Una noche me asomé al balcón, el viento me mecía el cabello, la sudadera me mantenía caliente. Estuve mirando las estrellas. "Tiempo ..." - musité. En el momento, la presencia de algo junto a mí. No me moleste ni siquiera en girarme pues ya sabías quiénes se han relacionado con a mí. Empezamos a hablar de manera distendida y con tranquilidad: - ¿Qué te atormenta mi niña?
- Preguntas que rondan mi cabeza, como siempre.
- Dime para que no te preocupes.
- Tiempo ... tú, mi compañero, confidente, mi historiador. Tú qué sabes por qué ha pasado y vivido. ¿Por qué haces esto?
- ¿Hacer qué mi vida?
- Esto. El darnos unos días limitados dentro de un límite ya escogido. El tiempo de los instantes más hermosos de nuestras propias historias.
- Ay mi niña. - Se bajo la capucha de la túnica, que tenía sobre la cara. Por fin pude ver su rostro. Su rostro anguloso, sus ojos del color de la arena, su pelo del color cobrizo ... Era perfecto, incluso con ese rastro de pesar en su mirada, porque viví más de lo que pudiera parecer por su rostro joven. Aparentaba tener alrededor de unos 17 años. - Los seres humanos son unos seres desgraciadamente de existencia limitada. Nacimos, crecimos, reis, enfermamos, disfrutamos y, como no, se os acaba el tiempo. Os convertís en arena. Sencillamente os desvanecéis. Pero, aunque sea una vida "corta" la vida, atesoráis momentos ... cosa que yo no puedo hacer. Pues mi vida es eterna, he tenido que ver cosas que no he querido ver. No ha vivido esa sensación incomprensible que ustedes denominan amor.
- Para mi desgracia no ...
Comments (0)
See all