Please note that Tapas no longer supports Internet Explorer.
We recommend upgrading to the latest Microsoft Edge, Google Chrome, or Firefox.
Home
Comics
Novels
Community
Mature
More
Help Discord Forums Newsfeed Contact Merch Shop
Publish
Home
Comics
Novels
Community
Mature
More
Help Discord Forums Newsfeed Contact Merch Shop
__anonymous__
__anonymous__
0
  • Publish
  • Ink shop
  • Redeem code
  • Settings
  • Log out

Banbury Road (castellano)

Piloto

Piloto

Nov 12, 2023

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Drug or alcohol abuse
  • •  Mental Health Topics
  • •  Sexual Content and/or Nudity
Cancel Continue

1

Siempre he odiado ir al médico, desde que tengo uso de razón. Las paredes de azulejos blancas, frías y níveas como la punta de un iceberg, los fluorescentes sobre mi cabeza cegando mis ojos rasgados y la atroz sinfonía de algunos pacientes carraspeando como las cuerdas de una guitarra completamente desafinada. Las yemas de mis dedos enfriaban inquietamente las palmas de mis manos, grandes y lánguidas, intentando deshacerme del manojo de nervios que se me había formado en el centro del pecho y me subía por la garganta en forma de nudo. No era la primera vez que estaba ahí, pero por alguna razón nunca conseguí acostumbrarme a la sensación. Era como si cada día fuese el primero pisando el psicólogo.

Mi madre, de intenso olor a tabaco e incienso, advirtió que algo no iba bien hace muchos meses debido a mis numerosos arranques de ira y episodios de autolesiones, entre ellos tirarme del pelo o golpearme la cabeza violentamente con mis puños huesudos. 

Desde que recuerdo siempre he sido una decepción, un gasto de dinero, recursos y falta de amor incondicional que ella esperaba cuando me adoptó. Algo tan hermoso y deseado como lo era tener un hijo se acabó convirtiendo en una pesadilla. Nunca lo había verbalizado, pero yo sabía que me odiaba, y eso me hacía odiarla más a ella, me enfurecía, me ardía la garganta como si de mi boca en cualquier momento fuese a derramar ácido y a calcinar mis dientes.

Mi corazón empezó a latir desbocado y ensordeció mis oídos cuando escuché mi apellido de boca de mi psicóloga. asomando medio cuerpo desde la puerta. <<Sullivan>>. Era como un latigazo en la cara.

Era común en mi que una vez dentro, mi pulso acelerado, descansara relajado como los músculos de mis piernas una vez me sentaba en el sofá de tapiz grisáceo. Eso sí, claro estaba, tan solo ocurría cuando la sesión comenzaba nada más poner mi culo en el asiento, esperando impaciente a ser escuchado. Sin embargo, había días en los que me hacía esperar cinco o diez minutos más para encargarse de lo que fuese que tuviese que hacer antes de hacerse responsable de mis quejas. Tanto si era algo tan simple como beber agua o algo relacionado con el trabajo, nunca lo supe. Es más, nunca le pregunté ni me interesé por su persona los cinco meses de terapia que llevaba asistiendo con ella. Por suerte ese día no me hizo esperar.


— ¿Cómo te encuentras? — preguntó abriendo aún más sus grandes ojos saltones mientras encorvaba su espalda para sentarse frente a mi. Tal vez advirtiera la ansiedad en mi mirada que se escondía debajo de mis lisos y oscuros mechones de pelo.


— Como siempre. — dije levantando las comisuras de los labios. Pude notar como me temblaban nerviosas al hacerlo y lo fea que era mi boca cuando se curvaba.


Ella no tenía un pelo de tonta. Habían pasado tantas personas por sus manos y había estudiado tantas mentes que duplicaba el número de años que tenía. Siempre sentía que sus grandes ojos marrones, cálidos como la tierra fértil, me juzgaban y me acuchillaban el interior para sonsacar la verdad de mis entrañas. Daba igual como intentase maquillar mi día a día, como un tanatopractor hace con un cadáver, ella se encargaba de tirar un frío bidón de agua sobre mis palabras para descubrir al muerto, feo y maloliente.

Describir aquellas dos semanas desde la última vez que la vi fue tarea fácil, pues no hacía mucho más que asistir a clase, llegar a casa para robarle un cigarro a mi madre  y salir al balcón para pensar con qué lamentarme ese día. Concentrarme en cómo el humo bajaba por mi tráquea hasta contaminar mis pulmones era lo único que me sacaba de mis más pútridos pensamientos intrusivos, ya que me acordaba de mi bobo amigo de rizos alocados como llamaradas bailando entre sí, pues él fue quien me introdujo en el maravilloso mundo de un posible cáncer de pulmón. De todas mis amistades, él era con diferencia el que más idioteces, risas y disgustos había compartido, como un tóxico vaivén de olas en un mar agitado. Se llamaba Mitch. Hasta su nombre me parecía estúpido.


— Ian, ya tengo los resultados de tu test. —concluyó después de, una vez más, darme el sermón por fumar a tan temprana edad—. ¿Te acuerdas de que estuvimos hablando de una posible depresión?


Me acuerdo de las siglas de dicho test como si las hubiese estudiado para un examen. <<HRSD>>. Recuerdo susurrar bajo la penumbra del techo de mi cuarto, con la cara blanca e iluminada por la pantalla de mi portátil, las pupilas pequeñas y el rostro crispado de los nervios.


— ¿Y bien? — pregunté.

— Considero que aún es demasiado pronto para dar por hecho un diagnóstico definitivo, pero tienes medio cuerpo hundido en un posible trastorno depresivo mayor.


Mi madre tenía razón, entonces. Pude notar la amplia mirada de mi psicóloga correteando cuesta arriba hasta mis ojos, con las cejas arqueadas y los dedos apretando la libreta donde escribía mi travesía mental.


— Presentas rasgos impulsivos y falta de control sobre tus emociones —prosiguió después de un par de segundos de silencio, largos y tajantes—. Además de una ansiedad de caballo, claro.— noté un atisbo de humor detrás de esas últimas palabras, como si ahora la que intentara maquillar el muerto fuese ella.

— ¿Y ya está?

— ¿Te parece poco? —profirió una sonrisa casi de pena—. Identificar el problema es el primer paso para empezar a sanar. Te quiero ayudar, pero de nada me sirve si no intentamos indagar en el origen o causa de la herida.


Se me volvieron a poner las yemas frías mientras ella se inclinaba con aire maternal sobre sus propios muslos. Volví a notar el nudo en la garganta y mis dedos se entrelazaban entre sí como largas patas de araña.


—Ya te he dicho que no me acuerdo —a mis palabras les faltaba aire, me estaba ahogando—. Parece que me hubiese despertado por primera vez desde mi nacimiento a los seis años.—me reí penoso


Ella no sé rió. Me acuchilló con sus ojos una vez más en busca de la verdad, pero notando el sube y baja de mi pecho luchando por oxígeno decidió dejarlo estar.


— ¿Qué era lo que me querías comentar la semana pasada? Nos quedamos sin tiempo en la última sesión.


Abrí mucho los ojos y se me puso la cara roja al acordarme. Prácticamente lo había olvidado. Los gemidos y los golpes secos contra el mobiliario provocado por el sexo se volvieron a reproducir en mi cabeza como una película. Mi espalda estaba reposada sobre el marco de metal de la puerta, frío y trazando una línea recta perfecta por el recorrido de mi columna vertebral hasta la parte trasera de mi cráneo. Me mordía las uñas, nervioso mientras el interior del piso al que casi entro lo inundaba la lujuria y la melodía de jadeos sofocados que tenían como autor a mi tío y su amante. Kenickie, el hijo de mi tío y por ende mi primo, reposaba a mi lado con la boca torcida del disgusto y la nariz encogida, arrugada de asco, mientras repetía sin parar que el nombre que había salido ronco y fogoso de la garganta de su padre, no era el de su madre.

Maldito el día en el que decidimos hacer pellas para ir a jugar a la consola como críos pequeños e irresponsables a su casa.


Fui directo con mis palabras, pues aquella memoria no hacía más que incomodarme y hablé sin pelos en la lengua. Las palabras salían sucias de mi boca, no de preocupación, sino de resentimiento y rechazo. Mi relación con el sexo era cuanto menos, curiosa, pues a mis quince años de edad no había tenido la oportunidad de probar esas mieles que se derramaban dulces y suaves desde los labios hasta el vientre, como un reguero que te adormecía y te cosquilleaba el interior de ansia y fuego. Lo más cercano que había estado de ello era la masturbación a mi mismo, y lo hacía sin tapujos y con la misma naturalidad que la mayoría de chicos de mi edad. Pero a veces me asqueaba, me atrevería a decir incluso que me ponía violento, como un huracán que me revolvía el corazón hasta dejarlo boca abajo. En el dorso de mis manos se empezaba a adivinar la silueta de los tendones y los huesos, mientras mi cuerpo se tensaba con la carrerilla con la que pronunciaba mis palabras. No le hizo falta preguntar cómo me hacía sentir aquella experiencia, pues estaba claro que la manera en la que escupía las frases, como las palabras se tropezaban unas con otras y como mi cuerpo se retorcía, estaba completamente repugnado.


— Entiendo muy bien cómo te sientes. Es completamente normal que algo tan injusto te remueva el interior.

— No creo que sea injusto.

— ¿No?

— No.


Ella se me quedó mirando con curiosidad. Sus ojos parecían los de un cachorro.


— ¿Y tienes pensado comentárselo a alguien más de tu familia?

— No.

— Probablemente tu primo lo haga.

— Y es completamente imbécil por ello.


Volví a ver una vez más como su cara se iluminaba de sorpresa. No era la primera vez que mis expresiones provocaban esa reacción en ella. A veces sentía que le centelleaba la mirada como si estuviera a punto de hacer un gran descubrimiento. Me seguía estudiando a fondo. Aquella tarde la sesión me dejó un sabor agridulce entre la garganta y la parte posterior de la lengua. Me costaba tragar mi propia saliva y un remolino denso se me formó entre las costillas. Llegué a casa empapado por la lluvia y con mi cuerpo flaco temblando de frío.



decollavvi
coco.decollavvi

Creator

Ian tiene cita con su terapeuta, de nuevo, quien intenta indagar en lo más profundo de su corazón.

#drugs #abuse #teen #depression #teendrama #bl

Comments (0)

See all
Add a comment

Recommendation for you

  • Blood Moon

    Recommendation

    Blood Moon

    BL 47.6k likes

  • Mariposas

    Recommendation

    Mariposas

    Slice of life 232 likes

  • What Makes a Monster

    Recommendation

    What Makes a Monster

    BL 75.2k likes

  • Secunda

    Recommendation

    Secunda

    Romance Fantasy 43.2k likes

  • Touch

    Recommendation

    Touch

    BL 15.5k likes

  • Silence | book 2

    Recommendation

    Silence | book 2

    LGBTQ+ 32.3k likes

  • feeling lucky

    Feeling lucky

    Random series you may like

Banbury Road (castellano)
Banbury Road (castellano)

3 views1 subscriber

Un joven carismático de Summertown tiene un golpe de realidad cuando sus amistades empiezan a colapsar alrededor suyo, después de que sus retorcidas intenciones vean la luz.
Subscribe

2 episodes

Piloto

Piloto

3 views 0 likes 0 comments


Style
More
Like
List
Comment

Prev
Next

Full
Exit
0
0
Prev
Next