— ¡Hey! ¡Hey, despierta!
Agh... Aaagh. Mi cabeza ardía. Por reflejo quise tocarme la frente, pero algo lo impedía ¿Qué era lo que tenía sobre ella? Lo apreté, haciéndole un agujero que liberó una pestilencia directamente sobre mi cara. Ugh, olía horrible.
— ¡Despierta de una vez Aron! ¿O me vas a tener todo el día esperando aquí?
Mis manos corrieron con desgano una bolsa negra y hedionda que no me dejaba ver qué estaba pasando o dónde estaba. Uf, la luz me dejó ciego al instante. Un par de botellas se rompieron cuando la bolsa cayó al suelo.
— ¡Aron, párate de una vez! Sé que estás despierto. ¡Hasta el gato de la esquina escuchó cómo moviste la basura!
“¿Basura?”. No otra vez… Aunque no era la primera vez que pasaba, era imposible no hacer una mueca de asco. El olor era tan fuerte que casi podía saborear los pañales usados.