Anastasia era una mujer alta, curvilínea y voluptuosa, su cabello era brillante como el fuego y aunque sensual también despedía toda un aura juguetona y enérgica que te recordaba a la de un niño no diagnosticado con tdah o un adicto al café con insomnio.
Era una dicotomía.
También era un súcubo y era realmente aterradora.
Ella estaba ahí por un error que involucraba su insomnio, mucho café y enormes toneladas de angustia.
Y él no sabía qué hacer con ella.
—Joshua, en verdad, amigo, conjuraste una relación simbiótica, debes hacer algo al respecto muchacho. Un blowjob, un par de...
—Oh, Dios no.
—Oye, no menciones al gran tipo. No trabajamos bajo la misma sucursal.
—Quítate Anastasia.
Ella lo ignoró, colocando todo su peso sobre su regazo con mucha obviedad.
—¿Así que has decidido que haremos al fin?
—Nooo, ya te dije que no podemos hacer nada, yo soy asexual, bueno, algo así, ¿demi? Creo, no sé si es el término correcto, estaba tratando de descifrarlo cuando accidentalmente te invoque así que no estamos teniendo nada, porque no funcionó de ese modo.
Anastasia suspiró y se desplomó en la silla de gamer que Joshua tenía con las piernas cruzadas sin dejar nada a la imaginación.
Uh, demonios pervertidos.
—Bien, bien, podemos empezar por eso has balbuceado todas esas tonterías sin sentido durante la última semana y media. Te escucharé para entenderte y después tendremos un maratónico y divertido encuentro sexual en consecuencia.
Joshua suspiró, pero se abstuvo de las expresiones religiosas antes de desplomarse en su cama agotado.
—No lo haremos. No me interesa el sexo, al menos no de primera instancia, porque no estoy enamorado de ti.
Hubo tres segundos de silencio y luego Anastasia empezó a reírse como si fuera la mejor cosa que había escuchado alguna vez en su vida.
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