Esa noche, el insomnio me atacó, pesadillas me desvelaron y tomaron el control de mi cuerpo. Veía a Ieltxu, alejándose; a Daniel y a mis amigas siguiendo su ejemplo también. Yo no podía alcanzarles, por mucho que corriera, mis pasos no llegaban a su altura. Me desesperaba. ¿Porque? ¿Porque me hacen esto? ¿Porque me dejan tirada a la deriva? Yo seguía corriendo, por ese espacio en blanco, que me recordaba a la hoja en blanco de un artista. Corrí hasta que mis piernas no dieron más de sí, hasta que mi fatiga solo me pidió caer y caer. Miraba hacia abajo, no había fondo, si caía y bajaba; no conseguiría volver a subir. Pero mis piernas ya no podían caminar más, caería, y jamás dejaría de caer. Sentí a mi corazón pararse un milisegundo mientras caía. Si había fondo, sabía que moriría en cuanto mi pobres huesos rozaran el suelo. Cerré los ojos entre lágrimas cuando tuve la sensación de que me acercaba al frío y duro suelo. Ahí abajo se acabaría todo, y puesto que no podía hacer nada, solo me faltaba dejarme llevar a mi final inminente. Cuando volví a abrir los ojos, sencillamente estaba en mi cuarto, con mi almohada mojada y mi cuerpo gobernado por el pánico y los temblores. El corazón me latía a mil, eso solo consiguió hacerme llorar y sentirme en una especie de mezcla de emociones entre el pánico y el alivio. Mi cuerpo seguía temblando, mis dientes castañeaban, más lágrimas amenazaban con escapar por mis ojos. Busqué mi móvil instintivamente y quedé cegada por el brillo de este. No eran más de las 3:30AM. Nadie estaría despierto a esa hora, pero aun así, necesitaba escuchar el sonido de una voz familiar. Mi alma necesitaba una voz y un alma amable que la pudiera acoger y reparar. Antes de que me diera cuenta, ya había marcado un número de teléfono y la línea ya estaba dando paso a una voz familiar. Me sorprendió no encontrar rastros de somnolencia en su voz, parecía como si llevara rato despierto pero aún no tuviera sueño:
- ¿Citalli? Es tarde….¿pasa algo?
Yo no pude articular ni una sola palabra, solamente me salían sonidos inteligibles, gemidos, sollozos incompletos. Poco a poco, fue como si él fuera despertando.
- Citalli… cariño…. ¿qué te pasa? Háblame, por favor, háblame. Dale voz a tus males.
Yo seguía, sin poder articular ni una sola palabra. Él mientras tanto, esperaba paciente y atento. Al cabo de un rato, en vista que no iba a ser capaz de hablar, hasta que me pudiera relajar un poco, dijo esto:
- Hagamos algo ¿vale? Háblame, cuando te veas lista, hasta entonces, escucha mi voz. Estoy aquí, y seguiré aquí, no tengo pensado irme de tu lado, ni ahora ni nunca. Alguna vez, quizás cante estrofas sueltas, pero todo con tal de dibujar una sonrisa en tu rostro.
En el instante en el que terminó de hablar, yo asentí en señal de afirmación, después de darme cuenta, que él no era capaz de ver mi rostro, aun así no hice nada más. Creo que se lo debió de imaginar, porque continúo hablando, con mucha calma. Me hablaba sobre lo hermosa que estaba la luna esa noche. Me preguntó si tenía ventana en mi habitación, esperaba que sí la tuviera. Me contó que era lo que estaba viendo. Contaba como su habitación estaba siendo pintada por el brillo plata que solo la luna era capaz de conceder. Me contaba, como mis ojos le recordaban a las estrellas perdidas en el cielo del desierto. Me afirmaba una y mil veces, cómo le gustaría estar allí para apagar la mecha de todos mis males, cómo le gustaría protegerme entre sus brazos y su pecho, bajo las luces y las sábanas de mi habitación. No paraba de afirmar que se desharía de mis lágrimas a base de besos por toda mi cara, que besaría las estelas saladas de lo que alguna vez fueron. Eso me hizo sonreír, me hizo sentir mejor; me hizo sentir protegida. Sentía su fantasma detrás mío, con esos restos de brisa que podrían haber sido su aliento, posarse en mi cuello y en mi clavícula. Al cabo de un rato, ya me relajé y ya fui capaz de hablar. Primero, solo un débil gracias, fue capaz de escapar de entre mis labios. Sabía que él había sonreído al otro lado de la línea.
- No me las des, haría todo lo que fuera por tí, mi niña.
- ¿Algún día te irías? ¿Me dejaría así sin más? ¿Dejarías que me enfrentara sola a mis fantasmas, y que muriera sola en el intento?
- No voy a irme, no voy a soltar tu mano. Seré tu soldadito de hierro, y aunque hay algunas batallas a las que tendrás que enfrentarte sola, yo te acompañaré en todas las que pueda. Porque me duele pensar, que algún día puedas estar lejos y que yo no puede protegerte. Me duele pensar, que algún día te puedes ir, te podrás olvidar de mí. Te olvidarás de nuestras canciones, de nuestros sueños hechos a base de cristales empañados. Y no quiero eso. Yo quiero, que te encuentres siempre a mi lado. Quiero que me dejes cantarte hasta que no me quede más voz. Quiero que me dejes redescubrir el mundo contigo, quiero vivir aventuras a tu lado. Quiero que sean las mejores que hayas vivido. Quiero que me dejes abrazarte, todos los días, que me dejes darte mi alma. Darte mi alma, hacerla tuya, y dejar que sea solo tuya, así como es; sin más , porque eres tú su dueña original. Quizás, algún día tú también te veas capaz de entregar tu alma y corazón sin ninguna clase de reparos. Puede que esa persona, sea yo, puede que no. Por eso deseo esperarte, por eso deseo amarte, por eso deseo que me des la oportunidad de quererte como nadie jamás te ha querido; para que pueda ser yo esa persona a la que le puedas entregar tu corazón sin ninguna clase de duda. Por eso intentaré hacerte feliz todos los días, te ayudaré en todo lo que pueda, te enseñaré mi mundo y quizás te enamores de él; tanto como lo estoy yo. Pero para eso, necesito que me concedas esa oportunidad. ¿Sabes? Una vez me dijeron, que las personas somos como radios, andamos siempre intentando buscar alguien con nuestra misma sintonía, con nuestra misma frecuencia. Si conoces a esa persona, que está en la misma frecuencia que tú, jamás la dejes ir, no hay nadie como esa persona. Jamás encontrarás una explicación de`porque la quieres, jamás sabréis porque estáis los dos en la misma frecuencia. Si no sabéis porque, eso es amor. Porque hay algunas cosas que no necesitan una explicación racional. Entonces, ¿me dejaras quererte?
- Bueno, probemos.
- Perfecto, gracias por dejarme probar Ci. - me respondió acompañado de un bostezo.
- Gracias a ti por darme algo con lo que volver a creer.
- De nada, ¿me dejas que te cuente un secreto?
- Claro.
En vez de llegar una respuesta, llegaron unos ronquidos. Ieltxu se había quedado dormido. Supongo que ya tendría que preguntarle sobre el secreto otro día. Pero me quedé con la curiosidad que me provocaba el querer saber que era.
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