Parecía como si la mitad de Ponyville se hubiera puesto de acuerdo para amotinarse en ese sitio y en ese momento, pues había una gran cantidad de gente viendo varios puestos, que por alguna razón eran muchos más de los que había normalmente... Y casi todos parecían ser de muebles. ¿Qué era todo eso?
Rainbow alzó su mirada hacia la pancarta colgada a un metro sobre su cabeza, de color amarillo, que contenía con letras moradas:
GRAN CONVENCIÓN DE VENDEDORES DE HAMACAS, CAMAS, SILLONES, Y DERIVADOS DE PONYVILLE
- ¡Ay!, ¡Por favor! – Exclamó con furia, chocando su pie derecho contra el suelo. – ¡¿Cuántos vendedores de hamacas, camas, sillones y derivados hay en Ponyville?!
Tendría que rodear el mercado e irse por el camino largo, pero entonces le tomaría mucho más tiempo; ni en su mejor día podría llegar antes de la diez a su destino.
- No me queda de otra. – Murmuró para sí misma, y entonces se agachó, bajando sus manos hasta la altura de sus tenis.
Se suponía que no debía de hacer eso sólo porqué sí, pero eso no era sólo porqué sí; era una emergencia... O algo parecido. Pegó sus dedos a los costados de su calzado, y luego los recorrió con un solo movimiento rápido hacia el frente. Los tenis blancos y azules comenzaron a brillar con intensidad, tanto que por unos momentos no fueron visibles. Su forma y tamaño comenzaron a distorsionarse, y el brillo blanco que los cubría terminó por esfumarse en cientos de pequeñas luces. Sus pies ya no vestían los mismos tenis, sino un par de patines azules, con alas blancas a los costados que se alzaban como las alas de un ave. También, un poco debajo de las alas, en cada patín se encontraba un símbolo similar a un relámpago, de color rojo.
- Muy bien, ¡andando!
Emprendió ahora de nuevo la marcha, pero sus movimientos eran posiblemente diez veces más rápidos de lo que eran cuando estaba corriendo con sus propios pies. Se deslizaba como un rayo entre la gente, dejando detrás de ella una estela de colores brillantes como su cabello. Esquivaba a todos con gran agilidad, pero asustaba a algunas personas, principalmente a aquellos que sólo alcanzaban a ver un franja de colores pasar delante de ellos, y una ráfaga de aire golpeándolos, los que los hacía dejar caer sus canastas de compras, o incluso caer ellos mismos al suelo de la impresión.
- ¡Lo siento!, disculpe. Yo lo pagó después. ¡Eso ya estaba roto!
- - - -
El tren a Canterlot ya estaba en la estación, se había recargado de carbón y la mayoría de los que viajarían en él ya estaban instalados en sus asientos. Aun así, en el andén se veía un grupo numeroso de personas, pero lo que más resaltaba era un enorme caballo color café, con crin y cola anaranjada, que estaba parado tranquilamente sobre los maderos, viendo fijamente con ojos adormilados el enorme tren delante de él.
- Al fin llegó el día, Apple Storm. – Se escuchó que una vocecilla con acento campirano pronunciaba a su lado, mientras unas manos de piel naranja le acariciaban su cabeza y lomo. – El Gran Rodeo de Equestria, el más grande e importante de todo el reino. Los mejores estarán ahí. Pero tú y yo los superaremos a todos, ¿no es así amigo?
Applejack era de cabellos rubios y largos, sujetos con una cola de caballo, tenía ojos granes y verdes. Su piel era de un tono naranja claro, y tenía algunas pecas decorándole sus mejillas. Vestía su distintivo sombrero vaquero en su cabeza, camisa amarilla a cuadros, jeans azules y botas. En su espalda cargaba una mochila grande de color verde, con el dibujo de una manzana al frente, y en el suelo a su lado se encontraba una maleta rectangular.
- Apple Storm se ve nervioso. – Pronunció la vocecilla animada de una niña, que apenas y le llegaba por encima de la cintura. Se había puesto de pie frente al caballo, extendiendo su mano lo más que podía para acariciarle su cabeza; éste apenas y le ponía atención. La pequeña, tenía cabellos rojos y largos adornados con un lindo moño rosa, piel amarillo claro, y ojos cafés. Usaba un overol de mezclilla corto, y camiseta amarilla.
- Por supuesto que no lo está. – Enfatizó Applejack con firmeza. – Nos hemos preparado durante años para este momento. Lo que está es emocionado, ¿cierto?
Apple Storm sólo respondió con un fuerte relincho, que bien podría ser un sí o un no.
Su familia, su hermana pequeña Apple Bloom, su hermano mayor Big Macintosh, y su Abuela Smith, así como su grupo de amigas y la propia Alcaldesa, habían ido a despedirla a la estación, y todos estaban reunidos en el andén, esperando que fuera hora de partir.
Cuando faltaban algunos minutos para las diez, uno de los conductores del tren, vestido con un uniforme azul y boina, se le acercó cautelosamente por detrás.
- Señorita, el tren partirá en cualquier momento. – Le dijo. – Mejor suba su caballo de una vez al vagón de carga.
- ¿Disculpe? – Exclamó Applejack, casi indignada, volteándolo a ver sobre su hombro. – ¿A quién le estás diciendo caballo?
- ¿Eh? – Exclamó confundido el conductor. – Pues, me refiero a...
- Cuide sus modales, señor. – Le replicó, interrumpiendo cualquier explicación posible que pudiera dar. – Está hablando del gran Apple Storm, el potro más rápido, fuerte y astuto de todas estas Tierras. No lo puedo meter a un oscuro y solitario vagón de carga solo. Se estresaría, y si se estresa antes de la competencia, no dará todo su potencial.
- No, no, no. – Intervino la alcaldesa de inmediato, totalmente alarmada por lo que acababa de oír. Era una mujer de cabello gris, con un peinado parado, piel beige y ojos azules. Usaba gafas y un traje estilo ejecutivo color gris oscuro. Se paró justo delante del conductor con firmeza y prosiguió. – Definitivamente no queremos que eso ocurra. Como alcaldesa de Ponyville, exijo que se le dé un camarote exclusivo al caballo... Digo, al señor Apple Storm.
- ¿Señor...? – Cuestionó el conductor, aún muy confundido.
- Sólo hágalo. ¿No ve que el futuro de mi Alcaldía depende de que ese caballo... que el señor Apple Storm no se estrese?
Se veía que el pobre hombre no estaba muy seguro si todo eso era algún tipo de broma, pero por el tono y expresión de esa mujer, no se lo pareció en lo más mínimo. Al final, no tuvo más remedio que encogerse de brazos, y cumplir la petición tan extraña...
Applejack tuvo que aguantarse la risa para no desentonar. La actitud desesperada y esperanzadora de la Alcaldesa hacia su premio económico le había parecido divertida en un inicio, luego algo desesperante, y divertida de nuevo para esos momentos.
- ¿Oíste eso, Apple Storm? – Exclamó Apple Bloom con fuerza. – Vas a viajar con estilo, así que esfuérzate mucho, ¿sí? – Otro relinchó volvió a salir del hocico del animal. – Y tú también, hermana.
- Gracias, Apple Bloom. ¡Ven acá ternurita! – De la nada, se le aproximó a la niña, la tomó en sus brazos y la alzó para cargarla, todo tan rápido que ella ni siquiera reaccionó hasta que ya era tarde.
- ¡Ay!, ya no soy una niña, Applejack, ¡bájame! – Murmuró con molestia mientras pataleaba.
- Espero que el cerdo desbocado sea tan sencillo de atrapar como tú.
Casi todos los presentes rieron en unisón ante la escena.
La Abuela Smith, una mujer anciana de piel verdosa y cabello blanco, se acercó hacia su nieta. Al verla aproximarse, Applejack bajó a Apple Bloom al suelo, quien se alejó de ella rápidamente antes de que intentara levantarla de nuevo.
- Recuerdo la última vez que vi el Gran Rodeo de Equestria con mis propios ojos... ¿O no? – Murmuró algo confundida. – Bueno, es igual, posiblemente no lo vi sino que lo escuche, tal vez no era el Gran Rodeo de Equestria... Y posiblemente ni siquiera era yo. Lo importante es que tú vayas a lucirte en grande y les enseñes a esos engreídos como golpeamos las verdaderas Vaqueras de Ponyville.
- Cuenta con eso, Abuela Smith.
- Y no olvides regresar con todo el dinero. – Agregó la Alcaldesa en un tono cantado, parándose a lado de su abuela. – Pero no es presión querida Applejack... Al menos de que la presión te ayude, porque en ese caso lo es, y mucha.
- Sí, alcaldesa. Cómo diga...
Sintió que un par de manos la tomaban de los hombros desde atrás y le daban media vuelta de golpe. Ahora delante de ella, se encontraba el rostro rosado, jovial, y muy, muy animado de Pinkie Pie, que la veía fijamente con sus ojos azules, mientras la sostenía de los hombros.
- Pero lo más importante, ¡diviértete! – Exclamó con más fuerza de la necesaria. – Y no tengas nervios, al menos que los nervios te ayuden, porque en ese caso canalízalos en energía positiva para ser mejor de lo que ya eres.
Pinkie Pie era algo alta, de cabello rosado oscuro y rizado, y piel rosa. Traía un vestido azul y blanco que le llegaba hasta las rodillas, y botas blancas.
- No creo que funcioné así Pinkie Pie, pero gracias. – Agradeció la vaquera un poco nerviosa por su aproximación, mientras se deshacía de su agarre gentilmente.
- Y come maní, palomitas y dulces. Te darán energía extra. A mí me funciona.
- Ya lo creo...
- Pinkie Pie, tranquila. – Intervino en ese momento la voz tranquila y más centrada de Twilight Sparkles, quien se aproximó a Pinkie, apartándolo un poco de Applejack. – Creo que en verdad la estás poniendo nerviosa.
- ¿Tú crees?
Twilight Sparkles era una jovencita de piel morada, cabello azul oscuro largo, con un distintivo mechón rosado. Tenía ojos serenos color morado oscuro, y una expresión serena en el rostro. Usaba una camisa blanca de mangas largas, y sobre ésta un suéter violeta, además de una falda negra y calcetas largas, blancas.
- No lo sé, Twilight. – Mencionó de pronto a su lado, un pequeño dragón morado de abdomen verde, que comía de una bolsa de palomitas. – El consejo de comer palomitas me parece muy válido.
- ¿Lo ves, Twilight? Spike me apoya... ¡Y casi lo olvidó! – Una vez más, Pinkie Pie se giró hacia Applejack y la tomó de los hombros. – ¡También debes de tomar Salsa Parrilla!
- ¿Salsa... Parrilla...? – Murmuró extrañada ante tal sugerencia.
- Para tener frescura extra, obvio.
- ¿Obvio? ¿Para qué necesito exactamente frescura extra...?
- ¡Pinkie!, ¡tranquilízate de una vez! – Volvió a Intervenir Twilight, ejerciendo fuerza para poder apartarla de ella.
- Pero también puede ser una soda, carbonatada baja en sodio. – Seguía diciendo mientras Twilight la jalaba. – ¡O unas mentas....!
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