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La Piel del Viejo Coyote

La Caída del Dragón Dorado I

La Caída del Dragón Dorado I

Mar 29, 2025

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Blood/Gore
  • •  Physical violence
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Un estruendo se escuchó, alli yacía el cuerpo de un gran dragón. Sobre el cuerpo de la enorme bestia dorada caían gotas de sangre acompañadas de saliva caliente. El dragón respiraba agitado con sonidos roncos, atragantándose con la sangre que llenaba su garganta, contemplaba con sus pupilas color oliva a su agresor, un dragón carmesí de enormes alas plateadas quien se relamía el hocico victorioso. El dragón caído, lucho por soltar un gruñido leve, pero fue acallado con un velo mordisco a su serpentino cuello, bastó para silenciarlo y darle muerte.
—Yo he ganado—. Reclamo con gran soberbia aquel dragón de alas plateadas
Extendió sus alas plateadas, posándose con sus patas delanteras en son victorioso sobre el cuerpo del rey caído, rugiendo y escupiendo una llamarada azul al cielo.Todos a su alrededor quedaron atónitos por semejante acontecimiento, un frío silencio se adueñó del entorno. Su rey había muerto por los dientes de este dragon.
Un observador se deslizó silencioso y rápido entre la multitud. Aprovechando la conmoción de este suceso, que le dieron poca importancia a la criatura rayada de pelaje dorado, que estaba buscando alejarse de la zona de combate.
Ya lejos, en un salto, emprendió el vuelo, surcó los cielos, dirigió su vista a un gran palacio que se podía observar, y se apresuró para llegar a su destino.
Aquel tigre dorado de rayas grisáceas aterrizó en la entrada del castillo, se detuvo unos segundos queriendo respirar aire con la tentación de dejarse caer en el suelo, pero sacudió su cabeza recordando su misión allí.
Soltó un rugido desesperado, las puertas se abrieron y no vaciló en adentrarse, corrió por los pasillos, casi resbala y estampa su cuerpo contra la pared. Al llegar a su destino, una habitación a la que abrió la entradaempujándose con sus enormes y pesadas patas.
En el interior la tigresa se topó con una pequeña criatura, se trataba de un coyote de un manto marrón claro con una sub capa color crema, el animal se levantó en alerta del suelo ante la entrada de la nueva visitante. Sus orejas color marrón y su cola se irguieron, abriendo sus fauces de forma amenazante, pero guardo la calma al percatarse quién era la recién llegada.
Ambas criaturas intercambiaron miradas, el coyote de inmediato entendió de la tragedia ocurrida al mirar el dolor en los ojos turquesas de la tigresa dorada. Ambas criaturas giraron su vista sobre un nido hecho de telas violetas, allí descansaba una criatura, un ser de forma equina de piel azulada, era esbelta, con pequeños picos en sus costados de los hombros, contaba con una espesa crin blanca que rodeaba el lomo de su cabeza incluso la espalda hasta formar una mullida cola llena de risos, su cabeza sostenía uno par de largas y delgadas astas, tenía unos pequeños bigotes alargados, pero eran tan delgados que eran poco notables.
—Su majestad—. Hablo la tigresa —Nuestro rey perdió la batalla y...
La criatura equina, un kirin, desvió sus brillantes ojos carmín sobre sus pequeñas crías que descansaban cercas de su cuerpo, tres pequeños dragones plateados de ojos rojizos, que poseían el largo cuerpo serpentino de su padre. Las crías había heredaron la crin rizada de su madre recordando su procedencia híbrida, carecían de alas como los dragones de la especie de su recién fallecido padre, pero su madre sabia bien que sin ellas todavía podrían emprender el vuelo conforme fueran creciendo.
Estos pequeños era algo, siempre estuvo anhelando, pero ahora se arrepentía de traerlo al mundo, aterrada por la idea que la vida de sus crías llegara hasta aquí con apenas un par de horas de haber nacido.
El coyote se acercó a ella, froto su hocico sobre el lomo de la kirin quien cerraba los ojos al tacto en dolor ante la perdida, el can contemplo preocupado a las crías, y miró a los ojos de la reina, quiso hablar para reconfortarla
—Aka...
El canino detuvo su voz cuando un estruendo impacto sobre el techo, este fue derribado ante la abrumadora entrada de aquel dragón rojizo, de alas plateadas, de cuerpo tosco y pesado, que había llegado sujetando entre sus patas la cabeza del dragón rey. De inmediato, tanto el coyote y el tigre se pusieron delante la familia real de forma a protectora.
El dragón los contempló con mofa; sin embargo, no habló, su objetivo y era otro y se lanzó directo al ataque el par de guardias que sabían que este dragón quería devorar a las crías.
La tigresa se lanzó a detenerle, pero un zarpazo bastó para tirarla al suelo, el dragón enterró sus garras en la piel del felino, quien soltó un alarido de dolor. El cánido fue en su ayuda, haciendo caso omisa a la voz de su majestad, rogándole que desistiera. El coyote se lanzó al cuello al cual se sujetó, fue inútil, sus colmillos eran incapaces atravesar la gruesa cubierta de piel escamosa, aun así se aferró.
El coyote tomado por una de las garras del dragón y fue aventado al suelo , retenido por la enorme pata del dragón.
Se escuchó unas guturales carcajadas, cuyo dueño posaba su mirada en el pequeño cuerpo debajo de él, abrió su boca del cual escurría saliva entintada con algunas gotas de sangre, acerco su hocico sobre rostro del coyote, dilato su boca cuanto pudo. Pero allí recayó su error, ante la cercanía el coyote irguió como pudo su cuello y veloz aferro sus fauces debajo del párpado de su atacante, logrando desgarrar un pedazo de carne de esa zona. Tan rápido como fue su canto de victoria, las garras se apretaron a su cuerpo y las enormes fauces mordieron en la espalda del pobre animal que soltó un chillido de dolor.
El canido sintió como el aire se iba al ser apretado su estómago, sintió un mareo acompañarlo, su vista se había vuelto borrosa amenazando con perder el conocimiento, la única sensación que empezó a permanecer fue el ardor expandirse en su espalda.
La Kirin se alzó de su nido, y golpeo con sus pezuñas delanteras al dragón, apartándolo del coyote al que solto, y la kirin que tomó con su boca y regresó con él al nido y rodeo de manera protectora con su cuerpo al canino, enroscándose y cubriéndolo de la vista de su enemigo junto a sus crías.
—Ya eres mía Aka, he ganado y la cabeza de tu marido es prueba de ello—. Exclamo el dragón.
Ako gruñó y alzó su cuello.
—¡No prueba más que tu insensatez!
—¿Insensatez? Son insensatos tus sirvientes al interponerse, conoces la ley, ahora yo gobierno y tú...
—¡¡Cállate, insolente, todavía el linaje de la familia de mi marido vive!!—Dijo la Kirin miró a sus pequeños bebés.
—no hay nada que reclamar.
—Eso no importa.
—Claro que importa, y mucho nadie te reconocerá como rey, nadie ni siquiera los otros guardianes.
—¿Y a mí qué?
—No serás más que un falso Rey, tu asesino—exclamó la kirin— Jamás el poder de los antiguos dragones será tuyos, rey en palabra, pero jamás reconocido.
El dragón bufo con enfado miro hacia el techo, soltó un feroz gruñido y golpeó con su cola las paredes de la sala, dio un salto para alzar el vuelo fuera de habitación
La kirin suspiro aliviada, luego mira a su protector, al que cubrió con su cola. Los mechones de la crin desprendieron partículas de luz que al caer en las heridas se fueron cerrando sobre coyote, que se retorció negándose, emitiendo un débil no.
—Quieto—. Le reprendió Kirin cuando el Coyote intentó alejarse arrastrandose fuera del nido.
—Estás débil... Acabas de dar a Luz.
—Y tú nos acababas de proteger Roberto.
La kirin sobo con la nariz cariñosamente las orejas del cánido. Enseguida llamó a la tigresa:
—Acércate, sanaré tus heridas Yun.
La tigresa se acercó con un movimiento torpe, cojeaba al andar y brotaba sangre al costado de sus piernas.
—No será necesario, prioriza a Roberto, mi cuerpo es más resistente —la tigresa entrecerró los ojos—. No sabemos si usó veneno en él.
—¿Y tú? ¿No lo uso en ti?
—No, mi señora, no me llegó a morder—. Respondió Yun a la kirin—Roberto evitó que me mordiera. Pero usted, la felina giró su cabeza contemplando la enorme cabeza en la habitación, volteo hacia su gobernante, ella mantenía sus ojos sobre el cadáver de su compañero. Aka Instintivamente con su cola cubrió la imagen a sus crías
—Yo me haré cargo, procure sanarlo— Dijo la felina. Se dio la vuelta y antes de dar paso miró por última vez a la reina— pero no se desgaste.
—Ya es suficiente.—Dijo el coyote
Roberto Intentó arrastrarse lejos del alcance de la reina, pero ella, cuando ya estaba casi fuera, lo sujeto del pellejo y lo devolvió de un tirón de regreso al nido—No puedo perderte a ti también—dijo la hembra y luego miro hacia arriba al techo destrozado.
—Y usted necesita toda la fuerza posible, para... Lo lamento—. Dijo con voz quebrada el canino.
—Mi llanto tendrá que esperar, ahora me necesitan-Dijo la hembra, cuyo dolor enterró con la firmeza de su voz.
La voz corrió fugas de hogar en hogar hasta abarcar todo el reino, más de un habitante quedó anonadado por la noticia, ya fueran independientes de los afectos que tuvieran por el dragón dorado. Brotaban mil sentimientos en cada habitante , corazones destrozados ante la pérdida, algunos se regocijaba aunque de manera más reservada ante lo que les parecía una excelente noticia. Pero la duda surgía de que tan cierto era que aquel poderoso dragón dorado había sucumbido ante aquel forastero, pero cuando con gran egolatría el dragón rojo de alas plateadas surcaba los cielos exponiendo a mil voces su victoria y no era acallada por el gobernante cualquier duda de su muerte quedaba atrás, dejando el rastro de la incertidumbre.
Los cuatro guardianes del reino se reunieron, un enorme dragón, escamas tan oscuras como el ébano, tan brillantes comparables con una piedra preciosa al ser tocadas por la luz, conocido como Yoru. La tortuga Làng, quien poseía un desgastado caparazón que indicaba ser el miembro más viejo de los cuatro integrantes, La soberbia, pero benevolente ave de fuego Fēngbào y Aka la noble, pero fiera kirin, heredera del fallecido tigre Tao quien fue anterior a ella guardián. Discutieron que debía hacerse, ellos eran poderosos, pero en el momento en que el dragón extranjero derrotó a su rey, la magia lo protegía de los guardianes.
—Te sientes mejor—. Habló la tigresa dorada, cuando vio llegar al cánido a la sala.
El coyote asintió
—Ya no hay rastro de cicatrices, Aka se aseguró que no quedara marca—Roberto miró su espalda—ella insistió.
—No me sorprende—Viro su vista hacia la reunión— Espero podamos salir pronto de esto
—¿Cuáles son nuestras opciones? Pelearán.
—No, los guardianes no pueden hacer nada.
—¡No me digas que es por honor! Rayos mató a su Rey a sangre fría, incluso fue a por las crías de Aka¡
—No es decisión de ellos Roberto, están atados a la magia, los viejos reyes lo impusieron para evitar que las cuatro bestias se revelaran, ellos están a merced de Deimos.
—Viste como Ako la atacó, ella...
—Sí, pero su poder no era nada, solamente por haberlo enfrentado, el poder de ella se ha visto debilitado, Aka es más poderosa que este dragón, te lo aseguro, pero al ser nuestra guardiana está condenada a sucumbir como cualquier siervo de este reino, ahora todo lo que puede hacer es esperar.
—Kawa, debemos llamarlo—. Expresó la kirin
—¿Kawa?—Pregunto Roberto mirando a la tigresa.
—Es cierto, olvido que no eres de este reino, es el hermano del dragón dorado, puede reclamar el trono sin necesidad de pelear... eso, en teoría; sin embargo, se marchó hace siglos a vivir al mar infinito.
—Nunca atendido un llamado, menos ahora —vociferó el ave rojiza— Nosotros no podemos cruzar, recuerda el pacto para cualquier habitante, Knephas no es lugar para nuestra gente, entre más estemos allí y nos acerquemos al mar infinito la conexión entre los mundos terrenales y espirituales nos llevará a la locura.
Las únicas que lo pueden hacer sin afectar su cordura son las almas humanas. Te recuerdo que ellos son muy apetecible para los arkanos que habitan en montones en esas tierras, cualquier humano miembro de nuestro pueblo se negaría e incluso si aceptaran nunca llegarían.
—Dejense de problema, no me reniegues mi derecho, y quizás a una de tus crías le perdone su vida—Habló el intruso, de forma déspota, acentuando su soberbia en cada palabra—. El hijo de los ríos nunca ha estado interesado en cuidar su linaje, cuando se marchó estuvo claro. No vendrá a socorrerte Aka solamente por ser la esposa de su hermano.
Un gruñido resonó en la sala, Roberto se había aproximado de un rápido salto al centro del recinto, encarando al dragón, arrugando el lomo de su hocico, y mostrando sus fauces.
—No me he olvidado de ti-dijo con desagrado el dragon escarlata.
El dragón acercó su rostro, exponiendo de lado su cara, mostrándola, queriendo que viera la carne del párpado inferior desgarrado ,la descubierta piel aún estaba sanando, era brillante, rosada y se entremezclaba con pequeñas manchas rojizas. Roberto erizó el pelambre de su espalda, a la par que se mantenía gruñendo.
—! Roberto¡—llamó la Kirin— ¡Detén esto ahora! ¡Vuelve con Yun!
Aunque la voz dé a hembra fue demandante, su expresión denotaba temor, estaba desesperada por apartarlo del dragón alado. Inmediatamente, Roberto obedeció, alejándose de costado, sin apartar su mirada del dragón.
—Mmm, descuida mi Reina, no lo mataré, respeto que tenga el valor de hacerme frente un ser tan insignificante, pero quizás deba aprender su lección sacándole un ojo o tal vez dos.
Esta vez la Kirin respondió golpeando el suelo con sus pezuñas.
—¡No te atrevas!—. Expresó la hembra con bramidos acompañada de un chasquido de sus dientes, encarando al dragón rojizo.
—Tal vez si eres más dócil lo reconsidere—. Le dijo aquel reptil alado, mofándose de la kirin, cociente de lo vulnerable que era Aka.
—Lárgate Deimos
El dragón intruso miró hacia la demás criatura en el recinto
—A si dejan que trate a su nuevo gobernante.
—No eres nuestro rey —Expresó la vieja tortuga, no te secundaremos, no podemos herirte ni matarte, pero no escucharemos órdenes tuyas, y mientras así sea nadie en el reino lo hará, tu voz será sorda ante todos los demás.
—Je, creen que eso me detendrá, mientras su susodicho heredero no aparezca, todo esto me pertenece. Eso te incluye a ti Aka, aunque no sea por completo, lo eres. Si Kawa se digna a venir, tendrá el mismo destino que tu difunto marido.
yasmingarcia
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Un antiguo dios olvidado por los humanos que, aunque había perdido el afecto hacia la humanidad, no se olvidó de ellos. Es quien ha salvado a Roberto y tiene la intención de devolverlo a la vida. Sin embargo, el humano al que ató como enlace familiar ha viajado para rescatar a aquellos que le dieron cobijo en aquel reino, lo que ha entorpecido sus planes para salvarlo.

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