Qué sueño más raro he tenido. He soñado que estaba jugando a un videojuego en mi ordenador y que lo estaba haciendo bastante bien. Justo al final de la fase me decía que felicidades, que había ganado una beca para una academia de nosequé. Y entonces venían unos hombres de negro que me secuestraban y me metían en un Mustang volador.
Y entonces sonó el despertador.
Hubiera sido guay, pero esas cosas solo pasan en historias de superhéroes y villanos. La realidad es otra, y es que hoy 10 de septiembre ¡empiezo mis clases en la Academia Arcadia! Corro las cortinas de mi habitación con una mano. ¡El sol brilla! ¡Qué buen día que hace! Ideal para comenzar mi carrera como hechicera.
Se supone que tienen que darnos el uniforme en la ceremonia de apertura, así que debo ir con ropa de calle. En un santiamén me pongo una camiseta de manga corta y unos tejanos. ¡Menos mal que me duché anoche! Y, rauda como una centella, bajo las escaleras de mi nuevo hogar hacia la cocina.
—Ya está el desayuno, Alicia —me dice mi padre, con el delantal puesto.
—¿Y mamá?
—Se levantó antes que tú y está en su taller, preparándose para la apertura de la tienda.
Hace solo una semana que nos mudamos a esta casita convenientemente situada al lado del campus académico. Mis padres hicieron un gran esfuerzo para hacer realidad mi sueño de estudiar magia, gastando todos sus ahorros y dejando atrás sus trabajos. Así que yo tengo que esforzarme para ser la mejor, para que mis padres no piensen que han tirado el dinero.
Pero no hay tiempo que perder pensando en cosas que pueden no pasar. El zumo de naranja y la tostada no se van a comer solos. Eso sería muy mágico.
Tras el corto pero apetitoso desayuno, subo al baño de mi cuarto para ponerme mona. Nada del otro mundo, un poco de peine para que mi pelo ondulado se vea guay y algo de perfume y desodorante. ¡Lo básico! Y luego mis deportivas y mi bolsa de mano. ¿Estuche? Llevo. ¿Móvil? Llevo y en silencio. ¿Llaves de casa? Llevo. ¿Cartera con carnet de identidad y algo de suelto? Llevo.
¡Lista para la aventura! Mi corazón me va a toda pastilla, velocidad con la que salgo de casa. Me tiemblan las piernas, ¡me tiembla todo! Pero no en el mal sentido, sino de emoción. ¡Alegría! Los alumnos uniformados me miran como si fuera una cosa rara. Los que no, me ignoran y siguen adelante. Deben de estar igual de nerviosos.
Justo al entrar al campus, pasando la gran valla exterior, un chico y una chica se me acercan. No van uniformados, así que deben ser de primer año igual que yo.
—Oye —me dice él, seguro de lo que dice pero con algo de preocupación en su voz— ¿sabes dónde se hace la ceremonia de apertura?
—Creo que sí, me he mirado el plano que salía en el folleto —le respondo, intentando ser amigable.
—¿Folleto? ¿Qué folleto?
—Yo no tengo ningún folleto —responde la chica. Su voz no es muy femenina sino algo grave, pero habla suave y tampoco se nota tanto.
—Pues... Bueno, seguidme. No creo yo que haya mucha pérdida. Por cierto, ¡me llamo Alicia! Encantada.
—¡Yo soy Corvin! —exclama el chico.
—Yo me llamo Minka —añade la otra chica.
Asumo el liderazgo de este pequeño grupo de tres. Ellos van detrás de mí. Corvin es un chico con un pelo especial: el de la cabeza es negro azabache, pero con un tupé en vertical con una forma casi triangular. Si fuese verde parecería un arbusto. Pero, sin embargo, el pelo de sus cejas es blanco. ¿Teñido? No me he fijado lo suficiente. Tiene los ojos verdes y una nariz algo respingona. A pesar de estar perdido, mantiene su sonrisa. Debe ser el típico tío guay de la clase, que siempre hay uno. No parece mala persona, de todos modos.
Minka, la chica, es un tanto especial. Tiene una especie de tic nervioso, puesto que cuando está quieta se pone a hacer cosas con las manos o a mover el pie. Como lleva una camiseta de manga corta igual que yo, se le ven los brazos. Está fuertota y morena, pero en plan bronceada. Imagino que debe gustarle estar al aire libre y hacer deporte. Como dicen en el anime, una genki girl. O simplemente hiperactiva. Por lo demás, tiene el pelo pelirrojo en una melena corta y los ojos de color ocre... que imagino que son lentillas puesto que no es un color de ojos natural. Y para ser una mujer, no tiene apenas curvas. ¿Debe ser cosa del deporte...?
Dejamos atrás el largo camino de adoquines y árboles a los lados para adentrarnos en el edificio principal de la academia. Un enorme edificio de arquitectura georgiana, con tejados inclinados, grandes portones, ventanas larguiruchas y estrechas, rectangulares... todo alto y cuadrado pero acogedor. ¿Del siglo XVIII, quizás? Es elegante; le pega.
Las puertas están abiertas de par en par. Seguimos adelante, con los dos nuevos conocidos detrás y el resto de nuevos aspirantes delante. Yo no sé si es que son tonticos o es que no saben que esto es como en cualquier gran evento: sigue la marea y llegarás a tu destino, suponiendo que el destino de la marea y el tuyo sean el mismo, claro. Al final de este pasillo hay un cartel que pone Ceremonia de apertura aquí a las 10:00. Son menos cuarto, así que mejor entramos y cogemos sitio.
Estamos en una especie de auditorio: una gran tarima al fondo y un pequeño atril con un micrófono y, delante de eso, gradas con asientos, cada fila un poco más elevada que la anterior. Las luces están atenuadas, lo suficiente para ver lo que hay adelante sin tropezarnos. Hacia la mitad del recinto, nos sentamos los tres: Corvin en medio de nosotras, las dos chicas.
—No era tan difícil, ¡solo era cuestión de seguir a la muchedumbre! —río, intentando romper el hielo.
—Je, bueno, es el primer día, ya se sabe, no estoy acostumbrado a este sitio...
Ahora ya sé el punto débil de Corvin: su mala orientación. Pero una duda me corroe...
—Y bien, ¿ya os conocíais de antes o...?
—¡Qué va! —exclama el chico— Nos hemos conocido en el tren, hace una hora. La he visto que parecía que iba al mismo sitio que yo y le he dicho que si podíamos ir juntos. Si es que mi encanto masculino es irresistible...
La colleja que le ha soltado Minka se ha oído hasta en el pueblo de al lado.
—¡Eh! Si te piensas que has ligado, ¡vamos mal!
El del tupé intenta cubrir su metedura de pata con una risita.
Para fortuna del hombre de nuestro grupo, las luces se apagan y a su vez se ilumina el escenario. Entra una señora con el pelo azul y mechas naranjas, o algo así, puesto que hay mucha distancia y no consigo ver los detalles claramente. Lo que sí puedo ver es que camina con firmeza y decisión y que lleva gafas (puesto que los focos reflejan la luz). Al llegar al atril, se hace el silencio en todo el auditorio.
—Buenos días, estimados alumnos —empieza la mujer, con una voz femenina, firme y autoritaria— Damos comienzo a este nuevo curso aquí en la academia Arcadia, una institución pensada para formar a jóvenes adultos en el misterioso y, a veces peligroso, mundo de la magia. Me presento: soy la decana Valira Andrade, la máxima dirigente de esta organización educativa.
—Oye, pues está buena.
Al comentario, a mi parecer fuera de lugar, de Corvin le ha seguido un codazo de parte de Minka, al mismo tiempo que el resto de alumnos aplaudían, yo incluída.
—Gracias —continúa la decana— Es importante que durante el transcurso de este entrante curso dediquen su máxima capacidad a resolver los problemas que nuestro claustro de profesores les planteen, solo de este modo podrán maximizar la capacidad mágica innata que poseen...
El discurso siguió durante un rato, pero era básicamente lo mismo una y otra vez. Esfuerzo, trabajo duro, capacidad. Espero que las clases sean un poco más amenas que esto, porque la verdad...
Al terminar, la rectora Andrade nos indicó que fuéramos a recoger los uniformes a conserjería y todos salimos en masa hacia allí. Bueno, a eso que nos dirigimos. Veo a Minka un poco inquieta desde que se mencionó la palabra "uniformes". ¿Por qué será?
Llegamos y vemos que se ha formado un corrillo de personas alrededor del conserje: un señor que debe tener unos cincuenta años, relativamente bajito, tripón, con los ojos grandes y bastantes entradas en el pelo, y éste de color castaño con algunas canas. Su ropa es bastante informal. Se ve que debe ser el que realmente hace trabajos físicos allí. Se pueden apreciar varias cajas grandes detrás del mostrador de conserjería: deben ser de los uniformes.
—Soy el conserje Armstrong. Les diré sus apellidos por orden alfabético y les daré una bolsa con dos uniformes, ¿de acuerdo?
Por orden alfabético, ergo, yo seré de las últimas. Pero bueno, así sabré los apellidos de todos. Cerca de nosotros vemos a alguien con el pelo azul cielo, claramente teñido puesto que si me acerco le puedo ver las raíces. Vaya, y que nadie tiene el pelo azul natural. Creo que es un chico, por la manera en que lleva la ropa y su postura, pero su cuerpo es más o menos como el de Minka.
—¡Evertree!
—Oh, ¡me toca!
Corvin se dirije hacia el conserje y momentos después vuelve con una enorme bolsa de papel. Los uniformes van en bolsas negras, así que sin abrirlos no podemos ver cómo son, pero tienen una etiqueta blanca con la talla y un cuadrado azul con una M dentro, indicando probablemente que es el traje de chico.
—Mejor nos esperamos a llegar a casa para abrirlos, ¿no? —le digo, antes de que se ponga a arrugar la ropa que acaba de recibir.
Él asiente, haciéndome saber que tengo razón.
—¡Snowgale!
El del pelo azul va a buscar el suyo, aunque al volver se le ve algo desilusionado, mirando una de las bolsas del atuendo.
—¡Summerthorn!
—Ah, me toca... Ahora vuelvo —comenta Minka, aún un poco fuera de sí.
Al volver, su cara parece una copia de la del chico azul.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—Me han dado el uniforme de chico.
Nos lo enseña. Efectivamente, la etiqueta es igual que la del de Corvin, excepto por la talla, claro. Seguro que el conserje se ha equivocado, ¿no? El tal Snowgale se nos acerca, tímido, y se dirige a Minka.
—¿A ti también te han dado el que no es...? —pregunta él, con un timbre de voz ligeramente femenino, como si tuviera pluma.
Minka asiente lentamente y suspira.
—Creo recordar que puse en la hoja de inscripción que quería un uniforme femenino...
—¡Wilkins!
Finalmente me toca a mí. Como cabía esperar, el mío es el correcto, igual que el de Corvin. ¿Qué ha pasado aquí, entonces? ¿Se le ha traspapelado el género de los trajes, ya que los apellidos del chico y Minka estaban tan cerca?
Me da la sensación que no estoy entendiendo algo.
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