Mm… Seamos claros y vayamos directo al punto. He reencarnado. O al menos, eso parece. La naturaleza de este suceso me escapa, así como el porqué de mi destino.
Lo último que recuerdo antes de cruzar el umbral de la muerte fue el ascenso a un avión, donde las turbulencias comenzaron a sacudir mi ser. Debo decir que deberían mejorar ese tipo de servicio, pues no es un modo digno de despedirse del mundo.
Espero haber sido el único que encontró su fin en aquel accidente.
Ahora, en este nuevo ciclo de vida, celebro mis cinco años. Desde que renací, mi mente ha girado en torno a la esencia de este mundo. Con la sabiduría que me otorgan mis años actuales, puedo finalmente discernir su naturaleza.
Este mundo es el típico isekai que se despliega ante los ojos del lector en novelas ligeras: magia, monstruos, espadas, academias y aventureros. ¡Y por supuesto, dragones! Aunque debo confesar que creía que tales maravillas eran meras fantasías nacidas de relatos llenos de romance, acción y *ecchi*.
Resumiendo mis primeros años en esta existencia… Cuando llegué a este mundo, el idioma era un enigma para mí; las palabras de mis padres eran ecos lejanos e incomprensibles. Sin embargo, con el paso del tiempo, dominé la lengua con sorprendente facilidad. Si se observa con atención, resulta bastante similar al japonés.
Al cumplir mi primer año, la revelación sobre mi entorno se hizo evidente. Un día, mientras miraba por la ventana, descubrí aves y plantas desconocidas para mí. El momento decisivo llegó cuando vi a mi padre y a otros dos hombres blandiendo espadas y lanzando destellos de luz desde sus manos. Difícil de creer…
A la edad de dos años, decidí adentrarme en el estudio de la magia y la esgrima. La magia aquí sigue los patrones típicos de las novelas ligeras: requiere concentrar el maná y transformarlo en el elemento deseado. Sin embargo, hay otro tipo de magia que se me presenta con mayor facilidad: la magia del alma. Aunque su uso es complicado, otorga una resistencia superior y una diversidad de habilidades sin igual.
Por ejemplo, existe la magia gravitacional. En comparación con el maná convencional, la magia del alma es ilimitada hasta que el cuerpo sucumbe al cansancio físico.
En cuanto a la esgrima… No es que me falte habilidad; simplemente no logro adaptarme a las espadas sólidas y rectas tradicionales. Con los listones que usa mi madre para sus labores cotidianas, puedo ejecutar movimientos que las espadas convencionales no permiten.
Ahora… ¿qué más debería compartir? Oh, casi olvido mencionar mi nombre: Aleksander Leroy. Soy hijo único.
Permítanme detallar un poco más sobre la magia del alma. En lo más profundo de nuestro ser, más allá de átomos y células, reside una pequeña llama: nuestra alma. Para acceder a ese poder interno, se requiere un control emocional perfecto. Este control puede variar; si te encuentras realmente enfurecido, tu alma se tornará incontrolable y arrasarás con todo a tu paso. A esto lo llamamos "Descontrol Absoluto".
La magia del alma presenta numerosas ventajas sobre la magia convencional; tanto en ofensiva como en defensa.
También existe la magia de invocación y los pactos mágicos o espirituales; sin embargo, esos temas los dejaremos para más adelante.
En lo que respecta a la esgrima, hay niveles:
- Nivel principiante
- Nivel intermedio
- Nivel avanzado
- Nivel Rey
- Nivel Divino
Aunque suene extraordinario, alcanzar el nivel avanzado es ya un desafío considerable. No he logrado superar el nivel intermedio; supongo que es porque no consigo adaptarme a las espadas tradicionales.
En cuanto a la magia, no existen niveles específicos; dado que el maná es relativamente fácil de controlar, se ha prescindido de clasificaciones estrictas. Sin embargo, en la magia del alma podría considerarse un nivel Divino si uno logra descubrir o crear una nueva forma mágica.
No planeo adentrarme demasiado en esos misterios… Pero debo admitir que suena emocionante.
Un joven renace bajo el nombre de Aleksander Leroy. En esta vida, más que solo estar viviendo como plebeyo, quiere poner en balance a los plebeyos y nobles. Aunque... las cosas salen de otra manera. Un desastre destruye el hogar de Aleksander, obligandolo a viajar junto a su compañera, Isolde Adamah, la princesa. Tras 13 años de tal desastre, parece que nada volvera a ser como antes. Alek busca venganza hacia los culpables del desastre, y, por un pasado poco imaginable, Alek buscara perdón y redención en si mismo.
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