Juliet observó las flores del jardín botánico de sus padres una última vez. Después, apartando la mirada casi con dolor, se dirigió al árido desierto donde vivía junto al resto de lo que quedaba de La Humanidad (al menos, que ellos supieran). Aquellos retazos de una especie casi extinta que habían decidido volver a lo que los Mayores denominaban Tiempos Mejores; cuando todo era más simple, cuando ni siquiera los teléfonos se podían considerar inteligentes.
La joven rozó con las yemas de sus dedos por última vez las flores de mayo, dejando que su fragancia y tacto inundaran su piel, haciendo nacer dentro…
«PARA».
Se gritó a sí misma, severa, sabiendo los derroteros que su pensamiento iba a tomar y, haciendo acopio de toda su fuerza mental, salió a encontrarse de frente con una de las más arduas tareas de su día.
Joel la recibió con un beso en los labios, depositado con mucha más confianza de lo que a ella le hubiera gustado, por la que la chica se apartó un poco-demasiado rápido, un poco-demasiado más lejos de lo que se hubiera considerado apropiado si cualquiera les hubiera estado mirando.
Lo justo para que incluso un cateto como su novio se diera cuenta y bromeara sobre ello; diciéndole que si ahora, de golpe, se había dado cuenta de que sus padres intentaban atraparla con alguien que jamás podría aspirar a ser un ángel del mismo brillo que ella misma (sólo que Juliet no quería ser un ángel: tenía alergia a las plumas y fobia a las alturas), por lo que se vio en la obligación formal de volver a aceptar su mano y cercanía, posicionándose a meros milímetros de la que sabía era objetivamente una cara muy hermosa, sonriendo para ella…
…y no sentía nada, sólo ganas de volver a escabullirse o, incluso, empellar al muchacho para alejarlo lo máximo posible de su cuerpo posible de ella y…
…entonces, la oyó.
La voz de Daisy.
Ni siquiera estaba allí de verdad, tan sólo en su cabeza, tan sólo un eco de su voz, la voz de su mejor amiga, la persona a la que más había anhelado intimidad los últimos días…en los últimos meses. Incluso si, en realidad, nunca había estado a solas con ella, bajo ninguna circunstancia, jamás.
Se permitió que aquellos labios no fueran los de Joel, que los cortes que se unieron a las líneas onduladas de su propio rostro estuvieran causadas por puro estrés inescapable, y no por un trabajo sol a sol totalmente innecesario llevado a cabo meramenete para probarse a sí mismo. Dejó que los labios «inventados» se unieran a los suyos, y se perdió en «la falsa Daisy», como si fuera un elixir, encontrándose casi sin querer con las manos ensortijadas en la camisa de su novio, pasando la punta de los dedos por su clavícula tal como ella gustaba de hacerse a sí misma cuando necesitaba llevar el «bienestar» provocado por la relajación de sus fantasías «un poco más allá», por mucho que la confundiera parte del concepto de lo que estaba haciendo en sí mismo. Después de todo, se trataba de algo que nadie se había molestado en explicarle y sobre lo que no tenía forma humana de informarse.
En el plano terrenal, mordió el labio inferior del chico, dejando que la sangre que ya atribuía a su amiga se uniera a su saliva mientras contenía el deseo de hacer descender su otra…
…las nuevas protestas de su novio la devolvieron a la realidad, de pronto sintiéndose tan incómoda que deseaba una piel nueva.
Joel continuó con un monólogo sobre la falta de contención «por su parte», por mucho que ésta fuera difícil, porque él no podría ser tan maleducado como para contenerse y las consecuencias para ambos podrían ser «terribles». Sin embargo, su monólogo se vio interrumpido por la llegada de la «verdadera» Daisy, que apareció a la vez que el labio superior de Juliet dejaba caer la última gota de «No-Daisy» al interior de su boca, haciendo su sabor extenderse por todo su paladar, comenzando a conquistar un torrente directo a su corazón, y todos los puntos nerviosos que por el camino encontrara.
Era como unirse en una y, si miraba a Daisy, creía ver algo parecido en su mirada, a pesar de no haber estado presente hasta minutos antes, incluso si no supiera de la sangre transmutada a propia que ahora fluía por dentro de Juliet. Incluso más hambriento si cabía.
Sin embargo, no pudo mantener el encanto, el recuerdo de su Educación cayendo como una losa sobre su consciencia. Daisy era una chica, no podía sentir nada tan intenso por una chica, era algo elemental. Igual que debería sentir algo por Joel.
Algo no estaba bien en ella, y ya iba siendo hora de que lo admitiera.
Incluso si ahora tan sólo deseara pensar en cómo sería besar la piel de su mejor amiga milímetro a milímetro, mientras su vestido azul iba deslizándose hasta el suelo, poco a poco, al compás de inexpertas pero ansiosas bocas y manos.
Joel se quejó; iban a llegar tarde al concierto porque su carabina se había retrasado. Otra vez. Juliet sabía que al día siguiente le tocaría otra charla por parte de su novio sobre «elegir bien a sus amigas», pero, por ahora, se podía olvidar de ello. Se podía olvidar hasta de los confusos sentimientos que Daisy le provocaba.
Después de todo, iban a un concierto.
Los conciertos siempre son sencillos.
Aquello no tenía sentido. Juliet notó como la confusión se unía a absolutamente toda otra sensación pivotando en su interior.
Todd, el cantante que todas las juventudes de su colonia habían ido a ver tras sus casi surrealistas anuncios en medios, estaba literalmente a metros de ella, vestido con ropas de las que tenían prohibido tan siquiera mirar aquellos asignados como varones al nacer mientras cantaba una canción que nunca, jamás, había oído antes, con ritmos tan desconocidos para ella como la física cuántica o el genuino sabor del caviar.
Y, sin embargo, notaba como la absorbía, como la hacía desear acercarse, más y más. El corsé sobraba, la sombra de ojos parecía deliciosa para lenguas ávidas que quisieran acabar posándose en los marcados pómulos, recorriéndolos como una carta sobre una navaja de mesa, tentando a la suerte, pero agradecida del corte si éste llegaba, pues supondría haber estado en contacto con el rostro frente a ella.
Bailaba…sabía objetivamente que la figura, que el chico, el hombre frente a ella estaba bailando, pero para ella en aquel momento, no era un baile, era un llamamiento, era una fuerza natural que trataba de invocar el torbellino que también existía en su interior, para que tirara de él para sí, atar piernas tanto que la propia ya de por sí escasa ropa se rompiera por pura fricción, la posición diagonal rápidamente transformada en vertical contra el suelo cubierto de un sudor que los humedecería como los riachuelos seminaturales del botánico de su madre, todas las partes de su cuerpo entrelazándose cuán raíces exóticas, no dejando ir, probando sabores de poros y posiciones que algunos pensarían ante natura…
…las protestas airadas de Joel la sacaron de su ensoñación.
Joel, el chico con el que se suponía tenía una relación (no, no se suponía: era su novio, prácticamente «su prometido») y que jamás le había atraído lo más mínimo. El chico que había logrado con su continua actitud altiva que el mero roce de una mano típicamente masculina le causara algo cercano a la repulsión, ahora se quejaba de que otro hombre no fuera como él estuviera revolucionando a más de la mitad del público presente, rezumando una actitud tan defensiva que resultaba paródica del que debía haber sido su entretenimiento principal de la tarde.
Juliet observó a Joel, miró a Todd (y apartó la vista rápido, notando aquella sensación que no era calor, ni tampoco ansia, pero que combinaba ambas con una precisión matemática) y, después, se centró en Daisy, igual de extasiada que ella minutos antes.
Sí que sentía algo hacia Todd, algo similar a lo que todo su organismo le pedía cuando pensaba en Daisy…
…Daisy la miró, sus pupilas conectaron, se entrelazaron, buscaron y se encontraron en todos los planos posibles mientras Juliet, apartando de lado violentamente a Joel, tendía una mano a su mejor amiga y, al notar los dedos largos de ella entrelazarse con los suyos, exageró aún más la maniobra, haciendo que se unieran en una red que hubiera sido la envidia de quien quiera que hubiera cosido las ligas del cantante al que, por pura casualidad, tanto tenía que agradecer.
Tiró de Daisy hacia sí, escote contra escote, que se sentía como puro contacto de piel contra piel mientras en escena Todd aceleraba el ritmo y, por mucho que Juliet supiera que al mirarlo las fantasías de minutos anteriores volverían, en aquel instante la música estaba siendo tocada exclusivamente para ellas dos.
Dejó caer al suelo su zapato izquierdo, el pulgar del pie ahora subiendo por debajo del vestido azul de Daisy.
Todo el gemelo hacia arriba, jugueteó en círculos en la parte trasera de la rodilla de su mejor amiga, dobló el dedo y continuó en medio zigzag por la parte interna del muslo…
…el levantamiento masivo de público en su entorno la hizo tener que parar a regañadientes, pero sin soltar a Daisy en ningún momento.
Aquello estaba bien, mejor que bien, e iba a continuar.
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