba un fan de los juegos de video de la compañía Game World y también le gustaba seguir por You Tube la serie de televisión de Los Exploradores que se estreno en los 80 y el Anime que se estreno en el 2003. Afortunadamente el Anime seguía en vigencia; pero gran parte de la trama actual se la estaban inventando y no formaba parte del canon de los libros.
Una de sus mayores pasiones eran los libros de Artie Dumas, su autor de horror favorito; pero; como todo Hipster; también le gustaba oír conjuntos como los Riptors, los Alocados Cariñosos y oír las canciones de Cris Lindon.
Su compañía favorita de autos eran las de la marca Robert, fundada por Robert Goldenstein en 1941.
Quizás Alejandro no pondría ninguna queja a su, no muy adorado, presente de no ser porque vivía en un pueblucho miserable llamado San Seacabo. Inclusive el nombre era un juego de palabras que derivaba en un mal chiste. la reputación que ese pueblo tenia era pésima, la palabra bizarro no alcanzaba a describir lo que era el día a día en ese lugar. Situaciones ridículas, ataques de criaturas que por lógica no tendrían que existir y, por supuesto, que se encontraban los problemas de política; pero estos eran insignificantes comparado con las otras cosas.
Habían llegado al geriátrico y el pequeño Alejandro se bajo del auto
- Espéranos un poco hijo- le habló con firmeza su padre- tu mama aun tiene que sacar a tu hermanita del asiento para bebes
- Está bien papa- le respondió Alejandro y se quedo allí durante unos minutos hasta que sus padres pudieron sacar a la bebe del coche
Luego de eso toda la familia entro a visitar a su abuelo.
La reunión era molesta en todos los sentidos de la palabra. Su abuelo ya confundía a su hermana con un Duende de Jardín. Alejandro, molesto, se excuso diciendo que quería ir al baño.
- Ve; pero no te demores hijo- le dijo su padre que leía las noticias en su celular
- No, papa, no me pienso tardar- le aseguró Alejandro retirándose de la habitación
Mientras se paseaba por los pasillos de aquel enorme geriátrico, pagado por las celebridades del pueblo que eran los cantantes de la banda Los Alocados Cariñosos, Alejandro creyó oír una canción muy antigua salir de una de esas habitaciones, parecía una canción del cantante Henry Hall, la del coco.
Se acerco a la habitación de donde provenía la canción y pudo ver que la puerta se encontraba semi abierta. Se adentro un poco para ver de qué aparato provenía la canción.
La habitación estaba oscura; pero la luz del sol iluminaba una silueta no humana. Era una especie de ave gigantesca. No se movía ni parecía escucharlo, solo se veía algo pensativo, como si se encontrase recordando viejos tiempos.
Tratando de no emitir un grito siquiera, el pequeño Alejandro se fue alejando de apoco; pero esa criatura levanto su cabeza y se dio vuelta viéndolo, al parecer estaba sorprendido de ser descubierto. Se movió en su silla de ruedas a una velocidad increíble. Alejandro intento darse la vuelta emitiendo un grito; pero antes de que pudiera moverse aquella criatura le tapo la boca y lo empujo a su pieza.
Una vez dentro intento calmarlo; pero el pequeño se encontraba demasiado asustado para escucharlo siquiera.
- ¡Escucha soy bajo en calorías!- le gritaba con una voz casi cortada por el miedo- ¡no tengo buen sabor!, ¡por favor no me comas!
El pájaro gigante, que al parecer era de la especie de los Colibríes, se rió un poco al escuchar eso
- escucha enano de mierda- comenzó a hablarle aquel animal gigantesco- si quisiera comerte entonces ya lo hubiese hecho desde el primer día que viniste a visitar a tu abuelo, solo como gusanos o las hojas de los arboles, no tengo interés de llenar mi barriga con comida chatarra
- Para ser un monstruo gigante eres muy grosero- le contestó fríamente Alejandro
- Y tú para ser un cuatro ojos eres muy estúpido- le respondió aquel monstruo- pensé que todos los que llevaban anteojos eran listos o por lo menos no tan idiotas
- Soy un hispter, no un nerd- se defendió Alejandro
- ¿No son lo mismo?- preguntó aquella ave gigante- para mí lo son
- ¿De todas formas que eres o cómo te llamas?- preguntó Alejandro totalmente impresionado y curioso
- Solo un viejo- le respondió aquel ser y tenía mucha razón, su cabeza de color verde se encontraba muy arrugada al punto de parecer una pasa vieja, el resto de su cuerpo se veía demasiado gordo y desgastado, estaba sentado en una silla de ruedas; pero aun así era rápido, quizás demasiado
- Me parece que eres un Colibrí gigante- observó Alejandro
- ¿Qué comes que adivinas cuatro ojos?- le respondió aquel enorme Colibrí- si quieres saber mi nombre pues es este, el señor Colibritti
- Mi nombre es Alejandro- se presentó el muchacho mientras le tendía la mano
- Un gusto conocerte muchacho- le respondió Colibritti saludándolo con su ala
- Disculpa mi curiosidad; pero ¿de dónde vienes y como es que nadie, excepto yo, te habían visto antes?
- ¿De dónde vengo?- rio Colibritti- de Nueva York, ¿por qué no me habías visto? pues si me permites que me ponga una camisa blanca con un moño marrón veras el por que
Colibritti se puso la camisa, junto con el moño, y en ese momento su aspecto cambio a una forma humana
- No puede ser- exclamó asombrado Alejandro
- Pero si lo es muchacho- le respondió Colibritti quien ahora parecía un hombre anciano calvo con el rostro muy avejentado- se llama ilusión óptica, el cerebro solo ve lo que puede entender, de algún modo nuestro aspecto humanoide logra confundir la retina y esta, tratando de descifrar lo que está viendo, puede crear una imagen lógica a lo que se encuentra en frente suyo
- ¿Pero cómo te sucedió eso?- preguntó Alejandro totalmente sorprendido
- Eres muy curioso mocoso, ¿realmente quieres saberlo?- gruñó Colibritti
- Por supuesto señor Colibritti, por favor cuénteme- le pidió Alejandro con verdadero interés
- Ya que dijiste la palabra mágica entonces déjame contarte que esta canción de Henry Hall que estas escuchando yo la oí el día que se estreno en mi novecientos treinta y nueve, cuando forme parte de una unidad llamada ANIMAL FORCE
Después Colibritti comenzó a contar su historia