La gente cree en el destino, y muchas veces se basan en ello al momento de elegir una pareja; pero la verdad es otra. Me gustaría adjudicarme todas las bellas historias de amor que se crean día con día, pero eso seria arrogante de mi parte, ya que siendo quien soy, se de buena mano, que el destino no es quien logra esto. Prueba de ello son Tadeo y Raúl, cuya historia me gustaría compartirles.
Empezare por presentarles a los protagonistas de esta historia de amor. El primero es Tadeo, un profesor universitario conocido por su sabiduría y amabilidad, se destacaba entre la multitud por su apariencia; con una estatura de 2 metros diez su cabellera rojiza con pequeños mechones blancos era vista desde la distancia, cuándo uno se acercaba sus ojos verdes y nariz afilada resaltaban sus suaves y delgados labios, pero lo que más hacia suspirar era su tonificado y musculoso cuerpo cubierto por trajes hechos a la medida.
Era el tipo de profesor que al entrar en la sala de conferencias sus alumnos ya le esperaban con anticipación. Sus clases siempre estaban llenas y todas las miradas parecían pegadas en él. Nadie creería que un día la mirada distante que le daba a todos en su clase, se terminaría fijando en una figura casi inexistente para el resto.
Era el inicio del nuevo semestre y entre los numerosos nuevos estudiantes, se encontraba nuestro segundo protagonista: Raúl, con su uno sesenta y cinco lograba pasar desapercibido, su cabello negro y largo siempre iba oculto debajo de su sudadera, sus ojos azules, nariz pequeña y labios gruesos siempre estaban en dirección al suelo, su esbelta figura y ropa obscura le hacían parecer una sombra.
Sin mucho animo Raúl se movía por las instalaciones de la universidad buscando el aula en la que tendría la conferencia de bienvenida. Al llegar al salón el gentío le detuvo delante de la puerta, lentamente y siendo empujado por el resto logra dirigirse hasta la parte de atrás y conseguir un asiento en la esquina más obscura del lugar.
Ahora la siguiente parte querrán decir, vez, como no puede ser el destino, un momento como este no se puede dar, así como si nada, y comprendo que las posibilidades son tan minúsculas que decir destino es la única respuesta lógica que su cerebro puede concebir. Pues cabe recalcar que ese día en esa aula, esta historia dio inicio.
Conociendo lo popular que Tadeo era tanto con los alumnos como con los maestros, el rector había decidido ponerlo a cargo de las pláticas introductorias hace ya unos años, y con el gran éxito que esta medida había tenido, este inicio no seria una excepción. El aula que parecía un mercado debido al numero de voces que se alzaban lugar, sin embargo, en cuanto el pelirrojo puso un pie en el salón, el silencio se manifestó.
Tadeo comenzó saludando a todos los presentes antes de compartirles la información usual de cada año. Tadeo siempre había sido observador, no sólo de la materia que impartía sino también de los estudiantes que llenaban su aula. Por lo que mientras hablaba, se tomó un momento para inspeccionar la habitación abarrotada que tenía frente a él. Lentamente sus ojos barrieron el lugar hasta detenerse en Raúl, oculto en la última fila, con la cabeza ligeramente inclinada, aparentemente tratando de desaparecer entre las páginas del libro en sus manos.
En el segundo en que Tadeo lo vio, no pudo evitar sentir una curiosa conexión con Raúl, quien parecía tan absorto en su libro, como si las palabras que en el se encontraban fueran los tesoros más preciados que jamás había encontrado. Los otros estudiantes permanecían inmersos en el guapo profesor, mientras la irada de Raúl parecía bailar sobre las páginas, capturando cada matiz de lo que ellas le compartían. Aquella vista le era tan extraña a Tadeo que no pudo evitar soltar una leve risa que puso a todas las chicas a suspirar.
Después de 2 horas dando indicaciones Tadeo dio por terminada la platica y le paso el mando al comité de bienvenida dirigido por los alumnos con excelencia. Conforme salía no pudo evitar dar una ultima mirada a aquel extraño estudiante mientras pensaba en lo mucho que le gustaría tenerlo en sus clases.
Los días se convirtieron en semanas y la conciencia que Tadeo tenía de Raúl se hizo más fuerte. Y es que paso algo que otra vez cualquiera diría que fue mi culpa, pero tengamos algo muy presente, si Raúl no fuera un genio, de nada serviría que yo interviniera, así que por supuesto que en este asunto yo tampoco tuve nada que ver. Verán, debido a sus buenas calificaciones y su extraordinario desempeño en el examen de admisión le dieron un premio, el mas ñoño del mundo, le permitieron asistir a una clase de grado superior.
Seguro ya han adivinado lo que paso, y si, la clase premio que le dieron, fue la de Tadeo. Así que en cada una de las clases Tadeo no podía evitar mirarle. No era sólo la destreza académica que demostraba lo que lo intrigaba; era algo más profundo. Fue la forma en que Raúl escuchaba con tanta intensidad, sus ojos llenos de hambre de conocimiento, lo que reflejaba la propia pasión de Tadeo por la enseñanza y le atrapaba por completo.
Llegando a provocar que Tadeo a menudo se encontraba elaborando sus conferencias pensando en Raúl, con la esperanza de despertar aún más su curiosidad. Incluso, en más de una ocasión, se quedó un poco más al terminar la clase, haciendo un esfuerzo por entablar conversación con Raúl, ofreciéndole orientación y recomendaciones. Lamentablemente, cada intento terminaba en un Raúl corriendo fuera del salón con cara de confundido.
Cada vez que esto pasaba, Raúl solo se preguntaba el porque aquel profesor le hablaba, porque le sonreía y saludaba con tanta familiaridad aun que estuviera rodeado por lindas chicas, porque se desviaba de su rutina solo para darle un pequeño detalle, porque seguía intentando ser más cercano a el pese a que siempre huía de él. Por supuesto que Raúl no fue el único en preguntarse eso; debido a el trato que Tadeo le daba, los celos empezaron a crecer en los corazones de los demás alumnos.
Las acciones de Tadeo fueron el golpe final para Raúl, quien ya era un inadaptado social menospreciado entre sus pares.
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