“Darius”, el nombre me parecía familiar pero no me acordaba de donde, ¿era acaso alguien de importancia?, ¿por qué Maximiliano le tenía tanto miedo?, ¿era acaso esa persona tan peligrosa como para que un militar de élite le tuviera tal pavor, como para entrar en una crisis de nervios? Las preguntas comenzaron a acumularse en mi mente, mientras más respuestas o explicaciones buscaba, más preguntas encontraba.
—¿Quién es Darius? —Tenía que saberlo.
—Es el peor de todos... Por favor, por favor quédate, si no te entrego yo seré el afectado, no quiero que sufras por escaparte, sé obediente y tranquilo, por favor —Me imploraba —Déjame entregarte y los dos podremos tener una gran vida, prometo cuidarte cuando él ya no te quiera, te lo juro, serás mi omega, mi esposa si así lo quieres.
—¿Cuando él ya no me quiera? —La desesperación en Maximiliano aumentaba cada vez, con el tic tac de la manecilla del reloj.
—Para él tú solo eres un capricho que desea cumplir, él siempre fue así desde pequeño cuando obtiene lo que desea, por eso te lo pido... No te vayas, entrégate a él pacíficamente y luego los tres seremos una familia feliz —La sonrisa temblorosa de Maximiliano no me daba buena espina.
Con cada palabra me convencía aún más de mi idea de escapar, por más ruegos que me diera Max, ya había tomado una decisión, y no era por mi vida, sino por la vida de mi hermano, yo deseo que él pueda crecer en libertad; me solté del agarre del alfa y retrocedí tomando al pequeño Nataniel entre mis brazos, quien lloraba aterrado por el forcejeo anterior, el pequeño bebé se aferra a mi pecho con su pequeño rostro, donde podía escuchar los acelerados latidos de su “madre”.
—Yo... Iré a mi habitación —dije sin ningún tipo de emoción en mi voz, debía de pensar muy bien mis movimientos, Max podría mantenerme secuestrado, amarrado, drogado o cosas peores que esas, únicamente para salvar su pellejo de ese tal Darius.
El tiempo en mi habitación fue más que rápido, Maximiliano tocó mi puerta y me pidió que bajáramos un momento, aceptando su orden y cumpliendo la con tranquilidad cargo a Nataniel, quien chupaba el chupete que le dio Max. Bajé a la sala, apenas fueron unos minutos en los que había estado en mi habitación, y así de pronto Maximiliano cambió de actitud, volviéndose serio, frío, no me miraba a los ojos. ¿Qué le había pasado en ese tiempo?, al bajar el último escalón me di cuenta.
“Si tan solo él no se fijara en mi …“
Un hombre bien vestido, de traje y cabello negro nos esperaba de espaldas al inicio de las escaleras, ¿quién era?, la pregunta era más que obvia, para cualquiera que se encontrara en mi situación.
—Bienvenido señor.
—Maximiliano, sabes que es un placer venir a visitarte, después de todo somos “hermanos” —La voz del desconocido era profunda y áspera, hasta lograba tener un efecto muy raro dentro de mí, provocaba que mi garganta se secara y me quemara al pasar aire por ella.
—Lo sé y lo mantengo en cuenta, espero que puedas a acompañarnos a cenar.
—¿No es muy temprano para eso?
—No es mi culpa que hayas decidido llegar inesperadamente, más temprano de lo que decía la carta, Darius… —La respiración se me cortó, el hombre que estaba delante de nosotros, era ese perverso ser, por el cual Max tenía tanto miedo.
“El miedo congela, y antes de que reacciones, estás cenado con el verdugo.”
Comments (0)
See all