Luego de aquello nos despedimos, para dar fin a esa noche, los días volvieron a ser normales y monótonos, ninguno de los dos volvió a tocar el tema, durante ese tiempo tuvimos a esos 3 hombres militares viniendo a cada momento para verificar el estado de su compañero, yo me había encargado de cuidarlo y cambiarle el vendaje, de lo demás se encargaba Cristian o bien las enfermeras y ayudantes de la carpa.
―¿Le puedo hacer una pregunta? ―Me pidió el hombre militar, era un hombre alto, musculoso sin exagerar, con su pecho bien marcado y cubierto por las vendas de la herida, de ojos azules, tez un poco bronceada y una cabellera negra profunda con pequeños mechones de castaño oscuro, era guapo, no mentiré, pero como dije antes, a esas alturas no buscaba una pareja.
―Um, claro no hay ningún problema ―Le sonreí amablemente, siempre era bueno con todos mis pacientes y esta no sería la excepción. Pude ver en él una pequeña sonrisa algo forzada.
―¿Cómo es que un chico, omega, terminó en este lugar? ―El decir que al pronunciar la palabra “omega” no me diera cuenta de cómo saboreó cada silaba de ella sería mentira, en serio, a esas alturas él planeaba, ¿coquetear me?, no pude aguantar la pequeña risa que escapó de entre mis labios.
―Ja ja ja ―Lo cual a él le gustó, porque al instante me sonríe, pero esta vez, era una sonrisa genuina, era como si me mirara con algo de ternura― Realmente dudo que eso, sea de interés suyo, Señor ―dije sincero, para que al poco tiempo, Nataniel comenzara a llorar, me levanté y fui a ver como se encontraba, lo llevé a una de las mesas donde puede comenzar a cambiarle el pañal sucio, con calma y sin importarme el olor que este podía desprender, para luego limpiarlo, colocar le un nuevo pañal y acomodarle la ropa nuevamente.
―Ya está mi pequeño ―dije con dulzura mirando los hermosos ojos marrones de Nataniel, provocando que éste sonría un poco mostrando sus apenas visibles dientes de leche.
―Eres una muy buena madre, algo joven, pero muy buena ―Las palabras de ese hombre me hicieron sonreír sin darme cuenta, la verdad es que mi hermano era todo mi mundo ahora, al terminar volví a acostar a Nataniel ―¿Siempre es tan tranquilo? ―preguntó con algo de interés en su voz, aquel hombre.
―Sí, él casi siempre es así ―dije con ternura mirando a mi hermano.
―¿Podría saber tu nombre?
―Pensé que dijo que sería una sola pregunta, y hasta ahora lleva 3 ― la diversión era clara en mi voz, a lo cual él solo sonrió y aparto su mirada de nosotros. No pude evitar ser algo sarcástico en la forma de responder, después de todo éramos unos desconocidos, no podría arriesgarme a que alguien supiera mi nombre.
―Lamento si te incomodé ―dijo sin vernos, fijando su mirada en el techo de la carpa, era como si de verdad le haya desilusionado mi comentario, ¿acaso le importaba de verdad?
A partir de ahí no volvimos a conversar, al menos no con la misma confianza.
“Quien hubiera pensado que te volvería a ver….”
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