La cabeza del Orco rodaba por el pasto mientras su mirada cristalina mostraba una sorpresa y su expresión denotaba asombro. Los otros dos Orcos que estaban allí no podían creer lo que veían. La hoja de la espada, que brillaba a la luz de la luna, se veía limpia. Tragando saliva, aquellos dos Orcos mostraron una gran inseguridad en sus rostros y en lugar de atacar, ellos retrocedieron. El joven muchacho de cabello rubio oscuro, casi anaranjado, se mostraba igual de asombrado que ellos.
Su cabeza apenas si podía comprender lo que estaba pasando. Las vivas imágenes de él yendo a buscar a Samuel, su fiel can de la raza Golden Terrier y compañero de aventuras, en pleno bosque antes de que anocheciera pasaban por sus ojos como si de una película o ilusión se tratara. Era tarde, sabía que no debía salir de noche pero había un festejo cerca por lo que el joven Daniel Cilino pensó que está vez no sería tan grave. Por desgracia no tardó en descubrir que se había equivocado porque, a tan solo unos metros de donde él estaba, se encontraba un campamento explorador de Orcos. Daniel los vio por accidente mientras continuaba buscando a Samuel y al percatarse de que ellos lo habían visto, trató de huir. Por desgracia sus movimientos se entorpecieron por culpa de sus nervios y de su naciente miedo que lo ralentizó bastante. Siendo atrapado con suma facilidad por la enorme mano del Orco, Daniel fue levantado como si fuese un simple pedazo de tela y fue arrojado hacia el tronco más cercano. Aunque sintió el impacto del golpe, para su sorpresa, Daniel no sintió nada, posiblemente se debiera a que su adrenalina corría a mil por todo su cuerpo en ese preciso momento o a que el miedo que sentía era tan grande que le impedía poder sentir otra cosa que no fuese pánico. Aquellos tres Orcos eran enormes, calvos y de cuerpo musculoso. A primera vista podrían ser confundidos por simples seres humanos de no ser por sus orejas puntiagudas y sus ojos rojos junto a sus enormes colmillos. No todos los Orcos poseían su característica piel verde, había quienes poseían una piel tan oscura como la noche y otros cuya piel era similar a la humana, pudiendo ser confundidos por humanos. Los Orcos humanoides eran los más temidos porque estos solo necesitaban cubrir su rostro para poder infiltrarse en las ciudadelas sin ser detectados. Riendo, aquellos Orcos le preguntaron qué hacía allí y cuando él les contestó que solo buscaba a su perro, el líder se rió mostrándole la cabeza cercenada de Samuel.
“Acaso estabas buscando esto” se mofó aquel Orco lanzándole la cabeza a Daniel en señal de desdén “Lo siento pero ya nos lo comimos, estaba delicioso.” Daniel se encontraba tan horrorizado que no podía derramar lágrimas aunque quisiera. Aquel Orco se acercó a él mientras añadía “Y tú serás el postre” Antes de que Daniel pudiese hacer algo, una flecha atravesó la mano de aquel orco, obligándolo a soltar su arma. Otras dos flechas atravesaron sus piernas poniéndolo de rodillas. Aun se estaba viendo su mano herida cuando el filo de su espada le cortó la otra mano, quitándole los dedos de la maltrecha mano que le quedaba. Su fuerte vientre fue cortado de un rápido movimiento, destripándolo. El Orco largó un fuerte alarido de dolor mientras veía como sus entrañas caían al suelo y cuando alzó su cabeza pudo ver como un puño cerrado le golpeaba en la cara, rompiéndole la nariz. La tortura podría haberse prolongado más de no haber sido porque los otros dos Orcos estaban cerca, por lo que prefirió cortarle la cabeza de un solo golpe.
La cabeza de un humano podía estar, como máximo, cinco segundos activa sin recibir aire tras ser decapitada, sin embargo la de un Orco podría estar un poquito más de tiempo. Por eso tomó la cabeza y la arrojó a donde estaba la fogata, en donde comenzó a quemarse. El líder Orco aun estaba consiente mientras las llamas lo consumían, siendo incapaz de largar gritos, solo se quedó allí, siendo cocinado vivo.
Viendo cómo su líder era reducido a nada, Los Orcos intentaron huir cuando aquella figura femenina dio un rápido salto y, de un solo movimiento, destripó al segundo orco. El tercero intentó atacar a aquella silueta de cabellos castaños, pero sus brazos fueron cortados de un solo golpe de su espada. Aquel Orco estaba sorprendido debido a que nadie, fuese Hombre o Mujer, podía moverse a tal velocidad, nadie excepto… su cuello fue cortado haciendo que derramase una gran cantidad de liquido verde que manchó su cuerpo. Cayendo de rodillas, aquel Orco movió los muñones en donde antes estuvieron sus brazos y cayó de costado. Viendo al tercer Orco todavía en el suelo, sosteniéndose sus entrañas, aquella figura le cortó las piernas junto a los brazos, dejándolo como un torso despedazado que solo daba gritos de dolor mientras se retorcía en el suelo. Sosteniendo dicho torso con ambas manos, la figura lo arrojó a donde estaba la fogata del campamento. Los alaridos de aquel Orco eran tapados por los ruidos de fiesta que había al otro lado.
La batalla había terminado, finalmente volviendo en sí, Daniel soltó la cabeza del infortunado Samuel y observó de manera detenida a la silueta que se acercaba a él ofreciéndole su mano. Poco a poco aquella sombra se iba aclarando, de cabellos castaños, ojos verdes, piel blanca y dulce sonrisa. Aquella guerrera portaba una armadura de color verde que cubría casi todo su cuerpo. Aceptando su mano, Daniel la oyó preguntarle:
- ¿Te encuentras bien?
- S…si- asintió el muchacho, sintiéndose todavía como en un sueño
- Lamento mucho lo que te hicieron- se disculpó ella, con pesar
- Ellos parecen haberlo lamentado más- señaló Daniel, haciendo reír a la muchacha quien le dijo
- En efecto, supongo que lo mejor es que vuelvas a casa
- ¡Espera!- le pidió Daniel, volviendo en sí- ¿Quién eres tú y cómo pudiste acabar con esos monstruos?
Sonriéndole de manera cariñosa, le dijo con un tono de orgullo interno:
- Mi nombre es Daisy y soy la Cazadora De Orcos
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