Sentado al borde de su cama en mitad de la noche, Kyle miraba nostálgico su colgante de plata, pasando la mano por el sensor táctil de la parte trasera del objeto una y otra vez para mostrar y luego quitar la imagen que contenía; aún recordaba aquel día en el que sus padres se lo entregaron, siete años atrás. Desde entonces, había decidido conservar ese colgante por siempre.
Por otra parte, en su mente no paraba de aparecer la imagen del fénix. ¿Qué tan extenso podía llegar a ser su poder?¿Hasta dónde podría llegar si conseguía ser lo suficientemente fuerte? Todas esas preguntas aún no tenían ninguna respuesta por el momento, pero Kyle estaba dispuesto a forjar una respuesta para aquellas dudas que no le dejaban dormir.
Trató de cerrar los ojos y descansar, pero solo conseguía dar vueltas y más vueltas, así que decidió subir a la azotea a contemplar el cielo.
Cuando abró la puerta, vió que ya había alguien más. Steph estaba apoyada en la barandilla, con la mirada fija en el extenso manto de luces que cubría la ciudad, haciendo parecer que aún era de día. Al oír el sonido de la puerta, la la muchacha se asustó y se giró para ver quién era. Kyle pudo ver que por sus mejillas caían dos lágrimas de sus ojos cristalinos.
-Oh... -Suspiró Steph, secándose las lágrimas- eres...eres tú.
-¡L-Lo siento! N... No sabía que estabas aquí -Kyle retrocedió un paso.
-No pasa nada -Dijo con voz temblorosa, esbozando una sonrisa- ¿No puedes dormir?
-Llevo horas dando vueltas -El chico se acercó a la barandilla y se apoyó al lado de Steph- Pensé que sería bueno salir a tomar el aire.
Steph lo miró y soltó una risita.
-¿Q-Qué pasa?
-Llevas la camiseta del revés.
-Mier... -Se quitó la camiseta y se la volvió a poner correctamente- Bien, así mejor.
La mirada de steph volvió a perderse en el horizonte. Kyle acercó una mano a su mejilla y le quitó una lágrima.
-¿Puedo... pregutarte por qué estabas llorando?
-Sólo estaba...
-Pensando en mi pasado.
-Pensando en mi pasado.
Las voces de los dos sonaron al unísono.
-¿Cómo sabías que iba a decir eso?
Kyle fijó su mirada en la luna, blanca y resplandeciente en medio del cielo color negro puro.
-Yo también estaba reflexionando sobre mi pasado todo este rato, en mi habitación.
-Ya veo...-Steph secó sus lágrimas- Kyle...
-¿Eh?
-¿Cómo fue tu infancia?
-Bueno... He olvidado muchas cosas, pero sé que no fue demasiado mala -Se tumbó boca arriba en el suelo, mirando al cielo- En mi antigua ciudad, vivía con mis padres en una casa en la zona industrial. No era muy grande, pero nos apañábamos con lo que teníamos; mi padre trabajaba inspeccionando y reparando naves del Imperio y mi madre... Bueno, estuvo unos años trabajando en la casa de un militar. Cuando los dos trabajaban, me dejaban en casa de un amigo de mi padre, que tenía un chico que era un año mayor que yo y casi siempre se metía conmigo por ser más bajito -Sonrió-. También me llevaban a una pequeña escuela que había cerca; éramos pocos niños y muchas niñas, así que siempre se metían con nosotros, pero lo pasábamos bien.
-¿Sabes? -Steph se sentó al lado de Kyle- Creo que tuviste mucha suerte con tu familia.
-Les quería... mucho -Pasó la mano por su colgante- Aún sigo sin creerme que jamás pueda volver a verlos.
-Yo... Siempre he deseado no volver a ver a mi padre, a pesar de que sé que ya no vive...
Kyle se sentó delante de Steph y le cogió las manos.
-¿Qué pasó para que desees eso?
Steph apartó la mirada.
-Mi madre murió días después de nacer yo, así que mi padre y mis dos hermanos mayores me culparon de su muerte durante años.
Kyle no dejó de sostener sus manos.
-Mi padre era un militar del Imperio, y obligó a mis hermanos a alistarse también, pero a mí me dejaron como su sirvienta, al cargo de limpiar la casa, cocinar y cosas así. Nunca recibí ni una sola muestra de cariño por su parte, ni un "Te quiero" por parte de mi padre ni un "gracias" por parte de mis hermanos. Solo recibía insultos, patadas y desprecio.
-Que crueles...
-Pero a los diez años desperté mi poder; fue entonces cuando me llevaron a trabajar en una enfermería dirigida por el Imperio, atendiendo soldados heridos, pero también salía por mi cuenta a la calle a ayudar a quien lo necesitaba. Algunas veces me lo agradecían con un dulce, pero yo lo hacía sin pedir nada a cambio, solo me gustaba saber que había ayudado a alguien a vivir más tiempo. Pero... las cosas cambiaron cuando mi padre me llevó con el equipo médico de su escuadrón a una operación militar en Brasil, para eliminar a una organización insurgente. Aún recuerdo las decenas de heridos que habían sido víctimas de las explosiones y del fuego rebelde que tenía que ayudar a volver a combatir. Uno de los días de la operación, llegó una camilla con mi padre, a quien había herido gravemente un portador de hielo. En ese momento, sus labios formaron unas palabras:"hija, no me dejes morir aquí, te lo suplico".
Una suave brisa nocturna acarició el pelo color turquesa de Steph.
-"Yo nunca he tenido un padre... y menos aún una familia", esas fueron mis palabras antes de forzar el paro de su corazón. Sentí una gran liberación al hacer eso.
-Creo... que hiciste lo correcto... -Kyle mostró una sonrisa disimulada a su compañera.
-Desde entonces... Marshall y Marius son como hermanos para mí.
Kyle la abrazó.
-Llevo poco tiempo aquí pero... -Guiñó un ojo a Steph y levantó su dedo pulgar- quiero luchar a vuestro lado... Como una familia.
La sonrisa de de Kyle hizo que las lágrimas de Steph volviesen a brotar. Pero ésta vez eran de satisfacción.
-N-n-no llores -Kyle se sobresaltó- No era mi intención que...
Steph le pegó un leve golpe en el hombro, seguido de una risita.
-Gracias.
-¿Eh?
-Voy a intentar descansar un rato -Bostezó y se levantó- Deberías hacerlo tú también.
Kyle también se levantó. Los dos volvieron a entrar al piso, tratando de hacer el más mínimo ruido para no despertar a nadie; Steph había comentado a Kyle que Marshall odiaba con toda su alma que le despierten, así que Kyle, temiendo por su vida, caminó en silencio hasta su habitación. Se tumbó de nuevo en el colchón y dejó que sus ojos se cerrasen lentamente.
A la mañana siguiente, cuando el sol aún estaba saliendo, la puerta de la habitación de Kyle se abrió fuertemente.
-No puede ser -Resopló- Me cago en la...
-¡Arriba, chico! -Marshall estaba de pie tras el hueco de la puerta.
-Cinco minutos más, por favor...
Un chispazo hizo que se pusiese en pie de un salto.
-¡AU! -Gritó Kyle- ¡ESO HA DOLIDO!
-Si quieres que te entrene, deberás acostumbrarte -Se dió la vuelta- Cámbiate, nos vamos.
-Voy... -Gruñó el joven.
-Ah, y a partir de ahora llámame Maestro -Dijo Marshal, en tono burlón.
-Maldito chispitas... -Musitó Kyle mientras se vestía.
Otro chispazo le hizo saltar de nuevo.
-Te he oído.
Acabó de vestirse y siguió a Marshall, quien lo llevó por las calles de la ciudad durante horas, hasta llegar a una extensa arboleda fuera de la ciudad. Se adentraron y llegaron a un claro en medio del inmenso bosque.
Durante décadas, todas las ciudades del planeta se habían expandido de forma exponencial, pero aún se conservaban algunas hectáreas de bosque que el Imperio obligaba a conservar, ya que tampoco deseaban un planeta cubierto de cemento.
-Aquí está bien.
Se giró hacia Kyle.
-¿Qué vamos a hacer aquí, Marsh... digo... Maestro?
Marshall se aflojó la corbata y se recogió las mangas de la camisa.
-Kyle.
-Dime.
-Atácame con todas tus fuerzas.
El cuerpo de Marshall comenzó a soltar chispas azuladas.
-No te contengas -Dijo el maestro con una sonrisa.
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