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Miraba al cielo estrellado todas las noches queriendo verla nuevamente porque sabía que ella se encontraba allí: en el firmamento. Había pasado un año desde que ayudé a Linnet, la Exploradora de Grumsier, a detener el ataque de las terribles maquinas de la tierra 26; pero después de que ella se retirara nuevamente a su base, quizás en su tierra o en otro lado mientras iba en búsqueda de nuevos mundos que explorar, yo quedé completamente solo. Como habrán leído, en mi libro anterior, perdí a mi incomprendido padre a manos de una de esas maquinas malignas que respondían ante el emperador Explorer y aunque todas las abominaciones de ese mundo fueron destruidas en los polos árticos, eso no cambiaba mi triste situación económica: no tenía mucho dinero del cual disponer porque gran parte de la herencia de mi benévolo padre me fue dada en vida para poder construir el observatorio y el resto que se me dio tras su muerte apenas me alcanzaría para poder subsistir unos meses. El negocio de las estrellas mucho me temo que no es demasiado rentable.
Pensando en cómo salir de semejante apuro económico fue que tuve la brillante idea de contar todas mis experiencias al lado de Linnet durante esa emocionante semana. Me contacte con el inspector Kingswolf, quien ahora era el doctor Kingswolf, y de buen grado me cedió las páginas de su diario en donde relataba todo nuestro encuentro y el encuentro que tuvo con la Exploradora de Grumsier. Durante un apasionado como también nostálgico mes, relaté toda mi experiencia al lado de Linnet llenando más de doscientas páginas en blanco logrando completar el libro que ustedes leyeron anteriormente. Así fue como logré triunfar en un ámbito inesperado para mí: las letras.
2
Cuando publiqué mi libro de “Linnet la Exploradora de Grumsier”, no esperaba que fuese un gran éxito ni mucho menos que tuviese algún reconocimiento por él, solo que me ayudara de mi apuro económico; pero antes de que pudiese saber que era lo que sucedía mi libro se convirtió en un éxito de ventas, dándome más fama de la que imaginé que tendría en un primer momento. Las personas me saludaban en la calle y me pedían una firma en su copia del libro. Para finales del año pasado toda Inglaterra ya sabía de la existencia de Linnet la Exploradora de Grumsier.
3
El dinero que pude reunir no era mucho, pero si era lo suficientemente decente para poder mudarme de aquel viejo observatorio, el cual no tarde en poner en venta, e ir a vivir a una pequeña mansión en las afueras de la ciudad de Londres. Por extraño que parezca el jardín de esa mansión se parecía un poco al que había visto en mis sueños cuando me encontraba con la Exploradora de Grumsier.
Tampoco pienso mentirte estimado lector al decirte que la había olvidado. Al contrario, aun pensaba en ella, no podía apartarla de mis pensamientos ni tampoco quería hacerlo. Gran parte de mis escritos en la novela anterior eran recuerdos muy vividos que habían pasado al papel. Todas las noches, después de su partida, soñaba con ella y, al despertar, no podía dejar de pensar: ¿En donde se encontraría? ¿Qué universo estaría salvando en ese momento? Tampoco dejaba de preguntarme si ella me recordaría. Imaginaba que no debido a que alguien como Linnet debía de haber conocido a miles de personas de otras tierras igual o, quizás, más interesantes que la mía; pero también recordaba de forma vívida la noche en la que bailamos en la gala de mi antiguo y difunto amigo: Timoteo Steel, el hijo de Explorer. Ella me miraba durante aquel baile de una manera demasiado apasionada y enamorada como para poder afirmar o deducir que era alguien más en su lista de conocidos de otros universos, por no mencionar aquellos besos apasionados, aun así las dudas y los recuerdos me eran imposibles de dejar de lado. Suponía que el éxito de mi novela, o mejor dicho de mis experiencias dejadas por escrito, serian suficientes para poder continuar con lo que había decidido empezar el año pasado. Sabiendo cómo era el ártico ya tenía la ventaja de contratar una tripulación confiable para poder explorarlo a profundidad, sin embargo fue durante la noche anterior a que contratase a la valiente tripulación que ella retornó.
4
Me encontraba durmiendo y en mis sueños se repetía aquella visión de los niños corriendo por lo que efectivamente parecía el jardín de mi nueva casa. También intenté, como la vez anterior, observar a la madre de esos niños; pero no podía por más que quería. La luz blanca del sol me cegaba por completo, al tratar, fútilmente, de ver aquel rostro fue cuando la escuché nuevamente: su voz era como un susurro; pero la pude reconocer por su tono directo y poco femenino aunque fuese una mujer.
- Hola John- me saludó ella en sueños
Me desperté sobresaltado debido a que aquella voz había sonado demasiado fuerte como para ser un sueño. En ese momento me encontraba vestido con mi pijama de seda y, tras incorporarme, pude ver que en frente de la cabecera de mi cama, la cual poseía dos columnas de seda roja, dos ojos azules demasiado relucientes como si fuese el brillo de unas luciérnagas, o quizas de las mismas estrellas, tras adaptar mi visión a la oscuridad reconocí a quien se encontraba sentada delante de mí: era ella, la joven Exploradora de Grumsier, Linnet Bridas.
5
En aquella silla de madera con cojines rojos se encontraba sentada, con las piernas cruzadas de forma masculina mientras leía mi libro, la mujer que nunca pude olvidar desde que la conocí el año anterior. Allí se encontraba, como si de un sueño se tratase, la hermosa Linnet Bridas, la Exploradora de Grumsier, quien al parecer tenía el rostro muy tranquilo y algo divertido mientras leía mi novela.
- Cielos ¿En realidad soy tan malhumorada como lo cuentas, John?- me preguntó Linnet con un tono de voz muy suave y, a la vez, alegre
- Li… Lin… Linnet- tartamudeaba sorprendido al ver una vez más la presencia de aquella esplendorosa mujer
- Ese es mi nombre querido- me respondió Linnet continuando con su lectura- no lo gastes o tendré que obligarte a comprarme uno nuevo
Tras decirme eso dirigió su mirada a donde me encontraba y me guiñó un ojo.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- le pregunté lentamente, pensando en cada palabra que decía
- Sí, yo también estoy feliz de verte- me habló con cierta frialdad, levantándose de la silla y paseándose por la habitación- lindo cuarto querido, supongo que ese viejo observatorio ya no debía serte muy cómodo ¿Verdad?
- Por favor no me malinterpretes Linnet, estoy muy feliz de verte; pero me sorprende que hayas venido a visitarme- bajando la mirada, ruborizándome al hacerlo, añadí con un tono de pena- pensé que te habrías olvidado de mi
- ¿Por qué lo haría? ¿Acaso no dije que te quería?- me respondió Linnet dejando de lado su malhumor y con un tono de confidente alegría añadió- nunca me había entretenido tanto salvando al mundo. Lamento todavía lo de tu padre; pero no puedes decirme que tú tampoco encontraste emocionante toda nuestra aventura el año anterior… por lo menos, según tus propias palabras en este librito, fue un evento inigualable, irrepetible y emocionante al punto de que retrataste todo lo vivido de forma tan detallada que casi parece una fotografía antes que una novela
- No deseaba olvidarte y quise escribir nuestra aventura- me confesé tratando de evitar algún posible problema por haber escrito sobre su unidad sin su consentimiento, aunque también le decía la verdad. No deseaba olvidarla y por eso había escrito todo lo que recordaba- también Kingswolf decidió prestarme algunas hojas de su diario para poder completar la obra, él ahora es un doctor ¡Genial! ¿No?
- Eso es muy tierno John- sonrió Linnet hablando con una voz muy dulce- pero debiste preguntarme o intentar contactarme, intentar ver si tenias mi consentimiento al querer publicar nuestra aventura y dar a conocer a los habitantes de este universo la existencia de los Exploradores… esto me lleva a dos opciones
- ¿Cuáles son?- le pregunté asustado ante la idea de ser castigado justamente por ella
- La primera es que yo te arreste por divulgar información clasificada- me respondió Linnet cruzándose de brazos, adoptando una expresión severa y cerrando sus ojos acentuando su seriedad
- ¡Cielos!- exclamé aterrado ante aquella posibilidad, Linnet sonrió y, abriendo su ojo derecho, añadió
- Pero la segunda es más interesante y algo divertida
- ¿De qué trata?- le pregunté dejando de lado cualquier miedo, siendo este reemplazado por una alegre curiosidad
- Tras hablar con Grutsie, mi superior en el escuadrón de Exploradores, logré convencerlo de que te acepten como uno de los nuestros- me contó Linnet con un tono divertido que delataba su emoción por lo sucedido al punto de exclamar- ¡Felicitaciones por tu nuevo empleo, amigo!
Lancé una exclamación de alegría y miedo al oír eso. Por un lado yo me convertiría en un buscador de las estrellas; pero, por otro lado, tendría que morir para poder llegar a hacerlo. Aquello me dejó en un terrible predicamento que la misma Linnet resolvió con una pequeña y gruesa risita:
- Tranquilo John, no es necesario que mueras para ser de los nuestros, con que te comprometas a acudir a nuestro llamado será más que necesario
- ¿Y qué tengo que hacer?- pregunté, suspirando de alivio
- Dar testimonio de todo lo que suceda en nuestras misiones, algo bastante simple para ti, por lo visto en este librito no te será ningún problema el recordar todo lo sucedido- me contestó Linnet con un tono tranquilo; pero un poco severo a la vez
- ¿Nuestras?- pregunté confundido ante su dicho
- Sip, nuestras, adivina quién será tu instructora y compañera- me contestó señalándose con el dedo
- ¿Tú?... no lo puedo creer- susurré asombrado, una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar en la posibilidad de tener a mi amada amiga como compañera de aventuras que me enseñaría todo lo necesario para ser un héroe similar a los de aquellas historias de caballeros y princesas
- Pues mejor que lo hagas, ahora busca algo con que vestirte bello durmiente porque necesito que me acompañes a un universo que podría correr un gran peligro- me ordenó Linnet adoptando su característico tono de mando que inspiraba confianza antes que enojo
- ¡De inmediato, Linnet!- le respondí sintiéndome muy feliz por la aventura que me aguardaba
- Veo que elegiste la opción dos, me alegra, siempre supe que tenias madera para ser un Explorador- sonrió Linnet quien no dejó de verme ni siquiera cuando me puse los pantalones y la camisa debajo de la pijama, al terminar ella añadió- ahora vámonos
Al terminar de vestirme ella se acercó a mí y me tomó de la mano, sin poder evitarlo me ruboricé y algo me dice que ella también lo hizo, al sujetarla vi como nos convertíamos en pequeños puntos luminosos que se desprendían hacia el firmamento. Ambos desaparecimos de aquella habitación e iniciamos el viaje hacia otro universo: el mundo 212.
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