–¡Muérete, maldito! ¿Quién es tu papi? ¡¿QUIÉN ES TU PAPI?! –comenzó a gritar y reír sin parar, haciendo que su madre le llamara la atención.
–¡ANDREÉ! ¿QUIERES CALLARTE? ¡O VOY A IR A APAGARTE ESE APARATO DE NUEVO! –se escuchaban los gritos desde la planta baja.
–Ahora ya no puedo jugar agusto en ésta casa... –en voz baja haciendo un puchero.
–¿Dijiste algo?
–N-nada! –nervioso.
Definitivamente, para Andreé, nueve horas de HALO, Call of Duty, Resident Evil y Metal Gear Solid era lo mejor para pasar el tiempo en casa de sus padres en vacaciones. Al menos ya no se tenía que levantar temprano para ir a clases, ni hacer los deberes, aunque rara vez los hacía. Sólo las prácticas por las tardes y salir con su novia.
–¡Oh! Es cierto, no le he llamado en todo el día –caía en la cuenta.
Pensaba en por qué ella no le hablaba a él. Si acaso esperaba que él lo hiciera, porque eso definitivamente no iba a pasar. Hace algunos cálculos mentales y determina que llevaban alrededor de dos, casi tres meses juntos. Al mismo tiempo que se sorprendía, ya que ella había durado más que su novia anterior. Tenía que reconocerlo, no tenía ni idea del por qué ella aún no lo terminaba. No había sido el mejor novio del mundo. ¿Popularidad? ¿Vanidad? Estaba consciente de que era uno de los chicos más atractivos de la facultad, además de que ser el capitán del equipo de futbol le daba más puntos pero, ¿acaso era suficiente para tolerar su forma de ser? Suele ser un cretino la mayoría del tiempo, pero no encontraba algo que lo entretuviera por más de dos meses sin que se aburriera. En resumen, para él las mujeres tenían pocas expectativas sólo cuando cumples con una de las más importantes: El físico.
A los pocos minutos recibe un mensaje de su parte. Sólo sonríe para sí. Después de intercambiar algunos mensajes, queda con ella en una cita. Irían al cine y una cena después de eso.
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–Lo siento señora, no podemos hacer más. Los padres del alumno agredido presentaron quejas y no quieren que su hijo continúe estudiando es ésta institución –explicaba el director de la escuela a la madre de Derek.
–¡Pero si el agredido fue mi hijo! Él normalmente es muy calmado, no es impulsivo, estoy segura de que ese chico lo provocó. Lo sobrepone a él porque su familia es influyente, pero bien sabemos quién es el culpable aquí –defendía.
–No puedo hacer otra cosa, pero lo que sí puedo hacer es acomodar a su hijo en otra institución, si así lo desea. De esa manera su hijo no perderá el año, pero aquí no puede seguir estudiando –excusaba el director un poco nervioso y tratando de calmar a la mujer.
–Ese no es el punto, el punto es que no es justo y usted lo sabe –insistió.
–El que yo lo sepa no cambiará nada, lo hecho, hecho está. Lamentablemente su hijo agredió físicamente a otro estudiante, y eso va en contra de las reglas, haya sido provocado o no. Lo siento por su hijo, pero insisto, si gusta puedo ayudarlo a terminar el año en otra escuela.
–Está bien, es lo mínimo que pueden hacer después de todo esto –suspiró resignada–. Vámonos Derek, por lo visto aquí no es un lugar apropiado para que estudies, rodeado de gente avariciosa y corrompida que sólo le importa la imagen más que la calidad de sus alumnos, cualquier escuela es mejor que ésta –escupió entre dientes, tomando a su hijo del brazo azotando la puerta al salir.
El director toma un respiro y el teléfono de su oficina al mismo tiempo, habló con su secretaria para que le comunicara con el director Graham. La media hora siguiente, el Director Louis se encontraba arreglando el papeleo para la transferencia de Derek Baker a la Academia bajo el cargo de su amigo y director Graham, lamentándose por las notas del chico, ya que eran excelentes.
El transcurso de regreso a casa fue incómodamente silencioso. En cuanto entraron en la casa, Derek se apresuró a irse a su habitación tratando nuevamente de saltarse el interrogatorio que, a su gran pesar, no logró.
–Un momento jovencito –lo llama su madre. Derek se detiene, pero no se vuelve–. ¿Aún no me vas a decir el motivo por el que golpeaste a ese chico? Tienes un carácter tranquilo, nunca antes habías hecho algo así, no sé qué te pudo haber hecho para que reaccionaras de esa manera –esperó unos segundos para ver si respondía, al ver que no dice nada continúa–. Ese silencio no te salvará por mucho tiempo, ¿es algo de lo que tenga que preocuparme? –Derek niega con la cabeza–. Está bien, te dejaré sólo por el día de hoy, ve a tu habitación, pero sigues castigado, así que nada de computadora, ni tele, ni música, ni videojuegos, ¿entendido? –sentenció no esperando una respuesta que le diera la contraria.
Con paso lento Derek se dirigió a su recámara, imaginando cuánto tiempo aguantaría sin jugar videojuegos. Agradecía que al menos su madre lo dejara en paz por el día hoy. Se dirigía a tomar sus audífonos y escuchar música como lo hace habitualmente después de llegar de la escuela, pero recordando el reciente castigo, optó por acostarse un rato en la cama, no sin antes abrir la ventana, le pone un poco tenso el silencio y dejo que el canto de los pájaros inunde su alcoba. Sólo le agrada el silencio cuando lee, esa es la razón de que su lugar favorito sea la biblioteca de la ciudad, ya que la de la escuela carecía de mucho material literario de calidad.
Acostado en la cama trató de recordar la tonada de esa canción, cuya letra trataba de un chico que se convierte en el héroe de la única chica que nunca lo degradó por ser como era.
Nunca su habitación le pareció tan aburrida y en realidad no lo era. A un niño de menos de doce le encantaría, lleno de posters que no dejan ver el color de la pintura en la pared. Un juguetero abarrotado de figuras, accesorios y objetos curiosos y todas sus consolas de videojuegos acomodadas de forma organizada. Pero en realidad todo esto es sólo un hobby para él, una distracción, un pasatiempo para olvidar sus constantes abusos.
A decir verdad, esa no era la primera vez que lo expulsaban de una escuela. Sucedió lo mismo en la escuela media, en noveno grado. Derek se aseguró de que ese chico no lo volviera a llamar “cara de niña” nunca más.
Una sonrisa se formó en sus labios mientras recordaba cómo le ponía pegamento en la boca al chico que lo ofendió un día anterior, mientras éste tomaba una siesta en el salón de clases. Hubiera sido perfecto si una compañera no lo hubiera descubierto en la acción y acusarlo con la profesora alarmando a todos y haciendo que el chico se despertara con los labios unidos, desesperado por tratar de abrirlos.
Recordó que ese día perfectamente, ya que tuvieron que llevar al chico al hospital y su madre correr por los gastos, además de la disculpa a los padres, al chico y de bono; la expulsión del instituto. Se armó un gran escándalo en casa, ya que su madre pedía explicaciones, confesando que sólo lo molestaban demasiado y que terminó hartándose. Sabía que era una verdad a medias, y su madre estaba consciente de eso.
Y esa mitad verdad era su rostro, que era bastante afeminado: rasgos finos, manzana de Adán apenas perceptible, mandíbula suave y poco pronunciada, cabello negro, lacio y sedoso que contrastaban mucho con unos grandes ojos azules. Piel pálida y tersa, sin ninguna imperfección característica de la adolescencia. Esa era su cruz. Tener una cara de chica bonita. La razón de la burla de sus compañeros. Incluso en su nuevo instituto y cada que conocía a alguna persona nueva.
Su colmo fueron las veces que lo abordaron unos chicos mientras iba de compras o a leer a la biblioteca, pensando que era una chica. Él solo se alejaba sin decir nada con toda la irritabilidad encima. Pero, sin duda, lo peor era en la escuela, parecía que a todo el mundo le molestaba su simple presencia. Era víctima de constantes abusos y burlas a casi diario. Burlas que cualquier otro día habría llevado tolerantemente, salvo ese día, ese día las burlas subieron de nivel.
FLASHBACK
–Eh, Derek, Derek, ¿me dejas pintarte los labios? ¡A que quedas muy lindo!
–¡No, Amy! Que puede bajarme a mi Trevor.
Carcajadas.
–Creo que si le pintas los labios y de paso una peluca, se vería incluso más lindo que Amy.
–¿Pero qué estupideces dicen ustedes? Amy es la más linda de todas, no la comparen con éste... lo que sea que es.
–Oh, lo siento, tienes razón pero ¿verdad que se vería lindo?
–Ni aunque le pusieras un vestido pensaría que es lindo, es asqueroso.
Los chicos se divertían debatiendo sobre quién se vería más “linda” de entre él y Amy, sin importarles que éste se encontrara presente y pudiera escucharlos perfectamente. Para Derek era normal escucharlos hablar de él, hasta se sorprendía cuando inventaban algo nuevo.
Ese día, Derek se limitaba a ignorarlos como de costumbre y mirar por la ventana con la vista perdida imaginando que se intoxicaban con el mismo veneno que brotaba de sus bocas al hablar. Continuaba con ese pensamiento cuando escuchó a alguien entrar al salón. Era Ren, el chico más detestable del salón.
–Derek~ –cantó–. Adivina lo que he escuchado en otros salones –por el tono de su voz, parecía estar emocionado y capta la atención de sus demás compañeros, y aunque no quisiera, la de Derek también.
–La verdad Ren, no me interesa nada de lo que tengas que decir –dijo sin inmutarse ni mostrar la más mínima seña de su interés oculto.
–Pues debería ya que se trata de ti –esto hizo que prestara un poco de atención, se limitó a mirarlo de lado girando los ojos–. Escuché que alguien te vio en la calle rodeado de chicos –esperó un momento tratando de generar más interés en los presentes–, y te estaban preguntando cuánto cobrabas.
Al escuchar esto Derek lo miró con furia, esperando lo que fuera que diría después, retándolo a que lo hiciera.
–Sí, eso mismo –la cara de intimidación de Derek no le causaba ningún efecto así que se dispuso a continuar–. y también escuché decir que, por tu “lindo rostro”, no les importaba que fueras un chico –le escupió mientras una sonrisa socarrona se formaba en sus labios.
Fue la gota que derramó el vaso. En un instante, con una mano tomó la camisa de Ren y con la otra le propinó un fuerte golpe directo a la nariz, haciéndolo caer al suelo de forma aparatosa. Aún impactado por lo que acababa de suceder y sin saber qué hacer, el chico sólo atinó a protegerse la nariz con las manos con un gesto de dolor en su rostro, dejando a todos asombrados sin saber que decir.
–Reto a que alguien me vuelva a dirigir la palabra e incluso hablar de mí a mis espaldas, ¡¡VAMOS!! ¡¡LOS RETO!!
Todos se quedaron en silencio, a excepción de Ren, que seguía lloriqueando en el suelo.
FIN FLASHBACK
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