Mi nombre es Luca.
Soy un joven aparentemente normal en un mundo aparentemente normal... o lo era hasta que ÉL apareció en mi vida.
¿Que quién es ÉL? Bueno, para poder explicaros será mejor que comencemos por el principio, por aquel día en el que todo cambió...
* * * * * * * * * * * * * * *
La lluvia caía con fuerza aquella oscura y lúgubre tarde. Me limitaba a pasear por las calles de la ciudad sin rumbo fijo, vagando cual alma errante, sin destino, ni lugar al que regresar... Me hallaba perdido en medio de mi propia soledad y desesperación...
Notaba las gotas impactar en mi chaqueta con violencia, para posteriormente descender por ella, empapándola. Mis pies se hundían en los charcos generados por el agua que se acumulaba en los boquetes del duro asfalto, empapándose de igual manera. Sin embargo no me importaba. Había perdido toda ilusión, había perdido toda esperanza... En definitiva, había perdido la voluntad, y sobretodo, había perdido las ganas de vivir...
La gente caminaba inmersa en sus cosas, como era habitual en una ciudad o, mejor dicho, en una calle tan transitada. Pero pese al barullo apenas podía escuchar sus voces. Y por mucho que mirara tampoco alcanzaba a distinguir sus rostros. Todo el mundo parecía un gran borrón ante mis ojos. Sé que en parte se debía a las gotas de lluvia que resbalaban desde mi ya lacio flequillo hasta mis ojos. Sin embargo el resto eran mis propios pensamientos.
Y en medio de aquel extraño mundo desdibujado me invadía un profundo sentimiento de tristeza, de apatía absoluta. Todo se sentía... distante... oscuro... solitario... vacío...
Me detuve de repente y levanté el rostro, notando como las frías gotas lo empapaban. Sinceramente no sé qué buscaba con ello. Quizás pretendía hallar esa esperanza que necesitaba en medio de aquel banco de densas y oscuras nubes. Quizás simplemente lo hice para tratar de evadirme... quién sabe. ¿Pero acaso importaba?
Los párpados me pesaban como piedras. La presión que sentía en la cabeza comenzaba a hacerse insoportable pero... no importaba. Realmente nada importaba, ni yo mismo, ni el mundo que me rodeaba.
En esos momentos en mi mente solo había un único pensamiento que no hacía sino repetirse sin descanso una y otra y otra vez, como si se tratara de un mantra interminable. Aquel pensamiento llevaba ya un tiempo rigiendo mi vida pero ahora se había hecho mucho más intenso y certero.
"Debería dejar de existir"
Sí, dejar de existir sería lo mejor. No aportaba nada al mundo. No aportaba nada a nadie. Era simple escoria, basura que debería ser desechada. Total, tampoco me iban a echar de menos. Después de todo por mucho que quisiera evitar pensarlo, la realidad era dura: estaba solo. No tenía a nadie más que a mí mismo y... solo pensarlo era doloroso.
Y si dejase de existir en ese preciso instante tampoco importaría. Después de todo no era más que eso, escoria, basura. Solo merecía desaparecer de este mundo...
Sentí un fuerte calor en el pecho, mis ojos se cerraron de repente y después... llegó el frio... y la oscuridad...
...
Y para cuando abrí los ojos no podía estar más confuso.
Delante de mí había un chico. Era algo más alto que yo, también tenía una complexión más atlética y la espalda más ancha. Llevaba una extraña máscara de calavera que cubría todo su rostro salvo la zona de la boca y... espera... ¿eso era una guadaña? Y no solo eso. No tocaba el suelo... ¡¿qué demonios?! ¡Estaba flotando! ¡Estaba flotando delante de mis narices! Eso no tenía nada de sentido.
-Vaya vaya. Ya era hora de que abrieras los ojos. –dijo sonriendo, en un tono un tanto burlón.
A medida que me despejaba pude distinguirlo con más claridad.
Iba vestido con lo que parecía ropa normal y corriente, salvo porque llevaba una larga túnica cuya capucha cubría su cabeza. Algún cabello le caía sobre la máscara y gracias a ello logré averiguar cómo tenía el pelo. Era negro, negro como el azabache, pero se vislumbraban ciertos tintes blanquecinos... ¿o eran plateados?... ¿Mechas quizá?... ¿De todos modos que hacía deteniéndome a mirarlo tanto si ni siquiera sabía de donde leches había salido?
Para cuando quise darme cuenta lo tenía delante de mis narices, agitando la mano ante mis ojos para que reaccionara.
-Eh oye, ¿estás aquí o en otra parte? Que te estoy hablando, eh. Es de mala educación no escuchar a la gente cuando te habla, y más aún cuando tienen algo tan importante que decirte.
¿A que se referiría con eso? ¿Algo importante que decirme? ¡Si ni siquiera lo conocía! ¿De qué iba todo ese extraño juego sin sentido? ¿Quizás estaba soñando? Era lo más probable.
En ese momento agité la cabeza para volver en mí y levantarme. No quería tener nada que ver con ese tipo tan molesto.
-Oye no sé quién eres ni qué quieres pero no tengo ningún asunto que hablar contig...
No pude acabar la frase ya que quedé paralizado con lo que mis ojos contemplaron.
Estaba aún en aquella transitada calle pero... me encontraba rodeado de gente. Todos hablaban y cuchicheaban entre ellos con falsas expresiones de lástima. Mira que sabía que la gente podía llegar a ser realmente hipócrita pero cada vez me sorprendía más del cuánto.
Aunque lo más inquietante fue lo que me encontré al mirar al suelo...
Había un cuerpo, un cuerpo aparentemente inconsciente yacía tendido allí en medio de la calle. Ahora ya tenía claro que aquel era el objetivo de las palabras y miradas de todas aquellas personas que se congregaban a su alrededor. Entonces decidí analizarlo con más detenimiento. Esa chaqueta empapada... aquellos cabellos claros... ¿era...yo? Pero... ¿cómo? ¿Cuándo...? ¿Cómo podía estar ahí si estaba aquí? Esto no tenía nada de sentido. ¡Desafiaba toda lógica!
-N-no puede ser... -se me escapó, sin poder creer lo que veían mis ojos.
-¿Curioso eh? Estar muerto es algo que a todos os impacta al principio. Aunque hombre, verse a uno mismo delante de tus propias narices no es algo que suceda todos los días.
Aquel chico reía entre dientes mientras me miraba con la guadaña sobre sus hombros y los brazos colgando de ella en actitud divertida y pasota. No sé si es que esto para él era un juego o simplemente era un maldito imbécil... Espera espera.... ¿Acababa de decir "muerto"? ¿Yo? ¿Muerto? Eso tenía aún menos lógica.
-¿Si estoy aquí como voy a estar muerto? Mira no sé qué te habrás fumado pero ya basta con la bromita.
-No es ninguna broma. –suspiró mientras bajaba la guadaña y me apuntaba con ella. –Tú has muerto. Esta es tu alma y ese de ahí es tu cuerpo. Y yo como ángel de la muerte que soy he venido a hacer mi trabajo. Y para ello solo necesito cumplir algo muy sencillo. –Entonces tocó con la guadaña en mi pecho y su expresión se tornó ciertamente más seria. –Tengo que llevarme tu alma.
¿Mi alma? ¿Llevársela? ¿Adonde? ¿Qué significaba eso? ¿Acaso todas esas tonterías del cielo el infierno y todas esas tomaduras de pelo existían de verdad? ¿Y de ser así que pasaría conmigo? ¿Dónde pretendía llevarse mi alma?
-E-eh o-oye espera. –dije con cierto temblor en la voz, presa del miedo. ¿Significaba eso que iba a desaparecer? ¿Para siempre? Pero... yo no quería desaparecer... No. Yo quería seguir. Tenía que haber otra posibilidad... Sí, tenía que haberla.
Notaba que a mi alrededor todo comenzaba a oscurecerse y emborronarse cada vez más. No, no quería, no quería irme. Aún no. Tenía que ser un error. Todo esto que me estaba pasando no podía ser más que un gran y maldito error.
-¡¡ESPERA!!
Grité con todas mis fuerzas pero a mis pies el suelo cambió su apariencia en cuestión de segundos. De repente se tornó fluido como el petróleo y comenzó a engullirme sin piedad, como si de arenas movedizas se tratara.
Y mientras todo eso ocurría aquel chico me miraba flotando sobre mí. Esa maldita habilidad para flotar a su antojo estaba empezando a tocarme seriamente la moral.
-Bien... debido a tus pecados supongo que... o bien acabarás en el infierno o en el purgatorio. –decía tan tranquilo. ¿Pero de qué iba ese tipo? Me estaba engullendo el suelo y no parecía importarle lo más mínimo. -La verdad... no sé cuál será peor de los dos.
Tan solo pude limitarme a ver cómo arqueaba los hombros sin mover un dedo para ayudarme mientras aquella cosa terminaba por devorarme...
Lo que experimenté acto seguido es algo indescriptible.
Me encontré totalmente rodeado de fuego. Pero no solo a mi alrededor, yo mismo me encontraba en la misma situación.
Mi cuerpo ardía, ardía por dentro y por fuera. Las lágrimas me bajaban, o lo harían si el calor no fuera tan abrasador pues enseguida se evaporaban solas. Me quemaba, me dolía, era pura agonía y yo no podía hacer sino gritar pero... de mi boca no surgía sonido alguno. ¿Acaso también me había quedado sin voz?
Contemplaba mi piel y carne calcinarse con la violencia de las llamas. Eso era lo más doloroso que jamás hubiera experimentado y seguramente fuera a experimentar...
Al rato y para mi suerte, terminó, aunque solo para que la agonía cambiase de forma.
El fuego desapareció y de inmediato me encontré encadenado a una inmensa roca en mitad de una empinada y escarpada montaña que parecía no tener fin, ya que por más que buscaba la cima mi vista no alcanzaba a verla por ninguna parte. Creía haber leído algo así en clase alguna vez. Quizás... ¿una leyenda mitológica...? Era algo relacionado con el tar...
No me dio tiempo ni de pensarlo. En apenas lo que dura un parpadeo la roca perdió su estabilidad y rodó montaña abajo, arrastrándome consigo.
Sentía como mis huesos se quebraban en mil pedazos con la caída. Los escuchaba romperse uno tras otro, sin parar, como si fueran simples listones de madera. La verdad, retiro lo del fuego, esto sin duda era lo más doloroso y agónico que haya experimentado nunca.
Y quería que parase, necesitaba que parase... No podía seguir así. De seguir con esta tortura tan inhumana y cruel acabaría volviéndome loco.
La caída parecía no tener fin pero cuando llegué a la base de la montaña terminé siendo golpeado con el suelo. No sé qué aspecto tenía en ese momento pero dudo que fuera muy bueno. Apenas podía enfocar la vista...
Delante de mí aparecían imágenes, personas a las que había hecho daño... Todas ellas se reían de mi desgracia...
No podía más... Esto ya era demasiado. El dolor, el ardor, aquellas risas... no quería seguir...
Las lágrimas comenzaron a bajar de mis ojos con más fuerza.
-P-por favor... -y palabras suplicantes brotaron de mis labios con dificultad. Incluso el solo hecho de tratar de hablar dolía. –P-para... t-te lo ruego...
Los sollozos golpeaban mi pecho con violencia mientras las lágrimas me empapaban el rostro. No quería seguir así... Tenía que haber algo... otra oportunidad... En las películas siempre daban segundas oportunidades ¿no? En la vida real también debería ser así.
-DETENTE. QUIERO VIVIR.
Grité con todas mis fuerzas aquellas palabras y todo se detuvo de repente, haciéndome regresar al punto de partida.
Comprobé con asombro que cada hueso, cada musculo... todo estaba en su sitio. No tenía un solo rasguño. Hasta mi ropa estaba como si nunca hubiera pasado nada, como si todo hubiera sido un horrible sueño, o, mejor dicho, la más horrible de las pesadillas.
Y ahí volvía a estar él, delante de mí. Su expresión parecía confusa y no entendía a qué podría deberse.
-Vaya, esto es nuevo. –se rascaba la nuca desviando la mirada. Parecía que realmente no tenía ni idea de que había pasado. Aunque lo cierto es que yo tampoco la tenía. –Osea que ahora quieres vivir. Tú, que deseaste morir, ahora quieres vivir. –comenzó a reír un tanto nervioso, pasándose la mano por la frente. –Esto no tiene ni puto sentido. ¿Así cómo coño voy a cumplir con mi trabajo? Nadie me dijo que me tocaría el rebelde de turno. –mira quién fue a hablar.
Enjugué mis lágrimas con la manga de la chaqueta y me quedé mirándolo, rogándole sin decir palabra, tan solo con la mirada.
Realmente no quería morir. Aun había muchas cosas que quería hacer, muchos lugares que ver, gente que conocer... Ni siquiera sé cómo terminé así, siendo tan penoso...
-No me mires con ojitos de cordero degollado. No puedo hacer nada. Esto va contra natura. Tú estás muerto, yo me llevo tu alma, cumples tu condena. Es así como funciona.
-Pero no... ¿no hay otra posibilidad...? Algo, lo que sea... No quiero terminar así mi vida. –odiaba suplicar pero si era necesario y no quedaba de otra... solo esperaba que funcionara. Estaba verdaderamente aterrado.
El chico dejó la guadaña en el suelo y se quedó caminando de brazos cruzados de un lado a otro de aquella extraña nada, pensando.
Se tiró así un buen rato hasta que por fin se detuvo y me miró.
-Levántate.
Nada más decirlo obedecí y me puse en pie, esperando que fueran buenas noticias para mí.
-Hay una posibilidad para que vivas. Pero no sé si funcionará y tampoco por cuánto tiempo. Además tiene un precio. El precio a pagar es alto y no será fácil –se había puesto muy serio de repente. Esto era algo importante sin duda.
-Lo que sea. No me importa. Quiero hacer las cosas bien. –contesté con seguridad para que comprobara por sí mismo mi férrea determinación.
Se quedó observándome por momentos, casi como si me estuviera analizando o estudiando mi comportamiento. Entonces escuché aquel profundo suspiro que exhaló antes de proseguir.
-Bien. Entonces haremos un pacto. –se detuvo unos segundos a tomar aire. -Te dejaré vivir pero tendrás un plazo de un año aproximadamente para demostrar que mereces vivir. Puede que menos, puede que más. El caso es que para ello deberás expiar tus pecados. Pero si el plazo finaliza y no lo has conseguido, me llevaré tu alma. En cambio si lo logras continuarás vivo hasta que llegue tu hora de nuevo. –me tendió la mano para cerrar el trato, mirándome expectante. – ¿y bien? ¿Aceptas...?
Sin dudarlo reaccioné estrechándosela. Al fin y al cabo no tenía nada que perder.
-Acepto las condiciones. Sé que lo lograré. –contesté con firmeza y confianza.
El chico sonrió de lado dejando escapar una risita.
–Está bien. Entonces...
Se dio media vuelta y recogió la guadaña del suelo para posteriormente y con un rápido movimiento crear un extraño y ¿brillante? corte en mi pecho. Poco después una especie de humo o nubes surgieron de la nada y comenzaron a cubrirme. Podía ver cómo mi cuerpo iba desapareciendo junto a ellas. Era extraño pero... no dolía ni era desagradable. Al contrario, parecían suaves caricias
-Nos vemos en el otro lado Luca.
No tuve tiempo ni de preguntarle cómo era que sabía mi nombre, o qué iba a pasarme ahora. En cuestión de segundos todo había desaparecido para mí, o mejor dicho, era yo el que acababa de desaparecer...
Y lo último que recordaba haber visto... eran unos ojos dorados y brillantes...
Comments (0)
See all