Zephyr está esperando en el salón de la mansión de su prima, en lo alto de la colina que reina sobre Edimburgo. En su mano sujeta un vaso de tubo que se va bebiendo mientras la escucha atentamente. La niña con sus diecisiete años, su metro y medio de estatura y sus coletas rosas está hasta graciosa en su enfado.
Uroko explica por qué no quiere estar allí y por qué las relaciones le parecen absolutamente innecesarias y molestas, está indignada por tener que asistir a una fiesta que no le interesaba lo más mínimo.
Flow, como llaman a Zephyr sus amigos, se ríe mostrando sus dientes afilados como los de un tiburón. El chico, unos años mayor que ella, es un sidhe*, un hada de otro mundo que oculta su apariencia para hacerse pasar por un joven humano de piel pálida y cabello rojizo cortado a la moda humana, estilo coreano, con una gran cicatriz que divide su rostro de forma horizontal a la altura de media nariz, lo oculta todo excepto los dientes y las orejas en punta. Pero como es tan excéntrico y tiene una expresión de loco con los ojos, azules neón brillante, siempre muy abiertos, a nadie le extraña que las tenga. Mira distraído por la ventana mientras su prima sigue quejándose, al final no solo ha cedido a hacer la fiesta en la mansión del novio de su madre si no que esta le ha dicho que se quede y se lo pase bien como una chica de su edad. Ella nunca ha querido ser normal ni parecerse a los demás, se pasa el día estudiando o encerrada en su habitación viendo anime. No tiene muchos amigos, ni siquiera le agrada la gente en general, al contrario que Zephyr que es el alma de cualquier fiesta y conocido por ello en todos los sitios a los que va. No son primos realmente, pero sus madres son muy amigas y se han criado juntos.
Flow va a contestarle algo a Uroko cuando el sonido del timbre de la puerta les interrumpe y ella se calla poniendo cara de susto ante la idea de que empiecen a llegar desconocidos. El sidhe le sonríe, no de una forma muy tranquilizadora y la coge de la mano para atravesar el largo pasillo de la mansión, bajar la escalera hasta el piso de abajo y abrir la puerta a sus amigos. Un grupo de chicos y chicas del instituto y algunos conocidos por Instagram que empiezan a llegar más o menos al mismo tiempo.
Los chicos beben y hablan, entre risas y bromas, pero Flow está más pendiente de Uroko, que sigue tensa, y mira de vez en cuando la hora en su móvil. Por fin vuelve a sonar la puerta pasado un rato y el sidhe vuelve a tirar de su prima hasta la puerta, que abre de una manera bastante enérgica. Sus ojos brillantes se fijan en una cara que reconoce al instante: unas orejas puntiagudas, ojos color malva y pelo azul oscuro que prácticamente le tapa la mirada. En la puerta está el chico que acaba de mudarse al pueblo a pocos kilómetros, con media sonrisa dibujada en el rostro y una bolsa en la mano bastante llena. Uroko se acerca a la puerta detrás de su primo y se sorprende al ver que es aquel chico que le molesta tanto en Instagram e incluso le ha puesto un sobrenombre: Usagi*, conejo en japonés, por sus dos coletas.
Eru, que así se llama el chico, les saluda, manteniendo una distancia prudencial en la puerta mientras Flow saluda muy simpático y Uroko finge indiferencia. Él sigue a la chica caminando tras ella mientras carga la bolsa y se fija más detenidamente. Es la primera vez que la ve en persona y no puede evitar pensar en que mide menos de lo que pensaba, que su voz es extremadamente agradable para él, y que en definitiva hay algo en ella que le atrae aunque no sabe interpretar el qué.
Finalmente se reúnen en el salón con el resto de chicos que ya han llegado previamente y Eru deja en una mesa las bolsas.
—He traído todo lo que le he podido pillar a mi madre —les dice con un ápice de orgullo, mientras comienza a sacar unas cuantas botellas de alcohol.
—¡Habías dicho que sin alcohol! —le recrimina Uroko poniendo cara de asco al ver las botellas.
—Yo dije refrescos, no te enfades. —Eru se hace el gracioso como lleva haciendo pocos días atrás por mensajes con ella, o eso intenta—. Y esto refresca con hielo.
—Muy bien, colega —Christopher, amigo de Flow, se une a la conversación de los chicos—. Veréis qué fiesta vamos a montar cuando se llene esto de gente. No seas pava Uroko, también hay Fanta si lo prefieres.
—¿Y las modelos donde están? —Flow se acerca a las botellas sonriendo y revisa una de ellas con interés.
—Ya vienen —Christopher ha llamado a unas cuantas, quizá para presumir ante sus colegas de su “magnífica influencia”.
—¿Modelos? —Eru mira sorprendido a Zephyr.
—Es que conozco a muchas tías buenas —Flow le da un par de codazos—. Como no espabiles te las quito a todas.
Y justo en ese momento entran por la puerta Sarah, Martina y Lina, las supuestas modelos amigas de Christopher. Uroko las saluda y las invita a acercarse a la barra donde está Eru vaciando las bolsas. No sabe ni quiénes son ni de dónde las ha sacado el amigo de su primo, pero ya no les puede decir que se vayan.
—¿Quién quiere el primer "refresco"? —se anima Eru—. Voy a sacar las botellas.
—¡Yo! —Uroko que tiene que ser la primera en todo, y se acerca para echarle un vistazo a las bebidas.
—Vale, ¿De qué lo quieres? Hay de todo, hasta... ¿Qué es esto? ¿Absenta? No sé qué es pero la botella mola.
Eru rebusca entre las botellas que ha traído, de las que no ha oído hablar en su vida.
—De algo que no pique mucho.
Mira al chico con curiosidad disimuladamente mientras le sirve, físicamente parece un personaje de anime y más simpático que en Instagram.
Los chicos se sientan en el suelo del salón de Flow en círculo y comienzan a beber sin demorar más el momento. Zephyr sonríe a Uroko cuanto esta se bebe el vaso, y sí pica, pica un montón. Eru se va con ellos, al sentarse de golpe derrama la mitad del vaso que lleva en la mano en el suelo, por lo que Uroko le echa una mirada asesina y luego devuelve la vista el suelo, que se limpia solo como si fuera magia, sin dejar rastro.
—Perdón Usagi.
La mira sonriendo nervioso y Uroko se sonroja.
Chris, aprovechando el lío que ha formado Eru, se acerca a Flow y le hace una seña para que salgan al jardín a hablar en privado. El sidhe asiente y le sigue sin dudar ni un instante.
Uroko, al perder de vista a su primo, se pone más nerviosa y se queda quieta dándole tragos al vaso quizás más rápido de lo necesario. No para de mirar al chico de reojo pero no dice palabra. Él, en cambio, aunque acaba de quedar en ridículo delante de todos se balancea ligeramente mirando cada detalle de la casa. Aquí todas tienen detalles muy curiosos y cosas que le llaman la atención, distinto al lugar del que procede. Mira a Uroko y al cruzarse sus miradas, se pone más nervioso. No sabe por qué le hace sentir un dolor de estómago bastante extraño.
Los dos chicos que han salido al jardín vuelven sonriendo de forma pilla y Flow se dirige a todos con una de sus geniales ideas. Sonríe enseñando todos sus dientes.
—¿Y si jugamos a algo?
—¿Jugar a qué?, ¿Al trivial?—Uroko se anima. Seguro que gana.
—¿Al póker?—dice Sarah para hacerse la interesante.
—¿Al póker? ¿Al trivial? ¿En serio?—Eru se sorprende inevitablemente. No tiene ni idea de cómo se juega a ninguno de los dos, solo le suenan los nombres.
—A ver, señoritas. —Flow se pone serio—. ¿Queréis jugar a un juego de mayores?
—¿A qué? —Uroko vuelve a animarse, cualquier cosa que pueda ganar estará bien.
—¿Sabéis jugar a la botella? —El sidhe mira a Eru, que tiene pinta de espabilado.
—Claro… —Lina se envalentona—. ¿Quién no sabe jugar a ese juego?
—¿Por quién me tomas? Claro que sé. —Eru sonríe a Zephyr con picardía.
—Os voy a ganar a todos. —Uroko va contenta por beber tan rápido—. ¿Cómo se juega?
—Pues… Mira, giras la botella, y a quién apunte... Le das un beso. —Eru la mira elevando las cejas.
Uroko se bebe su tercer vaso, que ya no pica nada de nada. Está alucinando con lo que Eru dice de un juego en el que para ganar, hay que dar besos. En ese momento siente que se quiere ir pero le ha prometido a su madre que se quedaría en la fiesta con su "primo" e intentaría ser sociable.
El juego comienza sin que ninguno de los chicos se oponga, en el momento oportuno y entre gritos y algún que otro beso no deseado llega el turno de Eru.
Él coge la botella y la hace girar. Ve cómo da vueltas sin parar y cruza los dedos a su espalda. No le interesaba ninguno de los chicos y chicas que estaban ahí sentados a su alrededor pero ella… Ella es diferente y quiere besarla. La botella deja de girar apuntando a Uroko y la mira sorprendido pero entusiasmado en su interior, ¿Habrá sido la magia? Sin embargo ella le mira impactada y se paraliza al instante.
Eru se acerca a Uroko sin hacer movimientos bruscos y arrima la cara a la suya, adquiriendo el valor suficiente para mirarla a los ojos.
—Vamos Usagi, ¿O es que no te atreves?
—Claro que me atrevo, baka.
Uroko se pone de pie, tambaleándose un poco, pero decidida. Que no se atreve dice el idiota, tiene que ganar el juego este como sea.
—A ver si es verdad.
Él la sigue y se acerca más a ella hasta juntar sus labios a los suyos y empieza a besarla.
—¡Eh, ya, ya!—grita el sidhe, nervioso.
El chico ignora a Zephyr incapaz de despegarse de Uroko. Ella le sigue, quiere ganar y no le está resultando desagradable para nada. Eru se deja llevar y sin pensar sus manos hacen algo más que quedarse quietas en su cintura. El alcohol, y a saber qué más.
—¿He ganado? —En cuanto se separan Uroko se gira preguntando a los demás.
Eru no sabe qué acaba de pasar pero se siente raro, raro para bien. Demasiado feliz, quizá. Ni siquiera se acuerda de dónde está ni con quién. Nunca se ha sentido así. De hecho vuelve a sentarse en el suelo sintiéndose como en una nube, con sonrisa de idiota, y queriendo repetir. Con ella. Sólo con ella.
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Sidhe: Raza de hadas caracterizada por su increíble poder de persuasión.
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