Janna alcanzó a esquivar el ataque, pero en lugar de alejarse, se aproximó para sostener a Sebastián de sus brazos e inmovilizarlo.
— Sebastián, ¡escúchame!, no dejes que la bruja te controle, ambos fuimos sus víctimas, ¡tenemos que luchar juntos!
Los ojos de Sebastián permanecían sin brillo y con una expresión de enfado, pero no gesticulaba ni pronunciaba ninguna palabra.
— ¡Por favor reacciona!
Gritaba ella, poniendo presión en sus brazos y encendiéndose de un tono azul oscuro, mientras él trataba de soltarse. Forcejearon varias veces hasta que Sebastián logró liberarse empujándola fuertemente hacia una de las orillas del domo.
Janna cayó contra los cuerpos, pero al intentar reincorporarse observó a su lado el cuerpo de Alice y el símbolo de yin-yang que aún permanecía en su cuello. Sin pensarlo demasiado, tomó el dije y murmuró para sí — ya sé lo que debo hacer — pero en cuanto terminó de pronunciar estas palabras, es herida repentinamente en su pierna derecha por un viento cortante.
Era obra del abanico de Sebastián quien le había propinado uno de sus ataques. La herida, pero decidida fantasma, logra lanzar velozmente varias flamas alrededor de sí misma, creando un muro de fuego entre Sebastián y ella. De un momento a otro, ella empezó a sentir un frio en su cabeza, como si una repentina llovizna cayera ligeramente refrescando y aclarando sus confusos recuerdos. Se percató que al recordar ya no había dolor y podía hacerlo con mayor facilidad mientras sostenía el amuleto.
— Había un hechizo que puedo recitar — susurró y acto seguido pronunció varias palabras en latín mientras presionaba el dije en sus manos. Mientras lo hacía, todo el fuego que la apartaba de los demás y conjunto al que cubría su cuerpo, incluyendo su llamativo color de ojos y corazón, cambió a un tono lila y blanco. Tras lo cual, conforme acababa de recitar el hechizo, recubrió con ese mismo fuego el símbolo entre sus manos.
La bruja hizo que Sebastián invoque un 2do abanico y, al agitarlos a la vez, dispersó el fuego que la protegía hacia los lados, dejando descubierta a Janna. Para su sorpresa, ella se abalanzó sobre Sebastián y le colocó el dije de yin yang en su cuello nuevamente.
Esta acción hizo que una gran cantidad de energía se desplegara desde la pareja hacia el lugar donde estaba la bruja, empujándola hacia las paredes del domo más cercanas y encerrándolos a ambos en un círculo de fuego aún más grande y con las mismas tonalidades de color lila.
— Sebastián, por favor, recuérdame… — implora al ver los ojos de su expareja aun sumidos en la nada, pues parecía que al estar lejos de la bruja había quedado completamente inmóvil — Sebastián, soy yo, Johanna. — le dijo mientras lo tomaba de sus brazos con fuerza, previniendo una posible agresión; y aun cuando empezaban a brotar lágrimas de sus ojos, empezó a relatarle — Nos conocimos en la universidad. Para mí era extraño ver a un chico de rasgos tan finos, ojos color miel, de cabellera larga ondulada, tez trigueñita y vestimenta de metalero, hablarme con tanta delicadeza y temor, por un momento hasta creí que titubearías en nuestra primera conversación. Me preguntaste por algunas aulas y algunos profesores, y yo te di las instrucciones necesarias. Me agradeciste, y fue grata nuestra sorpresa al volvernos a ver en algunas clases. Recuerdo que te sorprendiste al descubrir mi edad, pues tú eras menor que yo, y yo estaba llevando algunos cursos más avanzados que tú. Descubrimos que teníamos compañeros de universidad en común, y empezamos a reunirnos en grupo para algunos trabajos y divertirnos. Recuerdo que cuando te conté de mis aficiones, y en cuanto mencioné que participaba del taller de teatro dijiste que me admirabas, ya que tú jamás podrías subir al escenario y participar de alguna obra, o al menos eso dijiste. Ese periodo fue alegre pero demasiado rápido para mí, y sin darme cuenta había terminado mi carrera. Después de eso tú seguiste llamándome y buscándome. Te había dicho que no me sentía sola, ni necesitaba a nadie más en mi vida, pero me dijiste que me buscabas porque era divertido hablar conmigo. Y de alguna manera, eso me hacía sonreír. Empezamos a conocer nuestros mundos, nuestras demás amistades y nuestros problemas. Sin querer empezábamos a ser cada vez más cercanos y cariñosos el uno con el otro. Hasta que un día hablamos al respecto y, bueno, ambos si deseábamos estar en una relación; aunque debo admitir que no esperaba que tuvieras los collares de yin y yang ya comprados. — mencionó sonriendo — Pero no me dejaste preguntarte más y dijiste “Ambos somos individuos distintos, que desean convivir uno al lado de otro en armonía” mientras colocaste el collar en mi cuello, y debo decir que esa frase era totalmente cierta
— Si, lo recuerdo — dijo el joven con una voz casi inaudible, y aun con el rostro cabizbajo.
— Sebas, concéntrate por favor, ¡vuelve en ti! — le pidió nuevamente, y esta vez en lugar de sostenerlo de sus brazos, colocó sus manos en el rostro de él para dirigir su mirada hacia ella y así pudiera reconocerla — Recuerda las cenas juntos, las noches de películas, entre amigos y en pareja. Recuerda cuando conociste a mis padres y yo a los tuyos, fue tan desastroso, pero tan lindo a la vez. O cuando entramos a este tonto concurso de baile, o cuando te acompañaba a los conciertos. Cuando intercambiábamos estilos de vestir e incluso ropa, era divertido cuando accedías a vestirte con ropas japonesas. También me enseñaste a tocar la guitarra, aunque rompí todas las cuerdas la primera vez. Lo diferentes que éramos en muchas cosas, por ejemplo, yo siempre he sido creyente y tú eras ateo, pero siempre respetaste mis creencias, aunque no querías ser parte de ellas. Nuestro sentido del humor era diferente, yo solo hacia bromas sarcásticas e hirientes, y tú siempre procurando ser simpático y agradable hacia todos. Yo siempre renegando contra quienes hiciera falta en momentos de dificultades, en cambio tu siempre tratando de mantener la calma, aunque si te hacían enfadar tú eras capaz de golpear a más de uno. ¿Ves esto? — le dijo mientras baja su mano derecha y revela que llevaba el mismo dije de yin y yang aun colgando de su cuello por debajo de la corbata de su atuendo — es nuestro símbolo, es lo que demuestra que estamos conectados, los libros decían que los objetos nos conectaban al mundo de los vivos, pero yo creo que también nos conectan entre nosotros. — dijo sollozando mientras le acariciaba suevamente su rostro con una mano, y sostenía su propio dije con la otra.
— Yo, creo que lo sé — respondió el joven, mientras su rostro totalmente demacrado por el maquillaje corrido y las lágrimas anteriores empezó a teñirse de un tono sonrosado casi como si recuperara su energía vital y recuperando su voz, prosiguió — Creo que nosotros jamás peleábamos, o si lo hacíamos lo solucionábamos entre nosotros. Recuerdo que pasamos por apuros, económicos, entre otras personas, pero logramos hacer las cosas que debíamos, ya sea solos o tomados de las manos. En nuestros primeros trabajos nos apoyábamos mutuamente, y seguíamos haciéndolo si teníamos que encontrar otros diferentes. Cuando jugábamos videojuegos, tú casi nunca entendías los controles de la consola, pero siempre me vencías en ese juego de baile de los arcades. Recuerdo que teníamos tantos planes, pensábamos compartir tantas cosas. Y sobre Alice, era una amiga a la cual llegué a interesarle, pero yo ya estaba enamorado de ti, así que la rechacé, supongo que debí contártelo antes, perdóname, Johanna. — dijo de forma suplicante tomándola de las manos, mientras dejaba ver que había recuperado el brillo en sus ojos y por ende su conciencia.
— Está bien, Sebastián, ya no importa. Te perdono, debió ser hace tanto tiempo, y además yo solo estaba enfadada porque creí que me habías traicionado. Ahora me doy cuenta de que, al contrario, siempre tuve a mi lado al hombre más leal que pudiera existir.
Por unos instantes parecía que sus formas humanas se reflejaron sobre sus figuras actuales y, ambos tomados de las manos, él iluminado por el color magenta de sus poderes y ella iluminada ahora con el fuego lila que cubría ambos dijes en el cuello de cada uno, dispersaron las paredes de fuego que los cubría, y se dispusieron a atacar a la bruja al mismo tiempo. Janna lanzó varias flamas largas de color lila hacia la monstruosa bruja, mientras su compañero se las arregló nuevamente para crear la ventisca helada con los trozos de granizo y dirigirlos hacia el oponente una vez pasado el humo del caluroso primer impacto.
La bruja dio varios gritos agudos y desgarradores, pero los ataques solo le habían quitado su disfraz de monstruo dejando entre ver la anciana decrepita que en realidad era, de apariencia sucia y descargaba, con un vestido roto y desteñido, pero dejando ver que en alguna época pasada pertenecía a una tela de alta calidad. Y antes de que los jóvenes repitieran sus técnicas, levantó sus manos y dirigiéndolas hacia el cuerpo inerte de Alice pronunció varias palabras en un idioma irreconocible. Los jóvenes la atacaron nuevamente, pero, esta vez en lugar de gritar la andrajosa mujer aguantó el dolor y permaneció de pie e inerte, como si esperase algo. Antes de que la pareja reuniera fuerzas para su tercer despliegue de poder, vieron como de una forma fantasmagórica a una velocidad imposible, el cuerpo de Alice se levantó y se colocó en frente de la bruja y, alzando sus brazos a los lados, se posicionó tan erguida como pudo.
— Si la quieren, ¡tendrán que matarme primero! — dijo Alice con una voz en eco, monstruosa, como si ya no perteneciera a ella.
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