12:00 AM
La noche era cerrada; pero, para Augusto, era como si fuese medio día antes que media noche. Corría lo más rápido que podía antes de que fuese tarde. Ellos estaban cerca; ellos estaban a unos pasos de él. El bosque era oscuro y apenas algo podía verse; sin embargo su aroma aun se percibía. Corría con todas sus fuerzas hacia la ciudad más cercana antes de que fuese tarde. A pesar de huir con todas sus fuerzas, sentía el frío de la noche golpear su cuerpo y también como su sudor corría por el mismo, siendo este frío antes que caliente. No sabía que tan cerca podían estar, solo que si ellos lo mataban entonces todo estaría perdido porque era el único que había descubierto su ubicación. Sabía donde se encontraba el campamento de los Hunos a mando del temible Galagard, hijo de Atila y sucesor directo de su corona.
Se detuvo un momento para descansar. Apoyándose sobre un árbol mientras respiraba de forma agitada. Creía estar lo suficientemente lejos de ellos para darse ese lujo. Respiraba de forma agitada cuando escucho el sonido de unas ramas romperse por las pisadas de alguien que estaba cerca de él. Aterrado desenvainó su espada; pero, antes de poder hacer otro movimiento, un tronco le golpeó en la cabeza, dejándolo atontado y obligándolo a caer al suelo. Vio como, delante de él, había tres hombres enormes vestidos con trajes hechos a base de pieles de animales. Con sus espadas desenvainadas, viéndose a la luz de la luna, sus ojos asesinos, ocultos por sus cabellos largos, se posaron sobre él. Sus sonrisas fueron tapadas por aquellas tupidas barbas. Augusto supo que estaba delante de los soldados Hunos quienes lo habían perseguido.
- Patético Romano- rió el líder de ese pequeño grupo- los caballos son y serán siempre mas rápidos que las piernas humanas
Riéndose se prepararon para asestar el último golpe. El líder levanto su espada dispuesto a enterrarla en el pecho de Augusto cuando, de forma repentina, alguien atravesó por la espalda, con su espada, el pecho del que sostenía la gruesa rama. Los otros dos se sorprendieron ante tal evento; pero antes de poder contra atacar, el cuello de uno de los Hunos fue rebanado de forma rápida. Dejando limpia la hoja de aquella espada romana. El líder, alzando su arma, intentó matar al que los estaba atacando; pero, antes de hacer un solo movimiento mas, el salvador de Augusto se abalanzó sobre aquel Huno atravesando su pecho. Aquel guerrero, cuyo rostro estaba oculto con una capucha y su silueta apenas si se veía en la oscura noche, se encontraba jadeando al contemplar como su victima caía de rodillas con una expresión de sorpresa y vergüenza combinada.
- ¡N…no pue… puede… ser posible!- jadeó cayendo al suelo donde murió a los pocos segundos
Augusto se levantó sonriente queriendo darle las gracias a su salvador.
- Bien peleado viejo- le agradeció Augusto acercándose a aquel misterioso guerrero encapuchado- te debo una por lo que hiciste
El salvador de Augusto limpio la hoja de su espada con su, curiosamente larga, toga.
- ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Augusto De Alejandría ¿Y tú eres?- su salvador lo vio por un minuto. Esbozando una sonrisa, se quitó su capucha revelando el rostro de una hermosa mujer de cabello largo negro y ojos azules, al ver la expresión de sorpresa de Augusto, ella le respondió:
- Irene, del pueblo de Grumsier- dándole la espalda a Augusto, se retiró diciéndole- el pueblo está a veinte kilómetros. Es el más cercano, por lo que te aconsejo que vayas a ese lugar para ser atendido, buen viaje Augusto de Alejandría
Augusto se quedó anonadado viendo como su salvadora se introducía en el oscuro bosque de las colinas de Grumsier.
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