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La Maldición: Seis Cicatrices

Capítulo 1

Capítulo 1

May 05, 2025

Lo primero que sentí apenas desperté fue un pitido en mi oído izquierdo, de esos que te ensordecen un oído mientras el otro cargaba con todos los sonidos. Golpeé el lado izquierdo de mi cara tres veces esperando que se fuera y cuando no lo hizo me rendí y comencé a cambiarme. Mientras me movía, tomaba cosas del piso, movía mis sábanas, tocaba mi cara, etcétera, mis manos se sentían dormidas mientras que temblaban y tenían un agarre débil. Ya me había acostumbrado a eso, pero no quitaba lo molesto que era tener que tardar media hora para poder ponerme un pulóver y un pantalón. No me gustaba como mi pieza olía, era incómodo el olor a mí en todas partes, no olía mal, pero no me gustaba. Abrí las cortinas seguido de la ventana, haciendo que entrara más luz y aire fresco luego tomé a mi gato de la pansa y me recosté en el suelo con él sobre mí.

Tengo un gato de color gris con rayas llamado Miu, tiene muy mal balance porque cuando era un gatito sus bigotes estaban todos quemados, no confiaba mucho en la gente por más que es mucho más curioso de lo que me gustaría. Siendo curioso al punto de sentarse a mi lado cuando escuchábamos que Nathan tenía una visita, sentándonos en el pasillo con la intención de poder escuchar de qué hablaban. Quizás exagero con lo de que es muy curioso. Solo dormía conmigo, más que nada porque le tenía miedo al perro de Nathan. Miu es mi mejor amigo de momento y no sé qué haría sin él.

Estuvimos recostados en el suelo unos minutos, pensé que habían sido cinco, pero cuando revisé mi celular supe que había pasado casi media hora, recordándome como no puedo medir el tiempo ni para salvar mi vida. Desganado bajé a Miu de mi estómago y me puse de pie para salir de la habitación, al momento de abrir la puerta Miu maulló sonoramente y fué primero a la cocina donde escuché como “Alguien” le hablaba.

—Ohh buenos días precioso —dijo mi compañero de piso, Nathan, cuando llegué donde ellos noté como Miu estaba rozando su pierna mientras él llenaba con agua su plato, al escucharme quedó quieto unos segundos— despertáste —mencionó para colocar el bowl de Miu con cuidado en el suelo de nuevo.

—Buenos días —dije mientras me acercaba a la heladera para sacar un poco leche de la heladera, él simplemente caminó con cuidado hasta la mesa donde estaba su café perfectamente preparado en su perfecta taza blanca que parecía no haber sido tocada por más que el café estaba a la mitad.

—Por favor no me digas que vas a desayunar leche con cereales otra vez —dijo cuando escuchó como abría el gabinete que tenía las cajas de cereales, me quedé congelado unos segundos entonces él habló de nuevo— ¿Por qué no tomás café?

—Al menos estoy comiendo algo —murmuré un poco molesto para lentamente cerrar la puerta y acercarme al café.

En mi taza llena de leche coloqué una cucharadita de café y dos de azúcar y después de revolverlo me senté frente a Nathan. Nathan era mi compañero de piso desde hace casi 1 año, nos conocimos gracias a mi hermana, fue un encuentro extraño ya que él estaba en su casa por alguna razón pero aun así intento no pensar mucho en eso, sino que recuerdo mucho más en el día que me mudé aquí, lo recuerdo vivamente y por alguna razón no puedo olvidarlo por más que lo desee, a diferencia del el resto de mis recuerdos que en su mayoría son borrosos e inexistentes.

Ese día intenté arreglarme lo más que pude, me puse una camisa, jeans, unas zapatillas que por más que no eran formales no tenían ningún defecto y eran bastante bonitas, una chaqueta e incluso maquillé mi cara para poder disimular mis ojeras. Me sentía raro ya de por sí con la idea de conocer a alguien nuevo y el tener que hacer todo esto para verme lo más “normal” y “presentable” posible para poder tener un lugar para vivir, era estúpido a mi parecer. Golpee la puerta del departamento y unos segundos después él se encontraba frente a mí, él era alto, su piel era morena, tenía pelo rubio dorado con rulos y su vestimenta era muy prolija al punto que uno pensaría que era un profesor de universidad por lo elegante que se veía, sus ojos eran muy claros pero en ese punto sus ojos era lo último que estaba viendo. Con una gran sonrisa y un ambiente acogedor estiró su mano en saludo hacía mí, ya había dicho algo, pero no estaba prestando atención y tenía vergüenza de pedirle que repitiera así que simplemente le dí la mano.

—Dylan Parqués un gusto —dije al darle la mano, notando como mi agarre no era firme y mi mano temblaba, incomodándome ya que por alguna razón la gente creía que era poco profesional o débil.

—Por supuesto, el hermano de Lizzie —“¿Lizzie? ¿Quién se creía que era este boludo?” intenté ignorar mis pensamientos y asentí mientras él seguía sacudiendo mi mano— pasá, pasá, preparé café hace unos momentos justo

Soltó mi mano y con algo de incomodidad entré a su casa viendo lo ordenada y limpia y estética que era. Todo tenía la misma gama de colores que su ropa, azules, celestes, blancos, grises y marrones, era sobrio y prolijo tal como se veía su vestimenta. Habían bastantes plantas y parecía que tenía una Alexa, eso me incomodó, pero no podía decir nada ya que mi plan era caerle bien para poder vivir acá y así dejar de molestar a Liz. Solo observé a mi alrededor y todo era precioso y elegante “¿Elegante es la palabra correcta?” Era muy bonito como él. Nos sentamos en la mesa de la cocina y él sirvió café para ambos, mis nervios se elevaron aún más pero para intentar disimular, voltee a ver a otro lado mientras rascaba mi cuello, de esa manera no vería como intento regular mi respiración.

—Permíteme presentarme, soy Nathan Oswald —“¿Oswald? ¿Si es argentino no? Si, si no tendría otro acento”— Hace unas semanas le había comentado a tu hermana que necesitaba un compañero de piso así que supongo que por eso te habló de mí, tengo un perro entrenado así que no te dará problemas y casi siempre estoy en la facultad así que si te gusta la privacidad tendrás suficiente tiempo solo ¿Vos trabajás o estudiás? —ya empezaban las preguntas, me había preparado, pero aun así me daba ansiedad.

—Trabajo en un refugio de animales que también es una tienda de mascotas, y ahora mismo no estoy estudiando porque es mitad de año y no alcancé a matricularme por problemas personales —dije midiendo con cuidado mis palabras, a Nathan no parecía molestarle pero con personas así nunca podías estar seguro de lo que sucedía en sus cabezas.

—Bien ¿Tenés alguna mascota?

—No, descuida, no te preocuparé con eso

—No es por preocuparme, es para saber si habrán más cosas en el piso de la cocina —mencionó, era muy sospechoso lo amable que parecía, pero solo sonreí para evitar confrontaciones.

La “entrevista” continuó unos minutos en los que Nathan me mostró la casa, toda estaba ordenada, tenía colores claros y en general era muy bonita. Era un lugar muy bonito para vivir y ya había un cuarto que tenía cama y placar, por lo que mi decisión no era nada difícil, solo tenía que esperar que Nathan aceptara.

Ese mismo día a la noche descubrí que Nathan es ciego, razón por la cual sus ojos eran de ese color, no eran claros, claros, eran celestes, pero estaban un poco nublados. Desde entonces comencé a vivir con él, era un tipo asombroso y siempre comíamos comida deliciosa por el hecho que él estudiaba gastronomía. Un par de meses después que me mudé con él adopté a Miu con la excusa de que era un animal de terapia, la excusa fue muy pobre y ni siquiera era necesaria, pero tenía que decirle algo a Nathan, no podía simplemente adoptar un animal y esperar que él no se molestara ¿Verdad?

Nathan y yo terminamos de desayunar y él salió a la facultad mientras yo me quedé en casa. Al terminar de desayunar entré al baño y luego de lavar mi cara me vi al espejo por costumbre, pero esta vez quedé hipnotizado con el reflejo. Veía mucho mi reflejó porque la mayoría de las veces no sabía cómo me veía físicamente, esta vez el reflejo cambió, en un momento era yo o lo que se supone soy yo, después vi a mi hermana, a mi mamá, a papá, mi estómago empezó a doler al verlo y en un abrir y cerrar de ojos vomité un líquido negro.

 El líquido era viscoso y muy repulsivo, todo el lavabo se había llenado de él y estaba chorreando de mis labios y pera. Me vi al espejo y se veía asqueroso, comencé a limpiarme con la mano, pero cuando estuve a punto de enjuagarme la boca, me vi al espejo nuevamente y el reflejo nuevamente no era yo, era una mujer de pelo marrón, estaba muy cerca y podía ver como diferentes insectos comenzaron a aparecer en el “reflejo”. De la impresión retrocedí y casi me tropiezo, cuando volví a ver mi reflejo estaba en la normalidad de nuevo, solo que ahora había un insecto real en el espejo. Usé agua para sacar el líquido del lavabo y luego enjuagué mi boca para lavar mi cara nuevamente, salí del baño con rapidez y tomé mis llaves para salir del departamento lo más rápido que podía.

Desde hace un par de días he empezado a ver cosas, la mayoría relacionada con ciempiés y con una señora parecida a la del espejo, técnicamente ya me había acostumbrado por lo que al ver lo del espejo supe que no me había vuelto loco de la nada, quizás si me volví loco, pero no había sido en este instante.

No tenía tiempo para pensar en lo que había sucedido, ya sabía que era porque había empezado a alucinar y que tenía que ver con magia o algo así, por lo que a paso rápido caminé hasta mi trabajo y cuando entré al local sentí paz nuevamente. El olor de los animales y tienda de mascotas me hacía sentir calmado y toda la presión de lo que había pasado hace unos minutos se había ido. Dentro del local estaba cálido lo que me calmaba aún más ya que por alguna razón en casa de Nathan siempre me daba frío sin importar qué. Fuí atrás, a la sala de empleados y ahí me preparé para trabajar, donde vi a mi compañera hablando con su novio lo que era molesto por lo explícitos que eran, me enfermaba.

—Buenos días —dije de mala gana cuando entré a la sala, sorprendiendo un poco a Lulú y el otro.

Ambos saludaron, dejé mis cosas ahí asegurándome que estaba listo para el turno y fui al mostrador para comenzar a atender a la gente. La tienda era bastante cálida, tanto en calefacción como en apariencia, tenía marrones, verdes y grises, al igual que todos los productos que vendíamos si eran producidos por la misma empresa. Acá pagaban bastante bien y toda la gente que venía se veía que solo compraba lo mejor y consentía a sus mascotas, era muy lindo, también en mitad de mi turno cambiaba lugares y en vez de estar en el mostrador estaba con la parte de refugio de los animales, usando mi poco conocimiento en veterinaria para asegurarme que estuvieran bien y no tuvieran problemas para ser adoptados. Durante todo el tiempo que estuve atendiendo clientes no paré de tocar mi brazo izquierdo, se sentía mal pero no podía dejar que eso interviniera porque si perdía tiempo me arriesgaría a que no me paguen y si no me pagan Nathan me sacaría de la casa y si Nathan me sacaba de la casa yo-

—Dylan ¿Estás ahí? —dijo la clienta, había disociado de nuevo por lo que entré en pánico hasta que noté quién era la clienta. Mi cabeza me dolía.

—Flor lo siento mucho ¿Qué necesitabas? —dije para ponerme de inmediato a buscar el papeleo para su mascota, no sabía cuánto tiempo había pasado disociado, pero fuera el que fuera tenía que recompensarlo pronto.

—Descuida, es chequeo de rutina nada más —dijo ella intentando calmarme.

Flor era muy linda, se veía angelical con sus alas y los vestidos que usaba, era algo nerviosa por lo que cada semana traía a su mascota por una revisión, era mucho más de lo normal y yo no era un veterinario, pero dice que le trae paz, además de que cada que ella presiente que está mal va corriendo al veterinario. Es negra y tenía vitíligo, sus ojos redondeados y grandes la hacían ver muy linda y su piel oscura se veía hermosa con el verde pastel que usaba. Ella como muchos era un hada, gran parte de la población argentina en la Patagonia, pero no tanto en Buenos Aires por lo que resaltaba acá.

Junto a las hadas y los humanos existían dragones, magos, hombres lobo y demás, en Argentina había bastante población de ellos debido a la inmigración, era normal sin contar que siempre mostraban la magia como lo mejor que le pudo haber pasado al planeta tierra “Qué puede salvar a todo y todos” dicen, una tremenda pelotudez a mi parecer.

—Todo parece estar correcto —dije cuando finalizamos con el chequeo, aliviando a Flor— a lo sumo podría decirte que se ve que tiene mucha energía y que tendrías que sacarlo a pasear o comprar algo para que juegue, pero sin contar eso todo está perfecto

—Sí, no he podido acompañarlo a caminar ya que la universidad me quita la energía —admitió mientras acariciaba a su mascota, mi muñeca volvió a doler por lo que la agarré con fuerza intentando no llamar la atención— pero intentaré llevarla a caminar, capaz empiece a contratar un paseador —ella se dió la vuelta mostrando que se iba a ir, pero antes de que se alejara demasiado toqué su brazo para llamar su atención, haciendo que volteara.

—¿Puedo pedirte algo? —dije cuando me vió, a lo que ella asintió— ¿De casualidad conoces a alguien que venda pastillas? —pregunté susurrando la última palabra, por cómo reaccionó supe que aquello había ofendido a Flor, pero aún no se había ido.

—¿Pastillas? —preguntó pensando si había escuchado mal, yo asentí y ella me vió incomoda— ¿Qué clase de pastillas? —preguntó dándome aún más tiempo para explicarme mejor.

—No lo sé —lo malo era que yo no sabía cómo explicarme— que tengan que ver con la magia o que puedan ayudarme —por la expresión que puso ya supe que eso había sido todo.

—Escucha, no quiero meterme en problemas, todavía tengo que terminar mi carrera —dijo para voltearse de nuevo, antes de que pudiera alejarse salté el mostrador (de alguna manera) y tomé sus manos— espera, espera —dije un poco desesperado— te prometo que no pasará nada malo, ni te meterás en problemas, por favor —Flor me vió unos segundos y luego de suspirar derrotada abrió su billetera y me pasó una tarjetita de papel.

—Esta chica hace cosas raras, quizás te sirva —dijo para ahora si darse la vuelta— oh y si alguien te pregunta, la encontraste tirada por ahí —comentó antes de irse.

Flor se fue y era mi hora de ir a la parte del refugio, entonces aprovechando la completa soledad que tenía, sabiendo que nadie me vería y que los perros solo eran perros, decidí fumar un poco.

Saqué la tarjeta de mi bolsillo y la vi, era bonita, estaba hecha de papel madera pintada con lápices color durazno, también tenía tonos rosas y naranjas y un pequeño dibujo de una chica con colitas en la esquina. Volteé la tarjeta y noté un texto que decía «Tienda esotérica de la bruja Eos» junto a una dirección, número de teléfono y un email. Ya sabía lo que haría al terminar la jornada. Por favor ayudáme bruja Eos.

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