Se mantenía de pie en el interior de lo que había sido la casa de su amado, y sus ojos se abrieron como platos nuevamente al ver a la mujer que lo llamaba. Procuró mantenerse estática el mayor tiempo posible, sin separarse de la pared que había alcanzado.
— Sebastián, ¿estás aquí? — mencionaba la joven extraña desde la parte con jardines que poseía el complejo habitacional.
— ¿Quién eres? — se preguntaba nuestra elegante espía, procurando no soltarse de las paredes – ¿Cuánto tiempo ha pasado? Y ¿por qué ella llama a mi…bueno, al que era mi novio? ¿es su nueva pareja?
Todos estos pensamientos empezaron a invadir su mente. Es verdad que no era consiente de cuánto tiempo había pasado, así que quizás había transcurrido lo suficiente como para que él la olvidara y tuviese un nuevo compromiso; ó quizás era muy pronto y ellos se conocían desde antes.
— No, no — empezó a repetirse para intentar dejar de pensar en ello, pero en ese instante se percató que los elementos que brillaban en tono cian de su traje habían cambiado y ahora eran de color rojo vivo, al igual que el corazón de fuego que sobresalía de sus ropas.
Volteó la mirada nuevamente hacia su rival, pero esta vez al observarla notó que ella no estaba sola. La acompañaba una sombra gigantesca que no se reflejaba en el suelo, sino que apareció como una entidad monstruosa al lado de la desconocida. Era mucho más alta y voluminosa que ambas, parecía ser solo un gran pulpo color negro dibujado en la escena, pero de este brotaba un peculiar humo del mismo color, y tenía 2 puntos de luces que podrían haber sido sus ojos. El monstruo volteó lo que parecía ser su cabeza hacia donde estaba el resplandor rojo que nuestra espía emanaba.
— No, no, no — susurró, agachándose de golpe y apegándose a la pared para permanecer oculta.
La joven empezó a calmar su mente de a pocos, para que su persona dejara de brillar, con la esperanza de que ese monstruo realmente no le haya reconocido; pues, aunque no lo podía entender, este le inspiraba cierto terror.
— ¿Quién está ahí? — preguntó la joven extraña. Parecía que el monstruo le susurraba ya que la muchacha giraba la cabeza ligeramente hacia él — Dije, ¿quién está ahí? — insistió en voz alta, pero la espía de ropas negras había dejado de brillar, así que la extraña no tuvo más remedio que acercarse hacia la casa, para poder descubrir quien la observaba.
En cuanto escuchó los pasos de la desconocida y sintió a la monstruosa sombra acercarse, la joven espía de cabellera negra se separó violentamente de la pared que tocaba y empezó a atravesar varias paredes y puertas contiguas con la esperanza de que no la siguieran. No pudo contar cuantas paredes atravesó hasta llegar a la vivienda de otra persona con cual casi choca.
— ¿Quién eres tú? ¿Y porque has entrado así a mi casa, pequeña?
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