La humanidad ha coexistido durante cientos. No, Tal vez miles de años con diferentes razas a lo largo de su historia, hubieron altas y bajas (mayor mente bajas) en su relación con ellas a lo largo de la historia, todas y cada una de ellas sacrificaron mucho por poder sobrevivir en este mundo. En algún punto de la historia de la humanidad nació un niño llamado Acacio Valdez. Él fue criado para convertirse en un gobernante que siempre rigiera con rectitud y humildad hacia su pueblo y sus vasallos, tuvo la suerte de estar rodeado de personas increíbles que a la par fueron muy queridas para él, tanto que daría lo que fuera para verlos sonreír sin ninguna pena, tal es así que el cargaría con sus penas sobre sus hombros, para que así el pudiera sufrir en su lugar.
¿?: Sabiendo eso... ¿Para que fue que luchaste todos eso años de tu vida? ¿Acaso no ibas a cargar con esas penas? ¿Acaso no sufrirías tú en su lugar? Acaso... ¿No querías verlos sonreír? Entonces. ¿Por qué los destruiste?
Acacio: ... Porque eso era lo correcto.
¿?: ¿Estás seguro? ¿Por qué no lo ves por ti mismo? Recuerda, ¿Por qué luchabas?
30 años atrás.
Un joven Acacio de 5 años, como todo niño siempre lleno de energía, corría y brincaba por todas partes de la mansión de su familia. El clan Valdez una de las más prestigiosas familias de la humanidad. El niño con una muy basta cantidad de energía siempre traía en aprietos a un ya muy anciano servidor de los Valdez. Un hombre de muy baja estatura, una gran barba albina muy corpulenta y una mente llena de conocimientos y sabiduría, venido de las montañas del norte en el gran reino de las cavernas de plata, un enano llamado Sokrates Whitebeard buscaba y buscaba por todos lados de la mansión a un extraviado y problemático niño problema.
Sokrates trata de buscar en el invernadero de la mansión de los Valdez, sin embargo, encuentra una figura delicada en lo profundo del jardín sentada en una manta roja, una mujer de cabello marrón claro y de piel pálida, con sus ojos cerrados dando a notar que poseía unas pestañas muy largas y finas, con una sonrisa que encantaba a cualquiera si la viera.
Sara: ¿Qué sucede Sokrates? ¿Puedo ayudarte en algo?
Sokrates: Mi señora, lamento interrumpirla en su meditación. Pero su hijo Acacio ha desaparecido, no logro encontrarlo.
Una pequeña risa burlona sale de ella mientras tapa su boca con su mano.
Sara: Tranquilo Sokrates no hay razón para estresarse, los niños siempre rebosan de energía, Acacio no es una excepción.
Sokrates: Claro... Por lo visto me preocupo demasiado. Perdone mi atrevimiento al interrumpirla.
Sara: No te preocupes, justo acabo de terminar. Deberías intentar meditar, relaja la mente y ayuda a mantener la paz con uno mismo.
Sokrates: Por supuesto, eso tal vez me haga seguir viviendo más.
Sara: Si lo hiciera eso sería estupendo.
A la lejanía una figura se deja ver entre la puerta que lleva hacia el jardín, un niño de baja estatura con una sonrisa burlona hace su aparición y al ser notado el anciano y la joven mujer se impresionan por tal repentina interrupción.
Sokrates: ¡Joven Valdez!
Sara: Vaya, Vaya.
Pero eso no es todo, a su lado, un aún más pequeño niño lo acompaña tomado de la mano con una expresión de cansancio en su rostro. Su hermano menor Abel Valdez. Abel al ver a su madre la llama incesantemente ("¡Mamá, mamá!") y junto con su hermano mayor Acacio corren y se abalanzan hacia sus piernas abrazándolas cariñosamente.
Sara: Vaya, vaya. Parece que estoy siendo atacada y estoy perdiendo. Sin embargo.
La madre toma a ambos niños con ambas manos y los eleva sin ningún problema para verlos aún más de cerca.
Sara: ¡Mis queridos niños!, me alegra de verlos.
Acacio: ¡Mama!, mientras me escondía de Sokrates encontré a Abel en el pasillo, así que lo traje con migo para que no le pasara nada.
Abel: ¡Mama, mama!
Sara: Ya veo, me alegro mucho de que te preocupes por tu hermano, me gustaría también que lo hicieras con Sokrates, el ya no es tan joven como antes, así que asegúrate de preocuparte por él y procurar hacerle caso. ¿Podrías hacerlo por mí?
Acacio: Lo hare mamá... Sokrates perdón por hacerte travesuras.
Sokrates: jajaja. No se preocupe Joven Valdez. Me alegro mucho de que este a salvo.
Bruno: Veo que se están divirtiendo.
Cabello oscuro como la noche, 1.80 metros de estatura y una mirada fría e intelectual, su nombre es Bruno Valdez, ni más ni menos que el líder del clan Valdez y padre de Abel y Acacio, junto a él una presencia aún más tenebrosa se hace presente. Un muy joven y robusto soldado de armadura plateada, con varias medallas honorificas en su pecho haciendo ver que tiene el rango de capitán, algo muy impresionante para alguien que no aparenta ni siquiera los 20 años de edad, sin embargo lo más sorprendente es su estatura, algo que un humano normal no sería capaz de tener. Un hombre de 2.22 metros de estatura. Un ser colosal.
Abel el más menor de los hermanos comenzó a llorar por el miedo de ver a semejante personaje, sin embargo fue aún más sorprendente la reacción del mayor de los Valdez que sin dudarlo grito de sorpresa por verlo, bajo de los brazos de su madre y se acercó veloz mente a él joven soldado.
Acacio: ¡Eres enorme! Por favor dime tu nombre.
El joven capitán queda sorprendido por tan repentina reacción, normalmente todos lo miran con temor a su alrededor, increíbles guerreros quedan en shock ante tal presencia intimidante, pero este niño... fue diferente. Con una sonrisa en su rostro el capitán desenfundo su espada y con ella se apoyó en el suelo para hincarse ante el joven niño y con la cabeza agachada dijo su nombre. "Achraft"
Achraft: Mi nombre es Achraft Adebayor, primer de los cinco capitanes del clan Valdez, mi misión es superar a su madre como el guerrero más fuerte de la humanidad, para mí es un placer conocerlo joven Acacio.
Acacio: Oye... ¿podríamos ser amigos?
Achraft: ¿Como dice?
Acacio: Bueno... nunca he conocido a nadie más que a mis padres, mi hermano y Sokrates. No tengo amigos, tú eres la primera persona que conozco. Seamos amigos, ¿o no quieres?
El joven capitán no pudo rechazar tal oferta de tan inocente criatura, sin embargo con la mayor honestidad en el fondo de si, le dijo:
Achraft: Me alegro mucho su oferta, la acepto con gratitud joven Valdez.
Acacio: Llámame solo Acacio y yo te diré Achraft.
Achraft voltea a ver a su padre y madre para ver si tenía el permiso de ambos. Ninguno reprocha en lo más mínimo y con una sonrisa de alegría en su rostro lo dice:
Achraft: Claro Acacio.
Acacio: jiji
El padre de Acacio calma los ánimos y prosigue por la cual está ahí.
Bruno: Querida, tenemos una reunión con los demás clanes, se solicitan también la presencia de los generales.
Sara: En seguida iré. Sokrates, te encargo a ambos.
Sokrates: No lo dude.
Sara: Mis niños, me tengo que ir, en un instante los veré de nuevo.
Abel el menor de los hermanos se aferra a su madre para que no se aparte de él, pero ella logra zafarse y entregarlo a Sokrates.
Abel: ¡Mamá!
Sara: No llores, Sokrates se encargara de ti mientras no estoy.
Acacio: No te preocupes Abel mamá volverá, ¿verdad?
Sara: Si, lo prometo
Y con una sonrisa en sus rostros y con una promesa vigente. Sara Valdez madre de Acacio y Abel se marcha para cumplir con su deber como general de los Valdez. Al día siguiente ella es mandada junto con el capitán Achraft y un centenar de soldados de elite al continente de Mesina del otro lado del mar. La promesa que habían hecho aún seguía vigente así que Acacio y su hermano Abel esperaron de ella por horas, días, semanas, meses, años.
5 años después, el grupo de su madre volvió después de un largo tiempo, Acacio y Abel emocionados por el regreso de su madre y con aun la promesa en su mente esperan por ella ansiosos al borde de las lágrimas, la puerta se abre y un muy serio Achraft se deja ver apenas en la pequeña entrada de la mansión, con una desgarradora noticia. La madre de Acacio y Abel, fue asesinada en la misión que tuvieron en el continente de Mesina.
Solo él y unos pocos soldados lograron regresar vivos. El funeral de su madre se llevó a cabo 3 días después, Abel estaba destrozado y Acacio solo estaba ahí sentado con la cabeza agachada sosteniendo un ramo de flores blancas con una expresión irreconocible de su persona.
Sokrates muy dolido por su situación se acerca a Acacio para intentar mejorar su animo, o al menos acompañarlo en su dolor.
Sokrates: Joven Valdez...
Sokrates toma asiento a su lado y en silencio lo acompaña.
Acacio: Esto es... muy confuso.
Sokrates: ¿A qué se refiere?
Acacio: Abel llora sin consuelo en el ataúd de nuestra madre... y yo... solo estoy aquí. Es confuso. No estoy llorando, no siento que pueda llorar, me duele mucho ver a Abel en ese estado.
Sokrates: Joven Valdez... Yo no sé... cómo poder calmar ese dolor. Su dolor es algo que tendrá que cargar por el resto de su vida, al igual que su hermano, su padre y yo.
Acacio: ¡No!, eso nunca. No quiero que Abel sienta este dolor. Sinceramente no recuerdo mucho a mama, solo sé que fue alguien importante para mí, y también para Abel especialmente.
Sokrates: Joven Valdez...
Acacio: Me asegurare de que jamás Abel se vuelva a sentir así, ni mi padre... y tampoco tú. Ni nadie más, yo... luchare por ello.
¿?: ¿Dime que viste?
Acacio: Mi... ¿Lucha?
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