"Comprendo de que este caballero haya desconfiado de tu capacidad, pues es cierto de que aun siendo una pupila tan prometedora, sigues siendo eso, una aprendiz, tanto él como varios más han vivido tres o incluso cuatro veces la vida que tú has vivido; ante los ojos de decenas de los nuestros, este hombre es tres o cuatro veces más digno de esta calaca que te he enviado."
Tienes la razón, Maestro, soy una aprendiz, tu aprendiz, quien ha recibido tu voz, así como tu tacto, y quien ha lavado su bautismo bajo tu mirada. Bajo ninguna circunstancia me creería capaz de desobedecer a una orden de tu pluma, si me dijeras que Maulén es quien debe vivir, lo aceptaría con la vista puesta en la tierra.
"Pero yo te he enviado este tesoro a ti, porque yo así lo he querido, ni el viejo ni ningún otro hermano puede interferir, si no te lo ha entregado como debió ser, pues se lo arrancaras de la ropa; tú me acompañaras, tu sangrarás y matarás conmigo, pues así lo he decidido, ninguno de nuestros hermanos puede interferir, pues solo el diablo está por sobre nosotros, los brujos. Ve a Castro y sigue la luz de su lámpara, arranca los comandos de su repugnante y arrugada mano, pues el hijo de la rebeldía solo puede ser acogido por manos jóvenes y fuertes como las que tu posees, niña."
He cumplido tu orden, llevo un buen rato aquí.
El resto de los Magi no se han mostrado en todo mi viaje, desde que bajé de la barcaza hace una hora, no, desde que llegue a Puerto Montt, simplemente no he percibido nada, no pensaba de que el Maestro estaba en lo correcto, debería disculparme por haber desconfiado de él; pero al final, no hay forma de que lo sepa...
Ningún brujo me ha seguido para detenerme, lo que significa de que la Recta Provincia en verdad cree que el viejo es quien está equivocado, pero el veredicto llega hasta ahí, pues tampoco he recibido ningún apoyo para esta tarea.
Los problemas entre dos brujos deben quedarse ahí, entre dos, si vamos a matarnos entre nosotros por asuntos personales, el resto de la hermandad ni siquiera se inmutará; a veces es para mejor.
El anciano me ha ofendido a mí, y debo ser yo quien le silencie.
La isla grande es un lugar hermoso, lo pienso desde la primera vez en que puse un pie aquí; estos parajes tan grandiosos y verdes enamorarían hasta al mismo demonio, de hecho, quizás sí lo hicieron. Después de todo es Chiloé la cuna de nuestra orden, el nicho de la magia más antigua que ha conocido el hombre, el templo de la Recta Provincia y el trono del supremo.
Que pueblo más oscuro, que calles más empinadas, que adoquines más pulidos, que olor tan... marino.
Mi reloj de cadena ha marcado las tres de la mañana, ya es casi la hora que A. me ha indicado. Los palafitos pueden verse a lo largo de toda la costanera, sin duda edificios curiosos; cuando era niña pensaba que vivir en una casa suspendida en el mar sería algo alucinante, incluso soñaba con tener una trampilla que llevara a un bote oculto debajo de la casa misma, soñaba con salir a navegar bajo la luna, solo con mi remo y la compañía del cielo.
Pero esos eran otros tiempos.
Lo he encontrado, no hay duda alguna. Es natural ver esta cantidad de niebla en las noches, estamos pleno invierno y los temporales arrecian fuertes sobre el sur, en algunos días las calles forman verdaderos riachuelos y pozos que fácilmente llegan hasta la rodilla, pero lo que veo es diferente.
Los ojos despreocupados no notarían la diferencia entre la niebla natural y una niebla creada por magia; para un mago es fácil darle forma a los elementos que le rodean, y así crear barreras casi imperceptibles; después de todo, todas las actividades de la magia deben ser ocultas de los no practicantes, esto claramente incluye a la Guerra Grial.
Esta cantidad de maná sin duda le pertenece a Maulén, solo hay dos de nosotros en Castro, solo hay dos linternas que brillan con la verdosa llama que se alimenta del aceite humano.
Y en esta noche he podido ver esa luz con claridad, su pequeño destello me guio por entre esta niebla, y ahora, sin más, estoy frente a él.
-Joven Saula, ¿has venido a observar la invocación?
El viejo está aquí, bien cubierto como siempre, su cuerpo esbelto y encorvado permanece vestido con la pesada manta de castilla, sus grisáceos cabellos espinosos ocultos por el sombrero, y su arrugado caracho caído es fuertemente alumbrado por la lámpara colgada en su pecho.
Aquella fatídica herramienta, nada más que el instrumento de un leñador de los campos, está clavada en el suelo, y a su lado la cabeza de una insignificante gallina cuyo cuerpo él sujeta por las patas.
-Veo que no has perdido el tiempo, anciano, ¿piensas seguir usurpando mi lugar?
Esa sonrisa torcida y abominable siempre me ha irritado, a pesar de que no recurro a enojarme ante las mofas, Maulén siempre fue diferente, aunque sus palabras no poseyeran afrenta alguna en las ocasiones en que a mi eran dirigidas, me causaban un disgusto extraño, pero fuerte, sentía de que no me veía como a una bruja, veía desprecio en esos ojos, y ahora que está frente a mis narices, tratando de quitarme mi cometido, todo aquello me resuena en la cabeza.
El brujo se movió hacia un costado y me dejó observar a la tierra, el círculo estaba preparado, un octograma cuyas puntas había demarcado con cirios de iglesia amarillentos, para las líneas que unían estos había usado la sangre de la gallina, a la que ahora ha arrojado hacia un lado.
-¿No es un círculo precioso?, es sin duda digno de este broche... -Ahí, entre sus flacos dedos y atrapada como un insecto se encontraba la calaca, que de no haber sido robada la habría tenido ayer.
-Eres lo suficientemente lista como para saber lo que es esto, ahora retírate, tengo un ritual que realizar.
El viejo ha arrojado la calaca en el aire, y tras dar un par de giros esta ha caído al centro del octograma, este chasqueó los dedos y los ocho cirios encendieron sus mechas.
Debo decidir ahora.
Maulén levantó la mano y la arrojo hacia su derecha, he dado dos pasos atrás, pues ha marcado una línea en la tierra.
-Joven Saula, esta es mi última advertencia: Cruza esta línea y te despedazaré.
Ambos brujos se quedaron el silencio por varios minutos, ambos inmóviles, solo atacándose el uno al otro con la mirada, cada uno buscando el menor indicio de los movimientos de su contrincante.
Hasta que la bruja dio el primer paso: Al imaginar el despegue de una lechuza en su mente, sus venas inexistentes se calentaron y el maná generado por su cuerpo comenzó a recorrer la magnífica red de nervios astrales de su cuerpo, el circuito mágico con el que había nacido se hizo presente como un conjunto de brillantes líneas anaranjadas destellando bajo un pesado atuendo.
-Cuarenta y un circuitos, así que eso era... con razón te escondía con tanto recelo; pero bueno, ya no importa, es un potencial que tu maestro quiso desperdiciar.
-Nahuen, mejora instantánea. -La Magi conjuró una custodia sobre su cuerpo, un encantamiento momentáneo que tiene como objetivo el fortalecer y proteger el cuerpo del lanzador por un periodo definido de tiempo.
-¿Esto es lo que deseas?, heh, que así sea.
El encorvado anciano alcanzó su hacha y le sostuvo con ambas manos, al estirar su espalda, las desgastadas vertebras de su columna crujieron cual semilla molinada; la expresión de la bruja fue de sorpresa, el ser que siempre había visto encorvado y totalmente escondido por una gran manta y anchas ropas, resultó medir el doble de su tamaño.
Y así, rodeado por la gruesa niebla y guiado por la luz de luna, el enorme brujo se abalanzó contra su oponente. Sus largas piernas le impulsaron varios metros hacia Saula, quien se encontró prontamente perseguida por la afilada hacha de Maulén, el arma se encontraba siendo mecida con la suficiente fuerza como para hacerle silbar, oscilando de izquierda a derecha al son del aliento de su portador.
La joven por su parte debió resignarse a esquivar los zarpazos del acero a duras penas, aun estando protegida por un encantamiento, no parecía desear un contraataque que le pudiera arriesgar a ser golpeada por el arma.
Maulén había vivido noventa y seis años hasta la fecha, nacido en Chiloé, correspondía a la sexta generación del linaje Maulén, una familia de origen mestizo de la que se dice nacieron algunos de los primeros practicantes de la brujería en el entonces "Reino de Chile", allá por la época colonial. Normalmente, la categoría de un Magi se determina por la cantidad de generaciones de magos presentes en su ascendencia, significando esto de que mientras más antepasados practicantes de la magia tenga un Magi, más poderoso será y de mejor calidad serán sus circuitos al nacer; en el caso de Alexander Maulén, tal era el renombre de su linaje que incluso su envejecimiento se había detenido, su piel se había marchitado tras la oscura vida que había ejercido por casi un siglo, pero su fuerza y sus sentidos se encontraban agudos y potentes como en el mejor de sus días.
Cada golpe del veterano era un poema a la muerte, cada movimiento de su cuerpo emanaba la solemnidad y perfección de una verdadera danza de guerra, pues cada vez que agitaba su arma, todo su ser se movía junto al acero, cada embestida cargaba con una fuerza inimaginable, y a la vez, con la precisión y delicadeza que solo podría ser encontrada en la pincelada de un entintado, o quizás en salto de una serpiente.
Saula estaba consciente de la letalidad de su enemigo, y en aquel momento sabía mejor que nadie de que un solo descuido le significaría una muerte fugaz e inclemente.
Esta era la batalla más importante de dos vidas, no solo un duelo, el encuentro entre Saula Sotomayor y Alexander Maulén era un choque de voluntades que buscaba decidir el rumbo del destino.
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