En un colegio un profe, de pie de espaldas a la puerta de una oficina, decía las notas del último examen integral del año. Algunos hacían gestos festejando y gritan. Ahí estaban Héctor, León, a quien le decían "Yaguareté", y Gabriel, apodado "Murciélago". El profesor terminó de decir las notas y se fue. Los jóvenes salieron del colegio
-Vamo a tomar una gaseosa - propuso Gabriel.
Fueron hasta un quiosco a dos cuadras. Enteraron. Gabriel se quedó esperando afuera León pagó la gaseosa y Héctor compró un chocolate amargo. Salieron. Héctor se apoyó contra un naranjo y empezó a comer.
-Acuérdense - dijo Héctor. - Está noche, después de la cena, en casa del Yaguareté. Les quiero mostrar el plan que hemos armado para las vacaciones.
¿Qué, tu estrategia para dominar al mundo? - preguntó en tono de broma Gabriel -.
-Por ahí anda la cosa - respondió Héctor riéndose -. Ya van a ver. Pero ni una palabra a nadie. Secreto de estado.
Gabriel bebió un sorbo y le pasó la botella a León.
-¿Qué es algo turbio? - preguntó Gabriel, antes de soltar una carcajada.
Ponele - respondió Héctor tranquilamente -. Quiero aprovechar las últimas semanas que soy menor. Cómo sea, que no te extrañe si ya sabes que gobierno nos pone en una lista negra.
Esa noche fue la cena de egresados. En la punta de una mesa larga Héctor, León, Gabriel y
Brian, al que llamaban "Cheto". Héctor comió cómo siempre, saboreando cada bocado, cómo lo hacía normalmente, pero especialmente con la comida de una fiesta. Tomándose su tiempo para terminar su porción, de la que no dejo nada.
En un momento los mozos sirvieron el champán. Todos levantaron las copas para brindar. Héctor guiñó un ojo a sus amigos.
-Por la lucha - dijo en voz baja.
Chocaron las copas. Luego vinó el baile del vals. Después siguió la fiesta.
Héctor salió un rato. Se quedó parado un rato en medio del patio. Pensativo, con la mirada perdida. Estaba viendo al cielo, recordando cuando unos años atrás con un amigo miraban los astros un amigo y conversaban sobre el universo, cuando un (ahora ex) compañero alcoholizado lo empujó, casi cayéndose al piso. Inmediatamente, sin dudarlo, Héctor le dió una piña y volteó para regresar adentro. El borracho intentó taclearlo, pero falló y quedó tirado en el suelo. Héctor se acercó a la puerta, se acomodó la camisa, recogió una porción de pizza que le ofreció una moza y entró de nuevo al salón.
Un par de horas después la fiesta terminó. La gente de fue a sus autos, o a la vereda a esperar un taxi. En la salida estaban los cuatro amigos.
-¡Qué rico taba el bajón, por favor! - comentó Héctor.
-Mí viejo nos lleva - dijo Gabriel.
-Bueno, ya voy a avisar - contestó Héctor.
El celular de León sonó. Él lo sacó de su bolsillo, leyó un mensaje, tipeó la respuesta, la envió y guardó nuevamente su teléfono.
-Tamal dice que en diez minutos llega a mi casa - dijo León- Le dije que cuando le abran vaya arriba y espere ahí.
Gabriel fue al lado del auto de sus padres. Su mamá estaba sentada en el asiento de adelante. La abuela en el de atrás. Su papá lo esperaba afuera del auto.
-El viejo de Murciélago nos lleva - dijo Héctor.
-Okey, avísame cuando te busco - respondió su padre.
-¿Así que al final te vas al after? - preguntó la madre.
- Más o menos - respondió -. O sea no, pero ahora hacemos una juntada con los changos en la casa de Yaguareté.
Después de despedirse, el joven volvió con sus amigos. Se subieron al auto y se durmieron. El padre de "Murciélago" los despertó al llegar. Todos bajaron del auto.
En una amplia y bastante alargada habitación en la planta alta de la casa los esperaba Tamal. En una pared había una puerta de madera y bibliotecas. En la pared del frente había ventanas, medio tapadas por ramas y hojas de árboles. Hacia un costado había una mesa y sillas.
Entraron "Yaguareté", "Cheto", "Murciélago" y Héctor. Los cinco que estaban ahí se sentaron en el piso.
Esperemos que lleguen los otros. - dijo Héctor mientras golpeó su cara con la palma de su mano-. Ojalá no hayan escabiado mal. Tamo en el horno si les tengo que explicar y tan machados.
Dos jóvenes entraron en la habitación. Yaguareté se levantó.
-Voy trayendo la gaseosa grande - avisó.
Unos minutos después entraron cuatro chicos, un poco más jóvenes. Despues fueron llegando ex egresados.
Todos se reunieron alrededor de una mesa. Justo llegó "Yaguareté" con la bebida. El resto empezó a aplacar la sed. Héctor que comenzó revelar su proyecto con entusiasmo. Apoyó las manos en la tapa de la caja.
Les va a parecer un delirio, que estoy flasheando, estoy re loco - exclamó -. Para nada. Hace dos años y medio vengo armando este plan. Algunos no tenían idea que hacía cuando me veían hacer dibujos en un papel. O no tenían idea porque me enfurecía cuando tocaban mí libreta. Qué fuera tan problemático si alguien se enterase. Ahora van a ver de qué se trata. Va a ser una mezcla del juego de captura la bandera, aventura, y quizás un poco de ese juego del tablero con el mapa, pero en la vida real. A qué esa no la veían venir. Vamos los pibes. Seamos la leyenda. A la patria yo la llevo en el corazón. Vamos a tomar fuerte. Y no hablo de alcohol, así que no se hagan ilusiones con chupar.
Levantó la tapa de la caja. Adentro había un mapa detallado, con marcas de felpa ,rayones de lapiceras y alfileres clavados, sujetando papeles con notas.
Se escuchó una mezcla de alimentos e insultos.
Héctor levantó la mano y cerró el puño y golpeó la mesa, sonriente. A su lado estaba "Yaguareté".
-¡Ya fue! - gritó este-. ¡El que se anime que se sume! ¡El que crea que es una locura la puerta está sin llave, que se vaya! ¡Y que se quede callado y no ande contando nada, así nosotros seguimos. Y el que se quede está para seguir!
Bueno, planeamos cruzar a una parte del país ocupada por una potencia extranjera a patotear - dijo Héctor con los ojos cerrados y la mano en la quijada. Hay que ir con mucho cuidado porque sino es de alto riesgo. Por eso me aseguré de calcular bien. O al menos creo tener idea de lo que estoy haciendo. Y a los que sean mayores, colaboren en lo que puedan y quieran pero se quedan acá, así se juegan menos.
Concentrado en su exposición apoya el índice sobre el mapa
-No soy muy bueno en ajedrez, pero le voy a dar jaque al rey - dijo.
Siguió explica su plan, señalando distintas partes del mapa. Puso un avión de juguete sobre el mapa. Héctor sostiene el avión frente a su cara, mientras sigue comunicando lo que tiene en mente.
-Una vez que lleguemos a este punto, ¡ al agua! - dijo poniendo el dedo en una ubicación del mar. Dejó caer el avión cabeza abajo. Algunos se ríen.
¡Tas completamente mal de la cabeza! - replicó sobresaltado Gabriel- ¡Decime que es flasheo! ¡Ahora sos un terrorista suicida! ¡Y además querés ser secuestrador! ¡No me digas que posta querés matarnos a todos! ¡Porque si es posta ya nomás rajo y le digo todo a la cana!
Héctor, tranquilo, sonríe y con la mano le indica que pare.
No voy a matar a nadie - refutó Héctor -. Punto número uno, déjenme hablar. Punto número dos, presten atención. Punto número tres, voy a tener todos los cuidados posibles para quen adie muera. Además el del avión es un plan solamente de emergencia. Únicamented e emergencia. Punto cuatro, no pienso retener a nadie por la fuerza ilegalmente. ¡Qué a nadies se le ocurra cometer un delito gravísimo como un secuestro, por favor! ¡Eso es algo súper obvio! Además, me tomé el trabajo de chequear las leyes y la Constitución para armar el plan, de manera que actuemos siempre dentro de la ley, a menos que un imprevisto nos ponga en peligro. Sobre el respeto a las reglas voy a ser inflexible.
Las explicaciones continuaron con la proyección de diapositivas en una pared. Héctor y Yaguareté dieron indicaciones mientras exhibían herramientas como un cortaplumas, una soga o un machete, y elementos como una caña tacuará. Apolo Gallo, uno de sus compañeros, sentado en el piso, tomaba notas en un cuaderno.
Al concluir se pidió que quienes tuvieran preguntas o dudas levantaran la mano. Estas fueron respondidas rápidamente.
Estaban llenos de entusiasmo de juventud. Desafío, proyecto, aventura, acción. Una oportunidad de demostrar su capacidad. Ponerse a prueba a si mismos. Con la patria en el corazón. No terminaba de caerles la ficha de aquello en lo que estaban por sumergirse.
Hicieron una ronda, abrazándose, saltando y cantando.
Héctor, mí buen amigo, está campaña volveremo a estar contigo - alentaban al unísono -. Te alentaremos de corazón, está es tu hinchada que te quiere ver campeón. Héctor no te mueras nunca, te lo pido por favor, somos la mitad más uno quet e quiere ver campeón. Patria Ra.
Bueno vagos, eso es todo por ahora. Vayan a mimir si quieren, -dijo Brian-. Igual acaba de salir el sol así que no sé. Ustedes vean.
Este capítulo está dedicado a H.G. Oesterheld, autor de grandes obras como El Eternauta y Ernie Pike
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