Mi escuela se llama "Preparatoria Pública No. 11", es un edificio acristalado en forma de cilindro que tiene diez pisos y está ubicado a unas pocas cuadras de distancia del Palacio de Gobierno Municipal y la Catedral. Corro lo más aprisa que puedo entre la lluvia y el tumulto de gente que me aprisiona, y cuando al fin logro llegar, pulso mi pulgar izquierdo en el sensor de la entrada para que el sistema de seguridad me reconozca como estudiante y las puertas automáticas se abran, pero tal como esperaba, la entrada me es negada y aparece el holograma de Cecilia, nuestra prefecta virtual, cuya imagen es la de una delgada mujer de mediana edad con los pómulos muy marcados, barbilla puntiaguda, cabello de color negro lustroso que lleva siempre recogido en un apretado chongo y va vestida con el mismo traje color magenta.
La prefecta me dirige una mirada glacial por debajo de sus arqueadas cejas, lo cual indica que es mejor que me vaya preparando para la fuerte llamada de atención que me va a acomodar. — Señorita Jordano: sexto semestre, grupo D, horario de entrada 7:37 de la mañana ¡Treinta y siete minutos de retraso! ¡Enviaré una copia de mi reporte al jefe de su grupo!
Al escuchar eso siento un escalofrío recorrer mi cuerpo de pies a cabeza y comienzo a enrollar uno de mis rizos en mi dedo índice para luego tirar de él hacia abajo, es un tic nervioso que tengo desde que era niña cuando mi mamá o alguna de mis maestras me amonestaba por una falta. Mis manos comienzan a sudar por los nervios, esta es la primera vez que recibiré un reporte por impuntualidad y mi expediente escolar, que hasta ahora había sido intachable, quedará arruinado.
— No volverá a ocurrir, se lo prometo — le respondo al mismo tiempo que ella me ordena mediante señas que me apresure a entrar.
— La dejaré pasar por ser la primera vez que infringe una norma de la escuela, pero deberá entregar el reporte firmado por sus padres o tutores mañana temprano.
En cuanto el holograma se esfuma dejándome el paso libre, tomo el ascensor para subir al noveno piso, que es donde se encuentra el laboratorio de química. Al salir del elevador un intenso zumbido provocado por los murmullos de algunos grupitos de estudiantes se adueña del ambiente, y al abrirme paso entre ellos, alcanzo a escuchar fragmentos de sus conversaciones.
— ¿Supiste que hubo otro suicidio?
— ¡No! ¿¿Cuándo??
— ¡Hoy en la madrugada! ¡Salió en el noticiero matutino!
— ¡Santo Rey! ¿Quién fue? ¿Alguien de nuestra escuela?
— Creo que era un estudiante de la Facultad de Ingeniería Aeronáutica.
— ¡Qué terrible, qué terrible!
— ¿Por qué pasan estas cosas?
Mientras voy esquivando a los compañeros dispersados por todo el pasillo, una mano regordeta me toca sutilmente el hombro. — ¡Towy! — me grita Dido para hacerse oír entre todo el parloteo. — ¡Cielo Santo! ¡Pensé que no llegarías nunca! Tuve que inventarle al profesor Melgar que te habías mareado al levantarte y que por eso te habías retrasado tanto. Así que tú tranquila, se lo tragó todo - me explica mientras trata de amarrar con una liga su negro y largo cabello estilo afro, ella comprende perfectamente bien mis problemas para cepillarme.
— Bueno, no te preocupes... ya estoy aquí. Y pues ... — No alcanzo a terminar de explicarme porque el holograma de la prefecta Cecilia vuelve a aparecer en medio del pasillo.
— ¡Jóvenes estudiantes! ¡Les recuerdo que no les está permitido hablar en los corredores! ¡Vuelvan inmediatamente a sus aulas o tendré que enviar reportes a los jefes de sus respectivos grupos!
Inmediatamente después, dirige sus gélidos ojos oscuros hacia mí para recordarme que ya me tiene en su lista negra de reportes, y entonces me apresuro a tomar a Dido por el brazo para hacerla mover los pies. — Será mejor que entremos al laboratorio, no quisiera acumular dos reportes en un día — y avanzamos lentamente para evitar que la prefecta nos amoneste por correr en el pasillo.
Al pasar por la biblioteca, que se encuentra justo al lado del laboratorio, otra voz conocida me llama por mi nombre. — ¡Eh, Towy!
Dido y yo volvemos las cabezas y nos topamos con Mox, un muchacho alto y delgado, de cabello lacio color castaño claro que suele peinar todo relamido hacia atrás con fijador y también lleva puesto el uniforme de invierno, solo que el de los chicos es un mono blanco con una franja lateral de color azul en vez de rosa.
No entiendo por qué me habla solo a mí si él nos conoce perfectamente a las dos, ya que es el líder del grupo de jóvenes de nuestra iglesia, además de que va en el mismo semestre que nosotras, pero en el grupo B. En las escuelas públicas los hombres y las mujeres estudiamos en grupos separados, los varones van en los primeros grupos A y B mientras nosotras estamos en los últimos: C y D.
Dido y yo nos quedamos ahí plantadas mientras Mox se dirige hacia mí dando pasos cortos pero firmes. — ¿Llegaste tarde, verdad? — me pregunta al mismo tiempo que se frota la barbilla con los dedos pulgar e índice, como si tratara de leerte la mente. Ese típico gesto suyo hace que me ponga más nerviosa de lo que ya estoy y no consiga articular palabra.
— Bueno... — prosigue él — ... sé muy bien que cuando se está por presentar el Proyecto de Vida uno apenas tiene tiempo para pestañear, por eso debemos esforzarnos más para no descuidar nuestras otras obligaciones. Así que, te aconsejo que no sigas perdiendo el tiempo platicando aquí en medio del corredor y vayas a tu clase.
Al oír eso no puedo evitar que se me escape un suspiro de fastidio, aunque Mox tiene derecho a llamarme la atención como líder juvenil de la iglesia, no me parece que aquí en la escuela tenga autoridad para hacerlo.
— ¿Y no se supone que tú también deberías estar en tu aula? — le pregunto tratando de sonar un poco sarcástica, pero Mox ni se inmuta y me responde cínicamente.
— Desde luego, pero sucede que la profesora de Física no vino y tengo una hora libre que voy a aprovechar para estudiar en la biblioteca.
— Bien, pues... — lo interrumpo — ...nosotras nos vamos, tenemos clase en el laboratorio.
Antes de entrar a la biblioteca, Mox se detiene un momento en la puerta y me vuelve a llamar. — ¿Ah...Towy?
— ¿Sí, dime?
— Te deseo lo mejor mañana en la presentación de tu Proyecto de Vida. Estaré pidiendo al Divino Rey para que te bendiga y te ilumine.
— Gracias por tus buenos deseos, bendiciones para ti también.
— Es como debe actuar un hermano en la fe. Bien, nos veremos luego.
En cuanto Mox desaparece de nuestra vista, Dido me jalonea por la muñeca y me susurra al oído. — Él te pone muy nerviosa.
— Eh... un poco, sí.
— Es normal tratándose de un chico bastante interesante; es inteligente, guapo y además he escuchado que su Proyecto de Vida fue todo un éxito.
— ¿Ah sí?
— Sí, presentó una tesis sobre apologética titulada "30 argumentos irrefutables a favor de la existencia del Divino Rey" la cual impresionó mucho a los cuatro representantes que evaluaron su proyecto, tanto así que hasta dicen que él será uno de los mejores apologistas del mundo, que puede que supere hasta al mismo Welard Lean Kran.
— Bueno, a decir verdad, siempre he pensado que Mox quiere ocupar el lugar de su tío cuando él se retire del pastorado.
— Hmm... pues yo no lo creo.
— ¿Por qué?
— Porque los reverendos deben hacer votos de castidad perpetua y está muy claro que Mox quiere tener una novia y casarse.
— ¿En serio?
— Sí, y es un secreto a voces que la chica que le interesa eres tú.
— ¿¿Yo?? — Al escuchar eso las mejillas se me encienden de un rojo intenso como si fueran un par de tomates maduros.
Nunca me habría pasado por la cabeza la idea de que un muchacho como él pudiera estar interesado en alguien como yo. Mox es el sobrino del reverendo Teófilo, y no sólo eso, sino que fue criado por su tío porque sus padres fallecieron cuando él era apenas un bebé; y yo en cambio no soy más que la hija de un ama de casa que vive de la pensión vitalicia que mi difunto padre, que era un empleado cualquiera de una compañía constructora, le dejó. Si bien no puedo decir que sea fea, tampoco me he considerado una chica hermosa; y no soy muy brillante que digamos, mis calificaciones no pasan de un promedio aceptable, en lo único que se puede decir que destaco es tocando la guitarra eléctrica y cantando en el coro de la iglesia, donde ni siquiera soy una de las voces principales.
En cambio, Mox es un joven que ha sido bendecido con muchos dones y talentos, lo cual no debería sorprenderme, ya que él es un creyente consagrado mientras yo no puedo evitar cometer faltas por mucho que me esfuerce en hacer siempre lo correcto delante del Divino Rey. Realmente quisiera poder llegar algún día a ser una ixoniana fervorosamente entregada como Mox. En nuestro país todos somos ixonianos, nuestra religión se llama "ixonianismo"porque somos seguidores y adoradores del Príncipe Ixo, el hijo del Divino Rey, quien hace muchos años tuvo que dejar la comodidad de su Oasis Celestial y tomar forma humana para así poder pagar todas las culpas de la humanidad, ya que ésta se corrompió pocos días después de que el Divino Rey creara el universo.
Algunos cuantos, sobre todo en el extranjero, se han atrevido a afirmar que la historia acerca del origen de la humanidad que viene narrada en el Libro de los Comienzos de nuestra Sacra Compilación es solo un mito, ellos creen que el surgimiento de la especie humana se debe a una absurda y ridícula fantasía llamada "teoría de la evolución" según la cual los seres humanos descendemos de los monos, pero muchos científicos ixonianos, como el Dr. Hem Nak, han refutado perfectamente todas las estupideces que esos herejes incrédulos se han inventado.
Y aunque haya necios que se nieguen a aceptarlo; la realidad es que hace muchos años, cuando el tiempo apenas había comenzado, el Divino Rey creó al primer hombre mezclando arena con agua de coco y lo llamo Axtor, después creo a la primera mujer de un chorro de sangre que brotó de una pequeña incisión que Él mismo realizó en el costado de Axtor y le puso por nombre Axara. Después, colocó a la pareja en un sitio hermoso llamado "El Oasis Terrenal" donde había muchos árboles, flores, animales y manantiales. Allí todo era paz y armonía, los humanos podían convivir tranquilamente con las bestias salvajes y no conocían la maldad, el dolor, las enfermedades ni la muerte.
El Divino Rey les dio libertad para hacer lo que ellos quisieran, podían comer de todos los frutos y plantas que había en el Oasis, excepto una: los cocos dorados de la Palma de la Sabiduría. Se les advirtió que si se atrevían a tomar un coco de aquella palmera perderían su inocencia y su inmortalidad para siempre. Pero un mal día, el unicornio, que era el animal más hermoso pero también el más mañoso de todos, fue a hablar con Axara a solas para engañarla diciéndole que todo lo que el Divino Rey les había dicho sobre la Palma de la Sabiduría era mentira, que no pasaría nada malo si ella y Axtor bebían el agua de los cocos dorados, sino todo lo contrario, obtendrían mucha sabiduría y llegarían a ser semejantes al Divino Rey.
Y así fue como Axara se dejó embaucar y corrió a buscar a Axtor para que juntos pudieran alcanzar la Palma de la Sabiduría y bajar un coco de ella. En cuanto Axtor y Axara bebieron el agua de la fruta dorada, se dieron cuenta de que andaban desnudos e inmediatamente se cubrieron el cuerpo con hojas de la misma palmera. El Divino Rey bajó enseguida al Oasis Terrenal para pedirles cuentas por lo que habían hecho, entonces Axtor culpó a Axara por haberle dado la idea de tomar un coco de la palma prohibida y Axara a su vez le echó la culpa al unicornio por incitarla a desobedecer.
Entonces, el Divino Rey decidió castigarlos a todos por lo que habían hecho: al unicornio le quitó su cuerno y lo convirtió en caballo condenándole a ser una bestia de carga y transporte al servicio de los humanos, a la mujer la castigó con el dolor a la hora del parto, también la obligó a someterse siempre a la voluntad de su marido, al hombre le hizo trabajar por primera vez para poder obtener su sustento y también maldijo a toda la creación por su causa: los animales que antes habían sido mansos se volvieron feroces, algunas plantas se hicieron venenosas y les crecieron espinas, toda la Tierra dejó de ser un paraíso para convertirse en un lugar hostil y peligroso.
Pero a pesar del castigo, el Divino Rey, en su infinita misericordia, se dignó a dar una segunda oportunidad al hombre, ya que de todas sus criaturas, él seguía siendo su máxima obra; y les prometió a los exoritas, los ciudadanos de Exor, su pueblo elegido, que del linaje de su realeza nacería un salvador que los redimiría a ellos y a la humanidad entera. Así fue como el Príncipe Ixo tuvo que encarnarse para poder nacer de la unión del Sacro Espíritu con una mujer mortal llamada Maxar, pero el precio que tuvo que pagar para salvarnos fue muy alto: tenía que sufrir y derramar toda su sangre para que el Divino Rey perdonara todas nuestras faltas.
El Príncipe fue atado a un árbol seco, después fue brutalmente torturado y herido con lanzas y espadas en todas partes de su cuerpo para que se desangrara hasta morir. Tuvo que soportar una muerte llena de dolor y sufrimiento; y todo por nosotros, porque a pesar de que somos unos seres cuya naturaleza está corrompida e inclinada a hacer lo malo, Él nos ama demasiado. Por eso es que me siento terriblemente mal cuando cometo alguna falta, como la mentira a la que tuve que recurrir hoy en la mañana.
Ni cuenta me doy cuando entramos al laboratorio hasta que el fuerte olor a alcohol y la voz del profesor Melgar me sacan de mi ensimismamiento. — ¡Buen día, señorita Jordano! La señorita Creta me contó lo que le sucedió esta mañana, no se preocupe por nada. Espero que se encuentre mejor ahora.
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