Por primera vez no había tenido pesadillas, ni siquiera había soñado, simplemente abrió los ojos y ya era de día. Sentía que se había quitado un gran peso de encima.
A pesar del descanso Luna despertó con un fuerte dolor de cabeza, estaba un poco mareada, y se le aceleraba el ritmo cardíaco- No era una sensación placentera, ¡bum!, ¡bum!, ¡BUM! Sentía que en cualquier momento el corazón se saldría por su garganta, y no veía a Gabriela Beatriz por ningún lado. Decidió reposar hasta calmarse. Había dormido más de ocho horas pero seguía sintiéndome soñolienta. ¿Qué le pasaba?
– ¿Beatriz? - nadie respondía. De repente Luna se empezó a sentir nerviosa, tocó su cuello. Ya no tenía su collar con el cuarzo. ¡Es cierto!, se lo había dado a Beatriz, y lo dejó en una caja. Más allá se podía ver la caja de madera, pero no había ninguna señal de Beatriz. ¿Qué era lo que debía hacer?, ¿esperarla? Honestamente, no tenía la menor idea.
Las horas pasaban y no llegaba, tenía hambre pero no veía ninguna piedra cercana para hacer fuego. Decidió comer una fruta. Caminó por toda la residencia pero no había rastros de Beatriz, ¿tal vez salió a hacer alguna diligencia? Estaba preocupada, ¿o tal vez se sentía culpable de lo de anoche?, ¿ no era que eso era parte del ritual?, ¿tal vez los de la Inquisición llegaron al lugar?
Imposible quedaba prácticamente en medio de la nada. Caminaba de un lado a otro para despejarse, esto era tan frustrante. Hasta que al fin se decidió a buscarla, pero no podía ir sola, necesitaba su amuleto. Fue a la caja de madera y grande fue su sorpresa cuando no lo encontró, en su lugar había una carta, para Luna, decía, pero “Yo soy Diana”, aunque en estos momentos estaba pensando seriamente en cambiar de alias.
La carta decía lo siguiente:
“Estimada Luna:
Disculpa por lo que hice, seguramente me odias. No te dejaré ser parte de la revolución, quiero que vivas. Cuando me dijiste lo de Diana me acordé que alguna vez conocí a alguien que se llamaba así, era bruja, le decían “La bruja del viento”... el cuarzo era igual al tuyo de color verde con matices blancos. Nunca las relacioné pero al leer la carta de mi hermano y saber del episodio en la Inquisición pudo atar cabos. Tú no puedes morir en esta guerra de hombres. Ni nadie debería aprovecharse de tu poder. Entre todas estas batallas sin sentido tu poder podría acabar con ellos fácilmente. Como también podrías acabar en la hoguera. Si después de esto todavía quieres unirte, creo que te enseñé lo suficiente de esgrima. Pero por favor no me sigas.
Los mejores deseos.
Gabriela Beatriz
PD: El cuarzo estará en un lugar seguro.”
Bueno, eso sí que era algo nuevo, definitivamente tenía que encontrarla. Mucho más allá del cuarzo, parece que ella conoció a su madre, tal vez. Y ese era un tema tabú en su casa, alguna vez escuchó que murió quemada, pero nunca volvió a escuchar del tema. Su padre se preocupaba mucho por ella, pero a veces sentía que tenía una especie de resentimiento con su madre. Si lo que dijo Beatriz era cierto entonces ahora se podía explicar mejor porqué había pasado tanto tiempo prácticamente encerrada en su casa. Era hora de conocer la ciudad.
Cogió la espada con la que entrenaba y buscó algo que le ayudará a pasar desapercibida, encontró un mandil, podría hacerse pasar por la criada de alguna cortesana si es que le paraba algún soldado. Tenía sentido ¿o no?
Sin tener la más mínima idea de que hacer decidió lo más sensato, debería reunirse con la única persona que tenía alguna conexión con Beatriz, Hipólito.
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