El sonido del viento silbando hacía que se replanteara la idea de perderse entre los árboles, pero la curiosidad es más fuerte que el deseo de correr lejos. Las calles vacías del pueblo eran la prueba irrefutable de que algo no estaba bien, ¿Qué podría pasar en la víspera de la misa por santa cena? Se suponía que el padre de la iglesia tendría respuestas o alguna explicación, pero tampoco estaba.
Un ruido retumbaba en la oscuridad, cada vez está más cerca.¿Por qué los árboles empiezan a verse extraños? Volver no es una mala idea, su padre siempre le decía: "no entres en el bosque sin compañía", pero nadie sabe sobre obedecer cuando el misterio llama.
Voces, como susurros perdidos, llegaron como una invitación, cada vez estaba más cerca de saber. Las hojas crujían bajo sus pies, quizás eran advertencias, si hubiera escuchado a la naturaleza habría aprendido una gran lección.
Son murmullos y un tambor, las llamas iluminan un claro con la ferocidad del aliento naranja de un dragón, el cielo nocturno abrió sus ojos casi con burla y las chispas se confunden con las luciérnagas.
Todo queda en silencio, las miradas son perversas y a pesar de conocer sus rostros ahora mismo parecen monstruos.El murmullo vuelve con efusividad, habla sobre el tiempo justo, una elección divina, un regalo de los cielos para alcanzar la santidad. Se oyen las campanadas de la medianoche, sus gritos de horror se mezclan con súplicas a su padre, pide piedad, pero las bestias cegadas no conocen sobre eso.
Su sangre llena una jarra como si fuera un barril de vino, su carne cortada está en la mano derecha de cada monstruo, la oración del santo padre promete una vida eterna y La Santa Cena culmina bajo los miles de ojos del cielo nocturno
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