Al principio, cuando el tiempo aún no existía, los dioses crearon el mundo.
Pero entre ellos nació la ambición… y la ambición trajo guerra.
Durante miles de años, la tierra ardió bajo su furia.
Uno de ellos, desesperado por descubrir la verdad detrás de aquel conflicto eterno, invocó un poder prohibido: la Divinidad Nocturna.
Un fuego que consume la felicidad y la transforma en odio.
Un poder capaz de borrar toda existencia.
Los demás dioses, temerosos de su creación, lo desterraron.
Y en su caída, entre gritos de ira, lanzó una profecía:
“Entre los humanos, uno llevará mi marca.
Uno que heredará mi oscuridad…
y con ella revelará la verdad que ustedes ocultaron.”
Suburbios de Tokio – Noche
La lluvia caía débilmente sobre los callejones iluminados por faroles parpadeantes.
El sonido de unos golpes rompió el silencio.
Alex caminaba con las manos en los bolsillos, encogiéndose dentro de su chaqueta roja.
Sus ojos rojos brillaban ligeramente bajo la luz.
(Pensamiento) —Otra vez esos sonidos… deben ser los del grupo F. Malditos inútiles.
Se acercó sigilosamente.
En un callejón estrecho, un muchacho estaba en el suelo, encogido, mientras un abusador lo pateaba sin piedad.
—¡Eres un inútil! ¡Te dije que me prestaras dinero y te negaste! —gritó el agresor.
—P-por favor… no tengo nada… —susurró la víctima.
Alex apretó los puños. Las vendas en sus manos crujieron.
(Pensamiento) —No puedo quedarme mirando…
—¡HEY! —gritó, dando un paso al frente.
Corrió y golpeó al abusador directo en la cara.
El tipo apenas se tambaleó.
—¿Qué clase de basura golpea a alguien por dinero? ¡Debería darte vergüenza! —espetó Alex.
El abusador sonrió con desdén.
—¿Quién diablos eres tú? No pareces de ningún grupo… ¡No importa! ¡Te mataré!
En cuestión de segundos, dos más salieron de las sombras.
Eran parte del mismo grupo.
Alex intentó resistir, esquivando y lanzando golpes, pero eran demasiados.
Finalmente lo derribaron y comenzaron a patearlo en el suelo.
Narrador: Duró apenas unos minutos… pero para Alex fue una eternidad.
El abusador lo escupió antes de marcharse.
—Patético. Una pérdida de tiempo. Eres demasiado débil.
Los pasos se alejaron.
El callejón volvió al silencio.
La víctima se arrastró hacia él.
—¿Por qué hiciste eso? Te dejaron peor que a mí…
Alex, jadeando, apenas pudo responder:
—Solo… quería que te dejaran en paz… parece que funcionó.
El chico sonrió con tristeza.
—Gracias. Aunque fue muy peligroso. Me llamo Isaac.
—Alex… Alex Mayer —respondió con voz débil.
—Debo irme, tengo entrenamiento con mi grupo —dijo Isaac.
Alex lo miró con asombro.
(Pensamiento) —¿Un grupo…? Aún no sé cómo unirme a uno…
—¡Oye! —gritó Alex mientras Isaac se alejaba—. ¿Cómo puedo entrar a uno?
Isaac se detuvo.
—No es tan fácil. Necesitas recomendación… y superar pruebas duras.
Faltan cinco semanas. Si quieres, puedo recomendarte.
Alex sonrió, a pesar del dolor.
—Entonces cuenta conmigo.
Cinco semanas después
El sol apenas asomaba sobre la ciudad.
Isaac apareció frente a la casa de Alex, con una expresión decidida.
—Hoy son las pruebas, Alex.
¿Estás listo?
Alex apretó los puños vendados, con una sonrisa firme.
—Claro.
Cuenta conmigo

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