Las lágrimas en mis ojos mojan este papel en blanco en el que comienzo a escribir. Poco importa. Necesito algún modo de soltar el dolor de mi pérdida, el pesar por tu ausencia. Poco importa si el agua de mis lágrimas borra la tinta del bolígrafo. Esta carta es para mí, que no necesito leerla. Para ti, que ya no puedes hacerlo. Para Yoli, una compañera a la que tampoco volveremos a ver nunca más. Nunca más.
Escribo y escribo, tratando de no pensar. Tratando de olvidar. Tratando de recordar. Con sentimientos tan contradictorios en mi corazón, que ni yo misma los llego a entender. Solo sé que la culpa la tiene esta infernal guerra que nos está volviendo a todos locos. Que tantas víctimas se está cobrando. ¡Maldita y estúpida guerra! Como la odio. Eso es lo que siento ahora mismo: odio, el más puro y absoluto odio.
Odio a quienes te hicieron perder la cabeza a ti también. A quienes te arrebataron de mi lado. A quienes se metieron en una guerra sin sentido. ¡Como si alguna guerra tuviese algún sentido! ¡Putos politiqueos, intereses económicos y demás hipocresías que tapan bajo el nombre de la igualdad toda esta sinrazón! ¿Cómo puede alguien tratar de justificar siquiera esta barbarie?
Odio haber tenido que presenciar tu muerte. Odio que haya sido por tu propia mano. Pero creo que te entiendo. No podías acabar con tu Yoli. La necesitabas. Necesitabas que fuese contigo cada vez que entrases en la cabina de tu avión. Volar sin ella no tenía sentido. Decidiste que si ella no era lo suficientemente buena para esta guerra, tú tampoco lo serías. Y te llevarías por delante a aquellos falsarios que querían arrebatártela. Que querían que acabases con ella.
¿En qué clase de estúpido mundo vivimos? ¿Cómo puedes ser peor dibujar mujeres desnudas que bombardear ciudades? Ni siendo mujer lo entiendo. Y debería ser la primera en sentirme indignada, dicen, ya que usan nuestro cuerpo como objeto de deseo. Escandalizarme por ver como mujeres de cuerpos imposiblemente perfectos se meten una bomba entre las piernas o se llevan las manos a las tetas para que parezcan aún más grandes y apetecibles. Pero me indigna mucho más esta guerra, esta hipocresía, esta mentira.
Trato de vaciar el dolor de mi alma en esta carta sin destino, en este mensaje a ninguna parte. Escribo convulsivamente. Sin razonar, sin leer. Simplemente escribo y escribo. Porque ya no podremos tomar una caña nunca más, Ax. Porque no te volveré a ver. Porque nunca más te meterás conmigo.
Gunn decía que estabas loco. Que ya sabías lo que era matar antes de pilotar. Que perdía el tiempo contigo. No te conocía como yo. Ni lo intentó siquiera. Solo esos estúpidos prejuicios basados en sórdidos rumores. No estabas loco, es esta guerra la que te volvió así. La que nos está haciendo perder el juicio a todos. La que ha conseguido que escriba estas líneas tan poco propias de mí. Yo, que me consideraba una mujer fuerte e independiente.
Escribo, escribo, y no dejo de escribir. Pero dudo que alguien lea esto. Dudo que alguien jamás encuentre esta carta. Y que sea capaz de entender mi letra, ya borrada por el efecto de mis lágrimas sobre esta tinta azul. Sobre esta tinta que ha sido el vehículo por el cual tratar de despojarme todo este sufrimiento y este dolor.
Comments (0)
See all