Algo se rompió dentro de mí cuando hablabas anoche sobre la chica de los rizos. Era la primera vez que me contabas esa historia de tu pasado, y era la primera vez que te veía hablar así sobre alguien. Me contaste su historia hasta la mitad, pues según tú, me quedé dormida escuchándola y la continuarías otro día. Tienes voz de narrador, tienes de esas voces que calan en la cabeza y te hace vivir las historias como si fueran tuyas; o al menos esa fue la sensación que me produjo a la una de la mañana mientras que teóricamente el sueño me vencía. Por lo que me contabas, esa mujer era perfecta, más que perfecta. Eso picó mi curiosidad, mi cabeza preguntaba que pasó con esa muchacha tan perfecta, que tan bien te hacía sentir, pero no pensaba preguntar hasta que terminaras el relato y puesto que no lo terminaste me quedé con la duda. Me quedé dando vueltas sobre la cama pensando, en como habías acabado conmigo, estando con alguien tan perfecto al alcance de la mano. Yo no la llegaba ni a la suela de las bailarinas, entonces dime tú porque estoy aquí. Hay días que me repites una y otra vez que me has contado cosas que nadie más sabes. Hoy pienso en eso, y la nube de la duda se posa sobre mi cabeza preguntándose si alguna vez se lo comentaste a ella. Anoche, mientras que escuchaba esa historia, sentía además de estar escuchando algo ajeno, que era obvio; que estaba escuchando algo que no tenía porque escuchar, sentía como que estaba invadiendo tu privacidad y la de ella, aunque fuiste tú quien sacara la historia sin yo pedirla para empezar. Honestamente, no sé si quiero escuchar el resto de esa historia de tu pasado, me siento invasora…
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