Gritos de dolor y miedo se escucharon fuera de la carpa, para que en unos cortos segundos esta se abriera de par en par dejando entrar a un pelotón de 3 soldados cargando a un compañero mal herido, colocándolo en la camilla de inmediato, al instante Cristian comenzó a revisarlo, yo preferí mantenerme lejos de la situación y estar cerca de Nataniel, después de todo, estar rodeado de alfas y betas, quienes pueden ocasionar tu muerte no es muy bueno que digamos, decidí que era mejor subir la capucha de la gabardina que llevaba puesta por el frío de la noche, ocultando así mi cabellera negra cual noche sin estrellas, y rogando a todos los dioses que Cristian no necesitara de mi ayuda.
“Pareció que por primera vez los dioses me escucharon…
O eso pensé….”
Para el soldado atendido era solo cuestión de tiempo para que se recuperara por completo, tenía una herida de apuñalamiento profunda, la cual no lastimó ningún órgano vital por suerte, el paciente era un alfa, uno de prestigio por lo que se puede ver en su uniforme manchado con la sangre suya o de sus víctimas, adornado por medallas. Mientras tanto yo nada más terminaba de recoger mis cosas y de envolver a mi hermano en las mantas, para que no sintiera frío y con el plan de retirarme del lugar, salí sin más por la parte de atrás de la carpa, para no causarle inconvenientes a Cristian y más que todo para no llamar la atención de esos soldados, pero me vi detenido en mi tarea de escapar silenciosamente, por la mano de Cristian quien sostenía mi mano libre, ya que la otra la utilizaba para cargar a mi hermano.
―¿Te vas sin despedirte esta noche? Eso es algo que normalmente no haces ―Al girarme sobre mi eje para verlo, medí cuenta de un extraño brillo en sus ojos, aquellos ojos que antes eran verdes opacos ahora tenían un brillo singular, un brillo raro.
―Lo lamento Cristian, pero ya he terminado mi trabajo, lo mejor es que me retire. Después de todo Nataniel tiene que dormir en un lugar con más calor que el que posee la carpa ―trataba de huir con buenas razones, las cuales cualquiera podía reconocer como unas baratas pero ingeniosas excusas.
―¿Podrías quedarte un poco más?, es muy tarde y no me gustaría dormir, sabiendo que estás ahí afuera a propensas de que algo pueda pasarte, si quieres te puedo llevar a tu casa para que descanses ―Ese tipo de ofertas eran sospechosas en cualquiera, hasta en el ser más bondadoso de este mundo, debía de tramar algo, al momento de hacer una invitación de tal valor.
―Lo lamento Cristian, pero enserio debo irme ―Le respondí firme, por más que me agradara debía recordar que Cristian era un beta, uno muy detallista, cariñoso y halagador. Sí sería el hombre o la pareja perfecta para cualquiera en estos tiempos de crisis, pero no para mí.
Esa pequeña conversación continuó en un ligero forcejeo, donde Cristian era el que iba ganando, sujetando con algo de fuerza y brusquedad mi brazo libre y halándolo hacia su propio cuerpo, tomándome de los hombros, por más que intentara luchar para liberarme, no lo lograba, ya que solo podía tener una mano libre para defenderme y contaba con un obstáculo que no me dejaría golpear al mayor, y ese era Nataniel quien a pesar de los movimientos algo bruscos, seguía profundamente dormido contra mi pecho.
―¡Cristian suéltame!
―¡No lo haré! ¡¿por qué no puedes entender que quiero que… ?! ―El dejar esas palabras en el aire me hicieron sentir algo raro, era como si el tratara de decir algo importante, algo de lo que quizás no podría olvidarme en mucho tiempo, ¿qué sería?
―Te amo Leonard ―Ahora lo sé, esas palabras resonaron en mi cabeza como tambores, “te amo, te amo, te amo”, la verdad, al ver los ojos de Cristian, sentí como algo se apagaba dentro de mí, mis latidos eran normales, no me picaban las mejillas, no sentía ese ardor en ellas como el de la primera vez que lo vi.
“Yo no sentía lo mismo… Y no debía darle esperanzas a que él siguiera con esa expectativa, con ese sueño de que algún día estaríamos juntos.
Pero me hubiera gustado, quizás hubiera aprendido a amarle con el tiempo, no es mentira, trato de mentirme a mí mismo, únicamente lo digo porque lo que ocurrió después fue mucho peor.”
―Y-yo… ―No sabía que responderle, no quería lastimarlo, pero tampoco lo haría vivir una mentira― Lo lamento, Cristian yo no siento lo mismo, te agradezco por todo este tiempo que has cuidado de nosotros, pero no puedo aceptar tus sentimientos, no puedo permitir que vivas en una mentira ―No podía verlo a la cara, me dolía ver como sus ojos se llenaban de desilusión y dolor.
―No te disculpes Leo, yo... Lo entiendo ―dijo acercándose tranquilamente a mí y regalándome un tierno y amable beso en la frente, creo que eso me dolió mucho más a mí que a él, susurrando unas palabras que al sol de hoy no puedo olvidar “no importa donde esté, o si la muerte vuelve a tocar mi puerta, yo siempre te cuidaré”, sus palabras sonaron más como una despedida, como si fuera la última vez que nos veríamos.
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