Al día siguiente, la reina Stella y sus tres amigos se levantaron muy temprano para terminar el desayuno lo más rápido que les fuera posible, ya que Stella y Loretta debían presentarse con puntualidad al examen de admisión. La noche anterior habían acordado con Mandrakus que se reunirían todos juntos en su aposento, que se encontraba en una de las torres del ala este del Castillo Real, antes de dirigirse hacia la Facultad de las Tres Lechuzas.
- ¿Para qué nos habrá citado Mandrakus aquí? - inquirió Stella con creciente desconcierto mientras ella y los demás iban ascendiendo por los estrechos escalones de piedra que conducían a la cúspide de la torre donde se hallaba la habitación del anciano.
- No tengo ni la menor idea... - replicó Giusy ladeando la cabeza. - Tal vez tenga algo importante que decirnos en privado. -
Y antes de que Stella pudiera alzar el puño para llamar a la puerta, Mandrakus abrió y asomó la cabeza. - ¡Qué bien! ¡Me alegro de que ya estén listos! ¡Dentro de media hora debe comenzar la prueba! -
- ¡Pe... pero Mandrakus! - objetó Ferruccio. - ¡Tardaremos más de una hora en llegar a la Facultad por muy rápido que caminemos! -
- ¿Y quién ha dicho que iremos caminando hasta allá? - respondió el mago dejando escapar una sonora carcajada. - ¡Vamos, entren enseguida! - les ordenó y el grupo ingresó en la habitación preguntándose qué se traería Mandrakus entre manos.
El aposento del anciano estaba hecho un desbarajuste, había estado tan ocupado con diversos quehaceres esa mañana que no había tenido tiempo ni de hacer su cama. - Denme un momento, en cuanto tenga todo listo nos iremos inmediatamente... - les pidió al mismo tiempo que guardaba adentro de su sombrero un montón de pergaminos que estaban perfectamente enrollados y sellados con el escudo de la Facultad. En cuanto terminó, volvió a colocarse el sombrero sobre la cabeza y acto seguido, chasqueó los dedos para remover un pesado armario de su lugar para dejar al descubierto una estrecha puerta de madera que tenía pintado el escudo de las Tres Lechuzas en la parte superior.
Los jóvenes se quedaron con los ojos abiertos y completamente mudos de asombro, solamente Giusy atinó a farfullar. - No entiendo ¿cuál es la utilidad de esa extraña puerta, Mandrakus? ¿A dónde conduce? -
- ¡Al único sitio a donde puede conducirnos es a precipitarnos por el vacío! - exclamó Ferruccio muy asustado.
Mandrakus no pudo evitar dejar escapar otra estruendosa risotada al escuchar semejante afirmación. - ¡No tienen nada de que preocuparse! Esta puerta es un portal mágico que nos llevará directamente a la Facultad, de este modo es como nos ahorraremos todo el fatigoso trayecto a pie desde el Castillo Real hasta allá. -
- ¿De verdad? - inquirió Loretta acercándose a la puerta para observarla de cerca con suma fascinación.
- Pero... ¿es seguro atravesar por un portal de esos? ¿y si algo sale mal y, como dijo Ferruccio, nos caemos? - preguntó Giusy dejando en claro que ella tampoco estaba del todo confiada.
- ¡Por supuesto que es seguro! - intervino Stella oportunamente. - Yo ya he cruzado a través de uno y no pasa nada, solamente se siente un pequeño mareo cuando una ráfaga de viento arrastra con fuerza tu cuerpo para trasladarte hacia otro lugar. -
- Así es, confíen en lo que su alteza dice - les aconsejó Mandrakus. - No perdamos más tiempo, Nicodemus y Marcus ya deben estarme esperando con impaciencia. Bien, ahora es sumamente importante que presten atención y sigan mis instrucciones al pie de la letra: yo abriré la puerta y pasaré primero, en cuanto yo llegue a la Facultad se cerrará de nuevo y entonces podrá entrar uno solo de ustedes, y cuando la puerta vuelva a cerrarse, la abrirá y cruzará el que sigue ¿han entendido? -
Todos asintieron moviendo la cabeza al mismo tiempo. Mandrakus tiró de la aldaba de la puerta, que tenía forma de lechuza, y la abrió. Una cegadora luz blanca que provenía del interior lo arrastró consigo, pasados unos segundos, la luz se apagó y el portal volvió a cerrarse. Stella dio un paso adelantándose a los demás. - ¿Ya ven que no es peligroso? ¡Ahora iré yo! -
Stella atravesó la puerta sin titubear y después la siguió Loretta, Giusy exhortó a Ferruccio a que cruzara antes que ella ya que él seguía mostrándose nervioso y temeroso al respecto. Y cuando por fin pasaron todos al otro lado del portal, se encontraron con Mandrakus que aguardaba en la planta baja de la Facultad junto a la amplia escalera de piedra que conducía a los pisos superiores.
- Disculpe, Mandrakus... - le dijo Ferruccio colocándole una mano sobre el hombro y después agregó en voz baja. - Ahora que lo pienso, creo que sería una buena idea implementar portales mágicos aquí en la Facultad para no tener que perder el tiempo usando las escaleras cuando el ascensor está atiborrado de gente. -
- ¡Ni hablar! - vociferó Giusy que lo había escuchado todo claramente. - ¡Transportarme a través de esa puerta ha sido una de las experiencias más horribles de mi vida! ¡Todavía me siento mareada y creo que voy a vomitar! - Hurgó entre los bolsillos de sus pantalones bombachos color magenta que había elegido ponerse para ese día y sacó una ampolleta que contenía un burbujeante líquido de color anaranjado que a Stella le recordó al refresco sabor naranja, la destapó, se tomó todo el contenido de un trago, y para su alivio, se le quitaron las náuseas en un dos por tres.
- Esa es una de las razones por las que aquí no hay portales al alcance de cualquier alumno - puntualizó Mandrakus con severidad. - Si se usaran con frecuencia provocarían muchos malestares estomacales y tendríamos siempre la enfermería atiborrada hasta el tope. Además, subir y bajar por las escaleras les sienta bien a estudiantes y profesores como ejercicio diario. -
En ese momento, dos hombres ancianos y barbados descendieron lentamente por los escalones. Uno de ellos era alto y sumamente delgado, de piel muy pálida, ojos saltones y expresión ceñuda, llevaba puesta una túnica de un tono azul tan oscuro como el cielo nocturno, un sombrero puntiagudo y una capa del mismo color salpicada de lunas blancas en cuarto creciente que lo identificaban como oriundo del reino de Terraluna. El otro hombre en cambio era robusto, de baja estatura, calvo y de piel bronceada, sobre su cabeza portaba un bonete de color púrpura que hacía juego con su túnica que tenía montones de soles bordados en hilo dorado para dejar bien claro que procedía de Terrasole.
- ¡Finalmente estás aquí, Mandrakus! - le recriminó el terralunar con voz cavernosa. - Los aspirantes llevan afuera esperando desde hace mucho rato, Marcus y yo te esperábamos para poder abrir las puertas y dejarlos ingresar. -
- No es para tanto, Nicodemus. Estamos todavía a buen tiempo, enseguida daremos inicio al examen de admisión - afirmó Mandrakus con toda tranquilidad y después, se dirigió a los jóvenes para darles indicaciones. - Ustedes dos, quédense aquí en medio y aguarden a que entren todos los demás... - les ordenó a Stella y a Loretta, luego se volvió a Giusy y a Ferruccio. - Y como ustedes no van a realizar la prueba, será mejor que suban al primer descansillo de la escalera y desde ahí podrán observar todo lo que ocurra con lujo de detalle. -
El mago se encaminó dando pasos firmes hacia la plataforma que se ubicaba al fondo de la estancia, sobre la cual había tres amplios sillones de cedro enmarcados por un elegante telón de color vino, y los otros dos rectores lo siguieron. Subieron por los escalones laterales que llevaban a lo alto de la plataforma y cada uno se sentó en su respectivo lugar, Nicodemus a la izquierda, Mandrakus en el medio y Marcus a su derecha.
Mandrakus aplaudió y se iluminaron las líneas de un pentáculo encerrado en un círculo que estaba trazado justo frente a los tres asientos de los rectores, y en ese mismo sitio, se elevó una columna de mármol gris que tenía aproximadamente un metro de altura, y sobre el extremo superior, se materializó una urna de cristal con la base redondeada y que estaba llena de trozos de papel en blanco. El anciano batió las palmas nuevamente y esta vez apareció de la nada un soporte metálico de metro y medio de largo en forma de T abajo de la plataforma.
Stella y Loretta intercambiaron miradas curiosas preguntándose para qué sería todo eso, cuando un batir de alas proveniente de las escaleras las hizo volverse atrás. Tres hermosas lechuzas de diferentes colores volaron majestuosamente en dirección a los tres ancianos y cada una se posó sobre el hombro derecho de un rector, una lechuza parda sobre Nicodemus, otra que era de elegantes tonos grises en Marcus y la última, que tenía un inmaculado plumaje blanco con algunas pintas negras en el pescuezo, encima de Mandrakus.
Por último, Mandrakus chasqueó los dedos y las pesadas puertas de la entrada se abrieron de par en par permitiendo la entrada a un centenar de aspirantes, que en su mayoría eran jóvenes entre los dieciocho y treinta años de edad, algunos eran de orígenes humildes y otros procedían de nobles familias, casi todos eran de Terraluce y algunos cuantos provenían de los reinos cercanos. Todos se quedaron completamente perplejos al encontrar ahí dentro a la reina Stella, que súbitamente llamó la atención a pesar de que optó por no llevar puesta la corona y cubrirse con su capa azul cobalto para pasar desapercibida.
Brambilla, que iba acompañada de un simpático y atractivo muchacho de ojos azules y cabellos dorados y ondulados, se apartó de la multitud y subió a toda prisa por las escaleras para saludar a sus compañeros. - ¡Ferruccio, Giusy! ¿Cómo les va? ¿Qué están haciendo aquí? - les preguntó al mismo tiempo que les daba un fuerte abrazo.
- ¡Hola Brambilla! ¿Qué tal? - le respondió Ferruccio con las mejillas totalmente coloradas. - Decidimos acompañar a la reina Stella y a Loretta para desearles suerte en la evaluación. -
- ¿¿La reina realizará el examen también?? - inquirió Brambilla completamente patidifusa.
- Tal como lo oyes - corroboró Giusy. - Desde aquella noche en que le platicamos varios detalles sobre cómo era la Facultad quedó muy fascinada, era lógico que quisiera estudiar aquí. -
- Pues me parece excelente que haya tomado esa decisión, yo en cambio estoy aquí para acompañar a mi primo Marsilio que, después de tanta insistencia mía, por fin se animó a realizar la prueba este año. - Dicho esto, Brambilla volvió la vista hacia su pariente que se había quedado al pie de la escalera para no importunar su charla. - ¡Anda, Marsilio! ¡No seas tímido! Quiero presentarte a unos amigos del curso, Giusy Abruzzo y Ferruccio Molise. -
El joven rubio se acercó para presentarse correctamente, le besó la mano con cortesía a Giusy y después se la estrechó a Ferruccio. - ¿Qué tal? Mi nombre es Marsilio Montefiore, mi prima me ha hablado mucho de ustedes, es un enorme placer poder conocerlos. -
- El placer es nuestro - le respondió Ferruccio con una inclinación de cabeza. - Si no me equivoco, creo que ya nos habíamos visto antes, pero no recuerdo dónde exactamente. -
- Ahora que lo dices... - agregó Giusy observando discretamente a Marsilio - ... su rostro se me hace conocido a mí también. -
- ¿En verdad? ¡Oh, ya lo creo que sí! - exclamó Marsilio entusiasmado. - También los recuerdo a ustedes, yo estaba ahí en la celebración clandestina del Equinoccio de Otoño el año pasado animando a la gente a que se encendiera la hoguera. -
Ferruccio iba a comentar algo, pero la sonora voz del profesor Nicodemus lo interrumpió acallando todo el parloteo que pululaba en el recinto. - Estimados aspirantes, tened la amabilidad de acercaros todos a la plataforma. -
Marsilio se separó de su prima y bajó a reunirse con los demás mientras ella permanecía ahí en el descanso de las escaleras con Giusy y Ferruccio. Por otro lado, Stella y Loretta se dieron un fuerte apretón de manos para desearse suerte. En cuanto todos se aglomeraron a escasos metros de distancia de la plataforma, Mandrakus carraspeó un poco para conseguir atención y dar comienzo a su discurso.
- Todos vosotros estáis aquí presentes porque vuestro más grande anhelo es estudiar y conocer los más grandes secretos de la Divina Ciencia Ancestral comunmente llamada Alquimia. Pero, como bien sabéis, no a cualquiera le es concedido el privilegio de ser admitido en esta noble casa de estudios. Y para que la selección de los estudiantes sea justa e imparcial, la labor de examinaros concienzudamente a cada uno de vosotros corresponde a estas tres lechuzas especiales: Kemia, Espagiria e Incantésima. -
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