El otro era un hombre de apariencia algo mayor, alto, delgado, completamente calvo, de piel blanca, ojos negros y serios, y una mueca dura en su boca, así como orejas grandes y algo puntiagudas. Vestía un Hanfu de color verdoso, con detalles y pantalones azules, y algunos adornos dorados.
En cuanto escuchó que se acercaban, el hombre al que llamaron Enishi se puso de pie y se giró hacia ellos, pegando su puño derecho a su palma izquierda delate de él, y haciendo una pequeña reverencia al frente como señal de respeto.
- Maestro Hong-lian, Maestro Ang. – Dijo con acatamiento y luego se volvió a enderezar. – Cómo siempre, es un honor contar con su presencia en nuestras reuniones. Sé que no siempre es agradable asistir a este tipo de asuntos.
- Descuida muchacho. – Comentó el hombre del puro con una amplia sonrisa, acercándosele alegre y colocando su mano en su espalda; Enishi era unos centímetros más alto que él. – Los negocios tienen que tratarse siempre en persona, no lo olvides. Los intermediarios nunca funcionan. Siempre lo he dicho: nunca sirve de nada cortarles las cabezas a los intermediarios.
- Pero igual es algo que se hace, ¿o no?
El hombre robusto rió con fuerza y sin pudor ante su comentario, dándole algunas palmadas tan fuertes en la espalda, que hubieran de seguro tumbado al suelo a cualquier otro. Sin embargo, él se mantuvo de pie, aunque aplicando algo de esfuerzo en ello.
- Tú me agradas Enishi, siempre tratas los asuntos de frente y con buen sentido del humor. – Agregó una vez que dejó de reír. – Pocos en esta época lo hacen, por ejemplo, aquí mi entrañable amigo Ang, desde que lo conozco tiene el sentido del humor de una piedra.
- Muéstrame una piedra que haya podido tener en la palma de su mano todo la costa de Zhejiang por más de veinticinco años y te daré la razón, Hong-lian. – Comentó no muy divertido el otro hombre ante tal broma a sus costillas. – Hablando de otro asunto, ¿cómo está la agenda, Hei-shin?
- Al día, maestro Ang. – Contestó el hombre de negro con tranquilidad, apoyándose en el respaldo del sillón y colocando su brazo izquierdo sobre éste. – No hay nada fuera de curso por el momento. La transacción con la gente de Hangzhou casi se completa, y ya se le entregó su mercancía a Chosun. La reunión es más con el propósito de ponerlos al día con algunos números y algunos nuevos movimientos que pudieran serles de interés.
- Me agrada escuchar eso. – Una sonrisa ligera surgió en los labios de Ang, sobresaliendo en su rostro estático como piedra. Giró su mirada hacia Enishi y Hei-shin respectivamente, mirando a ambos con la misma expresión. – Pese a que no estaba muy convencido al principio, ahora puedo asegurar sin temor que nuestra organización nunca había estado tan bien, hasta antes de que ésta quedara en manos de ustedes dos. Hacen que pueda dormir tranquilamente en las noches.
- Y en este negocio eso no es fácil. – Comentó de inmediato el hombre de anteojos con el mismo tono irónico de antes, y de nuevo, una sonora carcajada surgió de la boca de Hong-lian.
- Cierto, muy cierto lo que dices, Enishi. – Comentó divertido al tiempo que se sentaba en el sillón donde se encontraba el joven albino, quien un segundo después extendió su brazo hacia un lado, ofreciéndole su asiento a Ang de manera respetuosa.
En efecto, sólo habían pasado dos años desde el día en que el hombre de blanco y el hombre de negro se volvieron el número uno y el número dos de su Organización respectivamente, y eso lo habían logrado pese a ser los líderes más jóvenes en el momento. A pesar de esto, habían hecho un excelente trabajo hasta entonces, tanto que los otros líderes, casi todos a lo menos diez años mayores que ellos, les tenían un enorme respeto y confianza. ¿Cómo habían logrado llegar tan lejos? Ambos habían recorrido caminos diferentes, pero al final estos se habían cruzado, y desde entonces marchaban a la par y hacia adelante. ¿Por cuánto tiempo más seguirían así? Por raro que sonara, ambos esperaban que no fuera por mucho.
Hong-lian extendió su brazo derecho hacia el frente, apagando su puro en el cenicero de la mesa.
- ¿Saben muchachos? – Comentó Hong-lian al apagar su puro y luego recargarse hacia atrás de manera cómoda. – Ya llevan más de dos años en el liderazgo del grupo, y ya no son tan niños. – El último comentario fue acompañada de otra risa, aunque algo más leve. A la larga, la risa de Hong-lian resultaba algo molesta, en especial para alguien como Ang. – ¿No creen que ya es hora de pensar en matrimonio?
- ¿Matrimonio? – Exclamaron con algo de sorpresa tanto Enishi como Hei-shin al mismo tiempo. Hong-lian prosiguió mientras los señalaba y miraba fijamente.
- Créanme cuando les digo esto. Un hombre podrá tener todo el dinero, todo el poder, y todas las amantes que quiera. Pero nunca será un verdadero hombre, hasta que logré dos cosas: unir su vida a una verdadera dama, haciéndola su esposa, y tener su primer heredero... Legitimo, claro está.
- Créanle, ya está en su tercer matrimonio. – Agregó Ang con desgano.
- Por eso mismo sé de lo que hablo, Ang. – Contestó el hombre de barba, riéndose con fuerza dándole algunas palmadas en la espalda a su compañero, casi tumbándolo del sillón.
Cualquiera que viera a Hong-lian, nunca pensaría que ese hombre robusto, amable, risueño y bromista, era uno de los hombres más peligrosos de toda China. Sólo sus socios sabían de lo que era capaz, y no todas eran cosas buenas. Igualmente, estos sabían que era mejor estar bien con él, y normalmente ese no era problema. Hong-lian podría tener una personalidad algo tediosa en ocasiones, pero era fácil llevarse bien con él. Sumándose a su personalidad tan diferente a la que uno esperaría de alguien de su posición, se encontraba esa costumbre de hablar de ese tipo de cosas, sobre todo con aquellos que eran más jóvenes que él. Podría ser que en el fondo creyera ser algún tipo de guía espiritual, pero pocas personas seguían realmente sus consejos.
- Le agradezco sus palabras, maestro Hong-lian. – Agradeció Hei-shin con respeto. – Pero no tengo planes de contraer matrimonio a corto plazo.
- Oh, Hei-shin, un hombre tan listo en los negocios como tú debe de saber que los matrimonios son también una fuerte vía para hacer tratos.
- Eso es verdad. – Agregó Ang, mientras se arreglaba su traje, luego de la zarandeada que había sufrido por parte de Hong-lian. – Los lazos matrimoniales hacen buenos acuerdos de negocios.
- En ese caso, sería bueno que el jefe pensara en matrimoniarse, ¿no lo cree? – Al hacer ese comentario, Hei-shin volteó a ver a Enishi con una sonrisa casi maliciosa. El chico únicamente alzó una de sus negras ceja como reacción a esto. – La boda del jefe sería una gran celebración, y si es con la hija de alguna familia importante... Bueno, ustedes me entienden.
- Oh, me agrada como piensas, Hei-shin. – Asintió Hong-lian justo antes de sacar su caja de puros y tomar otro de su interior. – No estaría mal, de seguro debe de haber muchas familias de la cúpula alta que estarían más que dispuestos a matrimoniar a sus hermosas hijas contigo, Enishi.
- No creo que sea así, maestro Hong-lian. – Respondió el chico de lentes oscuros con la mayor tranquilidad del mundo, encogiéndose de hombros.
- Oh, ¡claro que sí! Eres un joven, apuesto, rico y poderoso. ¿Qué mujer se te resistiría?
- ¿Entonces porque no le presentas a tu hija Ming? – Comentó Ang con marcado sarcasmo en su voz.
La propuesta pareció poner algo nervioso, y hasta cierto punto incomodo a Hong-lian. Sus tres hijas, una de su primer matrimonio y las otras dos del segundo, eran su adoración y su más grande tesoro. El comentario iba evidentemente dirigido al hecho de que él siempre había comentado que deseaba casarlas con hombres ricos, pero no con hombres involucrados con el "negocio".
- Oh, ¿Ming dices? Ella es mayor que Enishi, y no creo que le guste. Además, yo hablaba de alguna chica externa a la Organización. – Una risa nerviosa surgió de sus labios, mientras se limpiaba el sudor de la frente con un pañuelo. No era algo bueno el llegar a un punto en donde comienzas a contradecirte a ti mismo.
- Igual que Hei-shin, agradezco sus palabras, maestro. – Expresó Enishi luego de un rato, aparentemente salvando a Hong-lian. – Pero tampoco tengo planes de casarme en corto plazo. Tengo otros negocios que requieren de mi atención, ¿no es así, Hei-shin?
En ese momento volteó a ver al hombre de negro en el sillón, y ambos intercambiaron una mirada entre ellos que le dijo a cada uno todo lo que necesitaba saber.
- Claro, muchos negocios. – Pronunció con simpleza al tiempo que se ponía de pie; el encargado había llegado a la antesala.
- Señores, su comida está lista para servirse. – Les informó con prudencia, manteniendo su cabeza agachada. – Pueden pasar a su mesa cuando quieran.
- Bien, los negocios y la comida no se deben de hacer esperar, señores. – Comentó alegre Hong-lian, e imitando a Hei-shin, Ang y él se pusieron de pie. – Adelante.
Los cuatro caminaron juntos al lugar en donde sería su comida, seguidos desde atrás por sus respectivos guardianes. Dos mujeres deslizaron con cuidado las puertas para que pudieran pasar al interior del cuarto, en donde se encontraba una amplia mesa redonda, en donde ya otras tres personas los esperaban ansiosos. Era una reunión importante realmente, la reunión de los siete líderes del gran grupo Feng Long, la Mafia más poderosa de China Oriental.
Aunque su origen se remontaba a casi un siglo atrás, el Grupo Feng Long nació oficialmente el verano del año 4540, 1843 para los occidentales, casi como una respuesta inmediata al Tratado de Nankín, firmado apenas el año anterior. Durante muchos, muchos años, toda la provincia y alrededores de Shanghái, y prácticamente toda la desembocadura del Yangtzé, y gran parte de la costa del Mar Oriental Chino, eran controlados por diferentes y numerosos grupos criminales que se habían estado disputando la supremacía desde la época del emperador Yongzheng. Desde entonces, varios desaparecieron de la contienda, mientras otros continuaban y otros nuevos surgían, continuando de la misma forma sin llegar a ningún tipo de resultado favorable para nadie
Fue entonces, al término de la Primera Guerra del Opio, cuando se hizo público el contenido del Tratado de Nankín, y sobre todo el hecho de que Shanghái sería uno de los cinco puertos que serían obligados a abrirse a los extranjeros. Incluso antes de que el primer barco inglés anclara en el puerto, los líderes de los grupos más poderosos se dieron cuenta de que esto cambiaba por completo el panorama. Bajo esas circunstancias, con ingleses, francés y estadounidenses rondando por sus tierras, con sus culturas y armas avanzadas, les sería casi imposible seguir manteniendo el mismo control, en especial si seguían combatiendo entre ellos. Todo esto llevó a una sola opción posible, una que jamás hubiera pasado por sus mentes de no haberse presentado esta situación: la alianza y la unión entre las organizaciones. Las tres mafias más poderosas de Shanghái: el grupo Shang-Yue, los Xing-Seng y la familia Wu, junto con aproximadamente otros quince grupos de menor importancia, pero igualmente relevantes, decidieron unirse en un sólo y único grupo, uno que tuviera el poder, la experiencia y el alcance de imponerse a los extranjeros o al gobierno mismo, e incluso de poder expandirse a otras zonas y países. Y así nació la Mafia Feng Long, el grupo delictivo más poderoso del este de China.
Desde el inicio, el grupo prosperó de manera activa y rápida. Formaron una red de información que se extendía a casi todo el país, se adueñaron de varios negocios e industrias principales de la zona, y supieron rápidamente como lidiar con los extranjeros, e incluso llegar a negociar con algunos de ellos. Sin embargo, lo que les dio el empuje necesario para darles el poder que incluso aún mantenían, fue una simple jugada: monopolizar el tráfico de armas en la costa del Mar Oriental. En menos de diez años, el Feng Long dominaba el tráfico ilegal de armas en toda Asia, incluso las armas más novedosas de occidente, desde las más sencillas como revólveres, rifles y bombas, hasta cañones, metralletas, e incluso barcos de guerra. Esto lo lograron comenzando a manejar sus operaciones como un negocio. En otras palabras, los primeros líderes del Feng Long comenzaron a controlar su organización criminal, como una empresa, con jerarquías, canales de comunicación bien definidas, divisiones, responsabilidades fijas, flujo de información constante, etc. Todo esto lo lograron basándose en los modelos que comenzaban a utilizar los occidentales en sus países desde la Revolución Industrial, y que entraban en contacto con ellos ahora que comenzaban a instalarse en Shanghái.
Al inicio del reinado del emperador Xianfeng, el gobierno imperial se puso en contacto con el Feng Long. Ellos, de igual manera, se encontraban descontentos con la presencia de los occidentales en sus tierras, y, además, diversos levantamientos se suscitaban uno tras otro en los últimos años. Beijing deseaba tener aliados de su lado, y eligió a los grupos más poderosos de China, principalmente al Feng Long. El trato era simple: recibirían el apoyo completo del gobierno Imperial en sus movimientos, dejándolos trabajar sin intromisión e incluso ayudándolos en ocasiones, y a cambio estos se encargarían de surtir a sus hombres de las armas más avanzadas, mantendrían a raya a los ingleses en Shanghái, y pasarían un cierto porcentaje de sus ganancias al gobierno. Así, bajo la protección directa del emperador, el Feng Long fue creciendo y creciendo, ganando más poder, más seguidores, y de cierto modo menos enemigos.
La situación del Feng Long seguía siendo buena para aquel entonces; de hecho, podría decirse que no había estado mejor. Sus ganancias e influencia iban en aumento cada año. No había nadie que se atreviera a meterse con ellos, ni otros grupos, ni el gobierno, ni siquiera los extranjeros; incluso las disputas internas se encontraban bajo control. El grupo era controlado por siete personas, algo similar al concepto que décadas más adelante se conocería como "Junta Directiva", y como en las juntas directivas actuales, éste grupo también tenía un presidente y un vicepresidente, aunque dichos puestos eran simplemente del Jefe y el Subjefe del Feng Long, el Número Uno y el Número Dos. Ellos tenían casi libre albedrío sobre las operaciones importantes de la Organización, y protegían los intereses de todos los líderes. Eran hasta cierto punto, los mafiosos más poderosos de todo el este de China.
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