— Lo...lo siento mucho, yo solo…espere, ¿usted puede verme? – preguntó intrigada al no reconocer a la anciana con lentes oscuros, cabello cano y vestido de franela con estampados florales que estaba frente a ella, y aún más al ser la primera persona que le había dirigido la palabra en todo el tiempo que estuvo vagando.
— Por supuesto, la gente como yo puede ver cosas que la mayoría no haría – respondió gentilmente haciendo una seña hacia sus propios lentes.
— Usted, ¿es ciega?
— Si
— Oh, entiendo
— Pero dime, ¿qué haces aquí en mi casa?
— Lo lamento, estaba escapando de algo…
— Oh, no debe ser agradable, te escuchas muy contrariada, ¿cuál es tu nombre por cierto?
— Pues...puede decirme Janna
— Janna, un gusto, mi nombre es Esther — dijo sonriendo.
— El gusto es mío — respondió haciéndole una pequeña reverencia y devolviéndole la sonrisa.
Aliviada de haber encontrado a alguien amable y que además no parecía sorprendida en lo más mínimo por la inesperada visita, empezó a observar el lugar en donde se encontraba. Era la sala de un departamento pequeño, con las paredes decoradas con papel tapiz color mostaza y dibujos de flores, con diversos cuadros pequeños de fotos que variaban desde personas hasta fotos de gatos. Había dos sillones, uno más largo que el otro, ambos con un tapiz grisáceo, y sobre ellos estaban unos hermosos cojines bordados de flores. Una pequeña mesa de madera ocupaba el centro de la habitación, no era demasiado alta y estaba dividida en dos espacios, la parte superior estaba adornada con una cesta de frutas y en la parte inferior de la misma había periódicos y algunos libros; tambien, frente a estos elementos se encontraba un pequeño televisor moderno el mismo que estaba encendido en el canal de noticias.
Al darse la vuelta, Janna descubrió que había ingresado por la estantería de libros de la sala, y al leer brevemente los títulos de los libros, notó que había libros de literatura universal y clásica, pero también encontraba textos de ocultismo e historia de diversas religiones; Además, había siempre un par de cada libro, siendo uno escrito en braille, y otro con la escritura ordinaria.
— Usted, ¿por qué puede verme?
— No lo sé, pero de vez en cuando escucho o siento la visita de varias personas que no he conocido jamás. Se siente como un aire gélido, pero luego aparece un pequeño sentimiento de calor; es una sensación extraña, no distingo sus formas con exactitud, pero luego de tanto tiempo teniendo visitas, los he logrado identificar a la mayoría. — respondió la anciana de forma tranquila, dirigiéndose a paso lento desde la sala hacia la cocina.
— ¿No tiene miedo? Ya sabe, podría haber sido un ladrón, o alguien que quisiera hacerle daño – mencionó con tono angustiado, estando aun de pie junto a la minibiblioteca.
— Gracias a Dios no ha sido nadie que quiera hacerme daño hasta ahora, ¿Tú vas a hacerme daño? — preguntó ya habiendo llegado a la cocina y buscando con sus manos un par de tazas de la alacena.
— No, al contrario, le agradezco que no me tenga miedo.
— Por lo general, los que vienen a visitarme como tú, solo están de paso. — continuo con la charla mientras alistaba una bandeja, con un azucarero y 2 bolsitas de té — Solo se quedan unos días o unas horas y luego desaparecen. La mayoría no habla conmigo, pero cuando lo hacen se sienten mejor.
— Usted, sabe que estamos, bueno…
— ¿Muertos? Si, lo supe porque al primero que sentía junto a mí fue a mi fallecido esposo — puntualizaba con una tranquilidad admirable, mientras terminaba de acomodar las tazas y los utensilios en la bandeja, para dirigirse nuevamente hacia la sala.
— Oh, lo siento mucho... — respondió la joven claramente afligida, y observando a la anciana detenidamente, pues no estaba segura si ayudarle con la bandeja o dejarla ser.
— No te preocupes, ya lo superé. Pero, imagino que todos ustedes están por la misma razón que él – dijo mientras dejaba la bandeja en la mesita de madera.
— ¿Por cuál? — preguntó con sorpresa.
— Para resolver algo, antes de descansar en la eternidad, por supuesto. Ven siéntate conmigo, vivo sola así que, ¿porque no hacernos compañía un momento? — preguntó con amabilidad mientras se sentaba en el sillón largo.
— Gracias, pero tengo miedo de que, si me muevo…el tiempo vuelva a trascurrir de una forma anormal.
— Ah, ¿tú también tienes ese inconveniente? No te preocupes, si ya has encontrado a la persona que buscas o la forma de solucionar tus problemas, el tiempo volverá a la normalidad y podrás resolverlo.
Janna se asombró ante esa respuesta, pero se encontraba aun temerosa pues si caminaba existía el riesgo de perder a la única persona con la cual podía hablar y que, aunque fuera por un breve momento, le había hecho olvidar su dolor y su imbatible soledad. Aun así, el tan solo hecho de sentirse bienvenida había logrado que quisiera confiar en las palabras de la anciana. Se armó de valor, cerró sus ojos y dio varios pasos hacia donde estaba la anciana sin tocar ningún objeto y, para su sorpresa, continúo en la misma habitación, con la misma anciana aun con el té esperando a que se siente junto a ella.
— Wow, ¡gracias! — dijo la joven tan emocionada que se sentó al lado de la anciana y la abrazó — oh, ¡disculpe! es solo que, al principio no quería que nadie me viera porque pensé que desaparecería enseguida, pero al trascurrir los días, me encontraba sola sin saber a dónde ir — dijo reincorporándose y acomodándose en el sillón.
— No te preocupes, pequeña. Ahora, tomemos el té antes de que se enfrié — dijo mientras tomaba el azucarero y le agregaba azúcar a su propia taza.
— Es que no sabe la felicidad que me causa, he pasado días vagando y… ¿Qué día es? ¿Qué fecha es hoy?
— Es domingo 16 de diciembre y son las 10 de la mañana– mencionó mientras daba algunos sorbos a su taza.
— ¡¿Diciembre?! Ya veo, han pasado meses…
— No te angusties, sea lo que sea que haya ocurrido es una buena señal que ahora puedas desplazarte sin problemas.
— Si, admito que si. — respondía, finalmente pudiendo sonreír de forma sincera, mientras nuevamente los mismos elementos de su ropa y el corazón llameante aparecían cambiando de color, esta vez a un tono dorado.
— ¿Encendiste algo? — dijo al sentir el calor que Janna emanaba.
— Lo siento, cada vez que mis emociones son fuertes, brilla parte de mi ropa de un color diferente y aparece este corazón de fuego. – respondió, viendo cómo se volvía a apagar
— Oh, vaya, no había conocido de cerca a nadie que pudiera hacer eso. Lo más extraño que ha pasado últimamente es la mudanza de varias familias de la zona, y con ella ha llamado a las brujas y a sus protectoras.
— ¿Brujas?
— Si, no sé si habrás visto alguna, pero no se sienten como humanas, parecen cosas gigantescas, con un poder que no sabría reconocer, es algo aterrador.
— ¿Y por qué menciona que tienen protectoras?
— Siempre están acompañadas de algún joven o jovencita, supongo que les ayudan a hacer sus hechizos, o quizás los usan de sacrificios.
— Vi a una chica en frente de la casa de alguien que conocía, es alguien que ya se mudó, pero ella lo llamaba. Lo que me asustó fue que junto a esa mujer había…un…monstruo, por decirlo de cierta forma, que podía verme.
— Ten cuidado, puede ser una bruja. En uno de los libros están las formas que pueden tomar. Si deseas puedes leer algo de ello.
— Gracias, Esther. Y, quisiera saber, si no fuera molestia, ¿podría quedarme en su casa el tiempo que tengo que averiguar más cosas? Si lo que usted dice es cierto, eso quiere decir que ya encontré a las personas y el lugar en donde puedo resolver mis problemas. Quizá al fin pueda descansar en paz.
— ¿Eres creyente verdad? De alguna religión.
— Si, por supuesto, ¿por qué la pregunta?
— Porque se escucha esperanza en tus palabras, esperanza de que hay un lugar mejor después de la muerte. Es un pensamiento maravilloso, que me gusta tener también.
— Yo lo creo así, entonces, ¿me ayudará?
— Sin duda, hace tiempo que no tenía visitas y mis hijos siempre están ocupados, vienen a visitarme muy pocas veces. Así que está bien, quédate cuanto necesites. — dijo sonriéndole a la joven.
— Muchas gracias — respondió con una sonrisa sincera igualmente.
De esta manera, Janna tuvo un lugar desde el cual vigilar a la extraña joven y a la posible bruja que se acercaban a la casa de su amado durante las noches, pero quizás lo que más le reconfortaba era saber que podía confiar en aquella alegre y hospitalaria mujer. Esther pasaba sus mañanas realizando sus labores diarias, y Janna le ofrecía su ayuda en todo cuanto pudiera que no involucrara salir. Durante las tardes la anciana encendía el televisor y escuchaba las noticias, mientras tanto Janna investigaba los libros de ocultismo de la minibiblioteca. Al caer la noche, Janna se posicionaba en una de las ventanas, pues notó que la casa de la anciana no estaba demasiado lejos de la vivienda de su amado, y que además varias ventanas daban la vista hacia el jardín donde había visto a los extraños individuos noches atrás. Observaba todos los movimientos de la extraña y del monstruo a su lado que iban constantemente a buscar a Sebastián al frente de la casa donde vivía él anteriormente.
Durante varias noches no consecutivas Janna les observó. Los veía dibujar símbolos en el suelo, encender velas, cantar en idiomas que no reconocía, parecían recitar hechizos entre otras oraciones de las cuales Janna se había familiarizado al leer el contenido de los libros. Para su sorpresa durante todo ese tiempo, ninguno de ellos descubrió a Janna, así que pudo observar y comparar minuciosamente sus actos conforme lo que leía, descubriendo que lo que hacían era un ritual de invocación, y aprendiendo que solo hay ciertas acciones y elementos que pueden contrarrestar esa clase de actos. Janna guardaba todo está información en su mente, hasta que en la 13va noche, apareció una sombra magistral la cual empezaba a tomar forma.
Se convertía en una figura esbelta, vestido con ropas japonesas, un manto sobre otro, con la parte de los hombros descubierta, y su peinado alto de 2 capas estaba adornado por algunos cabellos rebeldes que cubrían su rostro; además tenía flores y agregados brillantes de color dorado y rojo. Toda aquella figura se asemejaba a una oiran de la cultura japonesa, la cual llevaba un abanico en la mano derecha que hacía juego con su traje. Se le observaba de espaldas, de pie y totalmente erguida, empezó a brillar de un tono entre rojo y magenta, así mismo los detalles de la ropa en dorado se iluminaban con la luz de la luna y las velas.
Janna no vio el rostro de aquella majestuosa dama, pero reconoció su presencia incluso a la distancia, al punto que dejó escapar de sus labios 2 palabras.
— Es él.
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