A mediados del siglo XXI, Maurean, un país de tamaño mediano vivía en un caos, representado por una guerra que amenazaba con atraer hacia su interior sangriento y violento todo tipo de vida. Era tanto el peligro que provocaba que se necesitaba gente joven dispuesta a sacrificarse por el bien común, pero obviamente no hubo voluntarios que fueran lo suficientemente estúpidos como para querer asistir a una guerra; solo los más jóvenes, o mejor dicho, los más osados entre ellos, estaban de acuerdo; es mas, sentían adrenalina y emoción cuando oían hablar de los violentos bombardeos y masacres. Debido a esto y a la baja natalidad y alta mortalidad, se decidió rebajar los años escolares a diez e incorporar, obligatoriamente, a adolescentes masculinos (aprovechándose de la ingenuidad que se tiene a esa edad) al ejército, mientras, con el único objetivo de concebir hijos, que perpetúen el sistema, las niñas eran forzadas a casarse con veteranos de 30 años, e incluso más, siempre cuando éstos sean solteros.
El miedo a la autoridad, que reemplazó a las policías civiles en el cuidado del orden y la seguridad de las personas, era tan grande que ningún padre ni madre ni muchacho se atrevía a contradecirlo. Era tan severa la ley que cualquiera que cometiera un delito grave como abuso de menores, violaciones, homicidios e incendios era castigado con la pena de muerte. Los quemaban vivos en frente de miles de personas. Solo en raros casos, se decidía ahocar al malhechor.
En medio de ese ambiente bélico, Nicolás y Rabbit, dos inventores, socios y amigos, disfrutaban de la libertad que sus años les daban, ya que no estaban dentro del rango de edad establecido para combatir. Eran muy viejos ya y tenían una vida hecha, con familia, esposas, hijos y nietos.
Desde el interior de una antigua casona, construída a principios del siglo XX, los inventores crearon la mayoría de sus célebres y premiados productos. Durante muchos años fueron galardonados por la Asociación Nacional de Inventores Maureanos (A.N.I.M) por su contribución al mundo de la tecnología a través de creaciones como máquinas que lavaban, secaban y guardaban ropa y loza, relojes, cuya función no solo era marcar la hora, sino que se podía hacer llamadas (como un teléfono) y avisar, por medio de un sonido (muy parecido a los de los mensajes de los celulares) en caso de tormenta; fueron llamados “Cellwatch”. Al principio de sus carreras, los socios gastaban sus horas de trabajo en algo ya conocido por la gente: los robots. Sin embargo, lo que enamoró al público fue lo dificil que era diferenciar un robot de una persona; cada perro, gato, pájaro y humano que crearon era una copia exacta de la original. Las personas pudieron adquirir uno, como una opción por la poca oferta natural, y no notar la diferencia. Es más, habían quienes aseguraban que parecían estar provistos de más vida y sentimientos que muchos seres humanos de carne y hueso.
Con el pasar de los años, sus seguidores fueron aumentando, y con ello, también las exigencias. Las pequeñas invenciones ya no los sorpendría, a pesar de lo útil que resultaban ser. Es como si estuvieran en busca de novedad y mucha sorpresa. Algo jamás visto antes.
Y aquello llegó como consecuencia de la muerte del único hijo de Rabbit durante una guerra, quien había abandonado su carrera musical para enlistarse. Esa guerra no solo acabó con millones de vidas, sino que con sus planes. Su pérdida provocó en su padre, además de la congoja, su interés por darle un giro a la empresa que él y su amigo, llevaban. Todo por el beneficio de sus respectivas familias.
Por ello, Rabbit intentó convencer a Nicolás de hacer un cambio de estilo en cuanto al trabajo, pero este último, al escuchar la propuesta, se rehusó.
-¡Detengamos el tiempo!-dijo Rabbit, al tiempo que le mostraba el primero y último ejemplar del famosísimo libro “NO TIME”, escrito por Samuel, un seudónimo de un anónimo escritor.
-¿De dónde sacaste eso? ¡Se supone que se que…!-Nicolás lo miró con asombro-¡…quemo anoche junto con La Casa de la Cultura!
Rabbit no respondió.
-¡Debes devolverlo, antes de que te descubran y termines quemado y muerto!-se preocupó Nicolás- ¡Amigo, los niños no tendrán el destino que tuvieron nuestros hijos y miles de jóvenes desde que comenzó la guerra!-afirmó con ilusión-¡Esto acabará pronto, es lo que dijeron las autoridades!
-¡¡¡Tú eres bien iluso, Nicolás!!! ¡¡¡Esto no acabará y si se termina la guerra, nada indica que el sistema cambiará; seguirá igual que siempre!!!
-¡Cambiará, lo han prometido!
-¡¡¡Sea como sea, este libro se queda aquí, en la mansión, y nosotros seguiremos las instrucciones al pie de la letra!!!-Rabbit miró fijamente a los ojos de su interlocutor-¡¡¡No voy a permitir que nos traten como cosas, tal cual como lo hicieron con nuestros hijos y tu nuera!!!
En un principio, Nicolás estaba reacio a cooperar en el nuevo proyecto y sueño de Rabbit, sin embargo, después de pensar en los pros y contras, vio más cosas positivas que negativas, por lo tanto, decidió embarcarse en la utópica tarea para proteger a sus nietos.
Gracias a una paciencia y constancia increíbles, fueron capaces de leer más de tres veces las casi seisientas páginas de ese libro, en menos de un mes. Lo estudiaron detenidamente, anotando cada uno en un cuaderno las cosas que más se destacaban. Ya en el segundo mes, estaban listos para comenzar a construir, así que Nicolás, el más relajado y menos sospechoso de los dos, fue el encargado de comprar los materiales necesarios, mientras Rabbit se quedaba en la casona.
Se esforzaban día a día por crear un mundo completamente distinto al suyo para ofrecérselo a sus familias, pero no se quedaban solo con eso; deseaban impedir el envejecimiento humano. Creían que a través de la juventud eterna podrían alcanzar la inmortalidad. Para ello, trabajaban en una de las habitaciones de una mansión –cerca de sus hogares- que artesanalmente fue habilitada como taller. Estaban seguros de que nadie se acercaría, debido a la tendencia popular a pensar que la casona estaba embrujada.
La esposa de Nicolás, de nombre Evelyn, creía que todo eso era una necedad, por ende, lo molestaba cada vez que podía con su utópico ideal, diciendo que aceptaran su futuro, preparando a los niños para lo que estaban por vivir y señalando que es imposible escapar de su destino, tal cual como su hijo y nuera no pudieron.
-¡Deja ese sueño tonto! -dijo la mujer con una actitud relajada y conformista. ¡No te das cuentas de que el tiempo sigue pasando!
No lo criticaba mayormente, debido a los ingresos de la familia gracias al negocio de los inventos. Las utilidades eran dividas en dos y gran cantidad de ese dinero era invertido en su proyecto. El resto era utilizado, sin holgura, para gastos de cada familia.
A pesar de su gigante trayectoria y experiencia, para ellos significaba haber sacrificado muchas noches, fines de semana, feriados y vacaciones para lograr un puñado de inventos fallidos. Se sentían cansados producto de lo difícil que les resultaba todo, y el hecho de tener que seguir produciendo sus grandes éxitos, que se vendían como pan caliente, no los ayudaba mucho.
Llegó el día en el que sintieron que todo ese cansancio acumulado explosionó, ya que tenían la sensación de que no querían trabajar. Uno de ellos, que no se podía concentrar en el trabajo, y sin saber porqué, sentía que necesitaba despejar su mente, y el otro no podía mantenerse despierto, porque llevaba días sin dormir, así que decidieron tomarse el día y descansar la mente. Rabbit dejó solo a su amigo, que dormía, y se fue a caminar. En medio de su paseo, quiso darle una nueva revisada a sus fracasos.
Bajó las escaleras en dirección al sótano de la casona. Tuvo que agachar su metro noventa para poder pasar por la pequeña puerta de madera que lentamente se abría y chillaba. Abrió las ventanas del cuarto donde guardaban sus invenciones desechadas. Rodeado de polvo, tosiendo y estornudando, comienza a escudriñar y observar cada objeto detenidamente. Estuvo toda la mañana y parte de la tarde en eso, sin poder encontrarle una solución. Siguió con la habitación del lado. En ella, había un escritorio hecho de madera con muchos papeles llenos de anotaciones sobre él y un pequeño y derruido reloj de pulsera, y en el centro del cuarto, se sostenía un reloj gigante parecido al pequeño sobre la mesa, pero unas 20 veces su tamaño. El dispositivo se sujetaba con dos patas atornilladas en cada lateral y una en el centro de su parte posterior. Por el interior de las patas, pasaban varios cables que terminaban su camino, conectándose a tres pequeñas -pero poderosas- antenas, ubicadas en el patio de la casona. Su funsión era emitir ondas al unísono.
Rabbit tuvo, una vez más, que abrir la única ventana para poder ventilar, porque no dejaba de estornudar y toser. Le parecía que había más polvo acumulado que en la habitación anterior. A lo mejor, era porque venía sufriendo los efectos de su alergia hace horas, pensaba. Tomó el diminuto reloj y lo examinó.
-¡Lo hemos logrado, lo hemos hecho, Nicolás!-gritó Rabbit en cuanto abrió la puerta del taller para darle un abrazo a su amigo, quien, aún adormecido, no entendía lo que estaba diciendo.
-¿De qué estás hablando?
-Del reloj gigante y del reloj remoto que habíamos desechado hace un tiempo. No sé cómo funciona ahora, pero lo hace. ¡Ven conmigo!
Comments (0)
See all