Los días se convirtieron nuevamente en otro mes, y con su llegada nos despedimos del joven militar, quien al fin se había sanado de su lesión y podía irse con su pelotón. Si hubiera sabido que tenía tan poco tiempo, creo que hubiera intentado hacer las paces con él, ahora es tarde para lamentarse, supongo.
La noche comenzaba a caer nuevamente, otro día de trabajo terminaba…
―¡Oye Leonard ! ―Cristian se acercó a mí con un pequeño saquito en las manos, de color marrón oscuro amarrado con una cuerda blanca para luego entregármelo.
―¿Qué es? ―Le pregunté.
―Es tu paga por todo este tiempo en el que has trabajado ―Me sonríe con amabilidad y tranquilidad, a estas alturas me alegra saber que las cosas entre nosotros estaban mejor que hace 3 meses cuando pasó lo de la declaración.
―Vaya, Muchas gracias Cristian ―dije con alegría, ese dinero me ayudaría a comprar muchos más suministros, y hasta otro conjunto de ropa para Nataniel.
―Por favor, esta vez compra algo para ti ―pareciera que leyera mis pensamientos, era verdad, normalmente gastaba el dinero en comida y en ropa o pañales para Nataniel y casi nunca compraba algo para mí, podía contar con mi mano los conjuntos de ropa que tenía y eso eran una chaqueta, dos pantalones, tres camisas, mi fiel gabardina, realmente no creo que necesite algo además de mis zapatos y mis sandalias, todo eso lo llevo siempre conmigo en mi bolso multi-bolsillos, la verdad es que con algo de organización todo podía caber en él, además de mis latas de comida, mi cantimplora, el biberón y el envase de la papilla de Nataniel, más sus pañales y su ropa.
La verdad, ahora que lo pienso mejor, ni yo sé cómo todo eso entra en ese bolso que parece tan pequeño a simple vista y la verdad siempre se sentía liviano para mí. Antes de despedirme nuevamente de Cristian, unos despavoridos gritos de horror, miedo y agonía inundaron la zona cerca de la carpa, ¿qué demonios ocurría? Me pregunté, mientras acomodaba a Nataniel entre mis brazos.
―¡¿Pero qué rayos ocurre allá fuera?! ―dijo Cristian algo alterado por tal escándalo que había detrás de la cortina de la carpa.
―No lo sé, pero no da muy buena espina ―trataba de mantenerme en calma, pero tanto Cristian como yo reconocimos el inolvidable olor a óxido, ese olor tan propio de la sangre fresca.
El silencio inundó el lugar, era muy evidente lo que ocurría, y nuevamente era el momento de tomar una decisión. Escapar en silencio y romper nuestro código moral como sanadores, o quedarnos a cuidar a los heridos y servir contra nuestra voluntad a ese ruin tirano y sus tropas.
“No fue fácil, pero en este mundo nada nunca es fácil, y mucho menos la supervivencia.”
Comments (1)
See all