No puedo moverme.
…
Mi cuerpo se siente pesado……me cuesta respirar……
……………
Lo único que puedo hacer es mirar a mi alrededor con los ojos…
…
…
…
Se oyen ruidos a mi derecha……
“ya viene” piensa.
La radio apagada hace interferencia.
Quiero cerrar los ojos pero no puedo……si lo hago, no podré escapar…
De madrugada en una oscura habitación sin ventanas, no se ve…¿nada?
Dos círculos rojos se iluminan entre la oscuridad, sobre la cama donde Paul duerme. El aire es pesado y hay una gran presión como si la gravedad se hubiera incrementado en toda la habitación.
Paul intenta desviar la mirada hacia otro lado, todo lo que sus globos oculares le permiten, porque tampoco puede mover la cabeza.
Si aguanta un poco más, solo un poco más, quizás se despierte en seguida.
Las luces rojas lo miran de cerca, se mueven lentamente de un lado a otro. Paul siente manos en su cara pero no puede verlas, de la oscuridad ve salir dos brazos, sin color, sin luz que le agarran del cuello. Siente los dedos acomodarse y después una presión enorme.
No pued-
…
Vete
Vete
Vete
…
Vet-
La habitación se enrojece.
La sombra en negro resalta.
De repente no hay presión.
Su visión se ennublece, todo se va apagando hasta que no hay nada.
Está oscuro pero se pueden vislumbrar los objetos de la habitación.
Paul puede respirar, pero se ha olvidado de cómo se hace, lo único que hace es mirar hacia un punto fijo en la pared, siente las retinas frías.
Un golpe hueco lo devuelve a la realidad.
-Toma, aquí tienes la medicina. Yo ya he desayunado y lo tuyo está en la mesa del salón, mejor que vayas antes de que se enfríe-
La chica abandona la habitación. Paul no se había dado cuenta de que ya podía moverse de nuevo, aunque sus extremidades se sentían algo flácidas y adormecidas, las agitó para despertarlas antes. Era una sensación un tanto desagradable.
Aún no podía respirar bien, inspirar profundamente pero no podía y aún temblaba un poco. Cuando recuperó el tacto se dio cuenta de que la almohada y parte del colchón estaban sudados, otra vez.
Este tipo de evento nocturno pasaba a menudo, no todos los días pero sí casi todos. Se sentó en el filo de la cama y observó el vaso de vidrio ahumado, al lado un recorte de aluminio con una pastilla. Paul se bebió el agua pero guardó la pastilla en un cajón bajo su ropa.
Qué pesada, no pienso tomarme el veneno.
¿Cuántas tendría ya guardadas en el cajón? Quién sabe, a veces se las tomaba porque su hermana no le quitaba el ojo de encima y cuando podía las escondía o se deshacía de ellas. Normalmente solo tenía éxito cuando Pie-P se marchaba muy temprano para trabajar, como hoy.
Paul salió de la habitación con el vaso en la mano y encontró a su hermana agitada rebuscando entre algunas cajas del salón, derramó la vista en la mesa al lado de la puerta encontrando su desayuno mientras iba camino al fregadero.
-¿Qué buscas?-
-Ay, mi otro pendiente, ¡lo dejé aquí anoche pero solo había uno esta mañana!-
Paul se sentó en la silla y empezó a beber su café.
-Ciega, está allí al lado de la pata del sofá- Le señaló con el dedo y mordiendo el filo de la taza.
-¡Ah, Me he puesto nerviosa y ya no lo veía!-
Pie-P limpió apresuradamente el pendiente con su rebeca y se lo puso.
-Bueno, yo ya me marcho. Recuerda que Yaki viene hoy a acompañarte en tu paseo, ¡no te vayas a ir solo!-
-Si~si~ que te sea leve el trabajo-
-Chao chao, pórtate bien-
Se marchó cerrando suavemente la puerta y Paul siguió con su desayuno.
…
¿De repente?
Felicidad.
Hoy vería a Yaki, la última vez había sido hace una semana, le habían tocado turnos extra en su trabajo. Pero hoy pasearía con ella, agarraditos del brazo, bueno, del brazo de ella por si le daba por desmayarse como de costumbre, pero estarían pegaditos y consciente. Se le cayó el sucedáneo de pan a medio masticar de la boca en la taza que estaba a punto de sorber y le salpicó en los ojos y la camiseta. Dio un bote en el sitio del susto y se quejó de haberse manchado, al menos era la camiseta de dormir, habría sido malo que fuera ropa de vestir, no se la podría poner hasta que no se acumulara suficiente ropa y para que eso ocurriera debían pasar muuuuchas semanas. La ropa de dormir no importaba tanto aunque el café era bastante espeso y olía muy fuerte, tendría que aguantarse.
Enjuagó rápido los platos y fue corriendo a vestirse, no sabía a qué hora llegaría Yaki así que quería estar preparado lo antes posible. Pasó cerca de media hora hasta que alguien llamó por fin a la puerta, Paul salió disparado hacia ella aunque tampoco es que la entrada estuviera muy lejos del sofá.
—HO..hm..hola Yaki, que temprano —
—Buenos dias~ —
Entró y cerró la puerta tras ella.
Ella se giró en el sitio y lo miró. —Necesitas coger algo antes de salir?— preguntó.
Paul negó tímidamente con la cabeza y volvió a abrir la puerta, dejó que Yaki saliera primero y después él cerró bien con llave.
Paul enseguida pidió permiso para agarrarse del brazo de Yaki quien accedió, era algo normal pero Paul siempre pedía permiso. Estaba muy emocionado por recibir cualquier tipo de contacto físico con Yaki, ¡algún día incluso podrían ir de la mano!
Verlos caminar por las losas rotas y estropeadas más que como novios parecía que una chica joven estaba cuidando de algún paciente de algún asilo de la forma en la que Paul se dejaba caer al lado de ella.
Yaki estaba contenta, hoy era su día libre y aunque esta actividad fuera en parte un deber, era bastante relajante pasear con su amigo. Aún les quedaría unos 20 minutos de paseo hasta llegar a donde están los círculos solares. Ella no podía entrar, solo quienes lo habían recetado pueden; había escuchado de Paul que no era un lugar muy acogedor que digamos, era agradable que por fin te diera algo de luz solar, pero tenía que estar de pie como un maniquí durante el tiempo que tuvieras prescrito. El suelo enarenado que crujía al pisar, la ropa se llenaba de polvo aunque pasaras poco tiempo fuera de los edificios,el ruido metálico y ensordecedor de los respiradores industriales, las voces de la gente y los ruidos propios del trabajo… No había ningún espacio tranquilo en aquella ciudad, al menos en el barrio en el que ellos vivían.
Una vez llegaron al edificio solar Paul entró y Yaki se quedó fuera apoyada en la pared del edificio. Dentro, los trabajadores le escanearon la retina para encontrar pasar lista como de costumbre, no importaba que Paul estuviera viniendo casi desde siempre y ellos ya lo conocieran de vista, tenía que pasar estrictamente el escáner. Dentro de la sala circular había un gran ventanal en el techo por donde entraba tímidamente el sol, el suelo tenía césped artificial, no había banco donde sentarse y el atrezo del suelo pinchaba y era incómodo. Paul miró hacia la ventana del techo y cerró los ojos, tener la vista acomodada a la oscuridad de la ciudad hacía que con la más leve luz le dolieran los ojos. Aquel lugar era el único en el que había silencio, las salas estaban insonorizadas y el único sonido que podía escucharse era el de tu propia respiración y la del altavoz para decirte que tu sesión había acabado. Las sesiones de Paul eran de 30 minutos, era lo máximo que sus padres le habían conseguido. «menuda mierda...» pensó, no podía sentir que estas sesiones le estuviesen provocando ninguna mejora a su salud y luego le dolerían los tobillos y la espalda de estar de pie sin hacer nada.
El eco del altavoz resonó en la habitación y Paul salió con prisa de allí. Se encontró con Yaki dando vueltas en el sitio para que no se le agarrotaran las piernas.
—¿Quieres que vayamos a otro sitio o volvemos ya a casa? — Preguntó Yaki mientras lo cogía del brazo.
—¿Podríamos pasear un poco más?
—Claro, como quieras.
Continuaron su paseo, aunque estar fuera no fuera algo realmente agradable, quedarse encerrado demasiado tiempo le afectaba bastante a Paul. La ansiedad lo devoraba si pasaba más de 3 días encerrado, aunque fuera solo salir a la calle y quedarse parado, el solo quería dejar de ver las cuatro paredes que eran su casa aunque fuera durante unos minutos.
La zona en la que vivían era sobretodo de edificios de fábricas,el traqueteo metálico con eco que provenía de sus interiores se mezclaba entre ellos al salir y se volvia ensordecedor haciendo muy desagradable la experiencia de salir de casa, no es que el ruido no llegara al interior de las residencias pero fuera era aún peor y al final del dia acababan con la cabeza como un bombo.
Cuando pasaban cerca de una de las fachadas, Paul se percató en especial de un cartel de apariencia oficial y se detuvo a su altura, Yaki se paró en seguida que notó a su compañero.
—¿Ocurre algo? —preguntó inclinándose para mirarlo a la cara ya que no sabía a qué miraba exactamente. —Estaba intentando leer lo que pone en ese cartel —. Yaki se puso a leer lo que aquel cartel oficial decía. «Celebración del 87º torneo de ingenio y habilidades motrices. Un año más, el premio es la milagrosa pastilla OBEBET. Es una oportunidad única, no lo dejes pasar, Apúntate antes del 45 de Greda»
Yaki hizo una mueca de disgusto. — Otra vez este estúpido concurso...—. Paul no dijo nada, se quedó callado observándola hablar. No quería decir nada porque a él si que le pareció buena idea, a decir verdad nunca había oído hablar de este torneo “anual”, al parecer, quizás se debía a que a penas salía de su casa por su enfermedad sobretodo porque al principio le costaba más controlar sus emociones y cómo caerse sin abrirse la cabeza o romperse la nariz. Se sentía bastante avergonzado de que a él si le pareciese buena idea mientras que Yaki la despreciaba abiertamente.
No dijo nada, siguió a Yaki cuando ésta emprendió la marcha de nuevo impacientemente por el disgusto que le había ocasionado la visión de aquella publicidad.
— Es un engaña-bobos, solo hacen esto para reírse de nosotros, no se como nadie se da cuenta y les siguen el juego. Solo lo hacen para divertirse viéndonos retorcer de desesperación para conseguir algo que es vital y que ni siquiera podemos soñar con él.
Después de pasear por un rato más volvieron a casa, Yaki se ofreció a hacerle la comida pero Paul intentó negarse, sin éxito. Su hermana no volvería hasta la noche y él seguramente cogería cualquier cosa para comer en vez de comer en condiciones.
Cuando Yaki aún estaba haciendo la comida, se escuchó un golpe fuerte en el suelo y ella se giró rápidamente para encontrarse con Paul tirado en el suelo, le había dado un ataque a mitad de conversación. Apartó las cosas de la vitrocerámica durante un momento y fue a ayudarlo, lo agarró por detrás pasando los brazos bajo sus axilas, lo incorporó un poco apoyándolo en ella y se lo llevó arrastrando hasta la cama. Lo dejó ahí y se volvió de nuevo a la cocina, cuando terminó decidió que no iría a despertarlo, después de todo que estuviera dormido no significaba que pudiese despertar cuando quisiera, le tapó la comida y se la dejó en la encimera y se sentó a leer en el pequeño sofá del salón.
Pasaron un par de horas hasta que Paul finalmente se despertó.
Se levantó entumecido y desorientado llamando a Yaki, ella se levantó apresuradamente y fue a verlo.
— ¿Te encuentras bien?—. Paul la miró algo adormecido mientras intentaba incorporarse. — Si… ¿Cuánto tiempo he dormido?— se sobo un poco la cabeza. — Dos horas, te he dejado la comida en la encimera. — Gracias.
Yaki se ofreció a ayudarlo a levantarse, pero él negó con la mano mientras se levantaba pesadamente. A veces sentía que su cuerpo pesaba 3 veces más y otras veces se despertaba normal, no sabía muy bien por qué y ya hacía tiempo que dejó de darle vueltas a una posible razón. Yaki se volvió al sofá mientras Paul fue directamente a por la comida, se sentó en la mesa y comenzó a comer. Aquello no era nada especial, en cuestión de comidas, no porque quien lo hizo lo hiciese mal, era casi artificial y todo parecía poder desmigajarse.
— Yaki, si quieres puedes marcharte ya, no me va a pasar nada y ya se está haciendo tarde— dijo apoyándose sobre el respaldo del sofá. Yaki lo miró pensativa unos segundos —¿Estás seguro? Aún queda un buen rato para que Pie vuelva.
A ella no le molestaba cuidar de él, pero había veces en las que parecía que él se sentía incómodo y le pedía marcharse antes de tiempo, no entendía muy bien por qué pero no quería incomodarlo más atosigándolo. — De acuerdo, pero si te sientes mal llámame y vendré enseguida.
— Si, buenas noches— la despidió en la puerta. Una vez solo le costó mucho reprimir un nerviosismo pellizcante en el estómago, «no debería haber hecho eso» pensó, ¿qué más hubiese querido que pasar más rato con ella a solas? Pero se puso nervioso, muy, muy nervioso y se desmayó. La había pifiado, siempre se sentía como un payaso cuando se desmayaba delante de ella y como tampoco podía controlar cuánto tiempo dormía pues se sentía como una carga, a nadie le gusta tener que estar en un sitio cuidando de alguien que está dormido cuando bien podrías estar encargándote de tus propios asuntos o disfrutando de tu tiempo libre.
Entró la noche y su hermana también volvió a casa, venía con una bolsa en la mano que contenía comida envasada. Paul la recibió y ambos se sentaron en la mesa; Pie estaba bastante cansada, su jornada de 18 horas había sido horrible como de costumbre. Con suerte solo quedaba un par de días más antes de su descanso que usaría para dormir todo el día. Como Paul no podía trabajar, ella tenía que realizar turnos dobles para poder subsistir.
Pie se fue directamente a la cama después de cenar, tampoco tenía muchas horas restantes antes de volver a entrar al trabajo y desperdiciarlas sería aún peor para su salud.
Pie-P……no, “Penélope” es quien trabaja en la familia, a pesar de que se centra mucho en la enfermedad de su hermano, ella también está enferma, como todos en esta ciudad. Sufre un tipo de trastorno epileptico que mantiene a raya con medicación, sin embargo, sería mucho más eficaz que recibiera una cirugía pero no puede permitírselo. Sus padres fallecieron hace un tiempo a causa de varios problemas de salud, muchas veces sabes que estás enfermo pero no quiere decir que puedas tratarlo, decidieron intentar que al menos sus hijos pudiesen recibir un trato constante. Las cabinas solares para Paul y unas pastillas más fuertes para Penélope.
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