Uno de los gemelos llevaba un mandoble, el cual alzó en lo alto, hubiera sido una buena defensa de no ser porque le costaba moverlo. Él ni siquiera lo notó, sólo sintió como su brazo derecho se entumia de dolor, cerca de la axila. El mandoble ya no pudo sostenerse en sus manos y cayó pesadamente detrás de él, cayendo sentado contra el arma y tirándose al suelo mareado por la punzada.
―C-cuidado, Bobine ―Dijo entre quejidos.
―¿F-filler? ―El otro llevaba una espada corta y temblaba como gelatina« ¿Qué es ese brillo? ¿Acaso es una espiritista? ―pues pudo ver como Pi era rodeada por un aura con pequeñas puntas zigzagueantes. Ésta saltó como rayo y él dió un tajo horizontal, pero Pi pasó por debajo de su hoja y golpeó con la punta de su florete la parte interna de su pierna derecha, cerca de la entrepierna. Cayendo al instante del dolor.
Li quedó asombrado, ya la había visto en las prácticas, pero jamás se imaginó verla en un combate real mucho menos con ese intento de arma.
Pi se levantó al tiempo que ese costurero caía aturdido por el punzante dolor. Sin embargo, ésta no notó a otro costurero saltar desde el techo armado únicamente con sus afiladas manos. Era una pequeña de pelo rojizo-purpúreo, éste le cubría un ojo y tenía la parte de atrás levantada. Pero algo la golpeó tan fuerte que fue a impactar contra una de las cazas del otro lado.
―¡Dé! ―Gritaron los gemelos adoloridos.
―¿Li? ―Pregunto Pi sorprendida.
―¡Deberías prestar más atención a tu entorno, y no sólo a quien tienes enfrente!― Dijo su hermano golpeándola en la cabeza. El par de gemelos, por su parte, se arrastraron hasta aquella niña costurera.
Al instante aparecieron los tres que quedaban, dos de ellos portaban unas enormes hachas de guerra, uno era rechoncho de cabello azúl, pelos en punta y con ojos ovalados. El otro era muy alto, de pelo largo, amarillo, atado en un moño alborotado y con un fleco del lado izquierdo, tenía extremidades inusualmente largas y ojos afilados. La de en medio, ligeramente detrás de los otros, traía una espada de esgrima: su mango era un paralelepípedo delgado, la cazoleta era una pirámide de cuatro lados y la hoja un romboide alargado. Era perfectamente blanca como la ciudad de Matenas. Ella tenía un mechón de pelo morado cubriendole el ojo derecho, y la parte de atrás levantada, igual que la pequeña que Li había mandado a volar. Sus dientes eran afilados y chuecos, con ojos amarillos y burlescos. Traía una capa que sólo cubría la parte superior del cuerpo. Y un vestido con corte en la pierna derecha.
Sus compañeros le miraban, y ella solo sonrió con una mueca desolada, ansiosa y pervertida. Eso bastó para que sus compañeros entendieran y se lanzaran contra Pi y Li.
―¡Yo me encargo de la de enmedio! ―gritó Tetra al tiempo que se cubría de aquella aura pero con las puntas más largas y saltaba entre los dos secuaces, con una velocidad tal, que parecía haberse teletransportado―¡Espera! ¿que! ―El caballo apenas pudo reaccionar, al igual que los otros dos costureros, a los cuales Pi había dejado atrás, acercándose a la jefa en un abrir y cerrar de ojos. Pero a pesar de su rapidez la líder pudo desviar el ataque que iba dirigido a su tráquea, curvando la varilla del florete hacia un lado.
La sorpresa que les había generado la velocidad de Pi no duró mucho para los secuaces, pues rápidamente tomaron confianza al ver que esto no afectaba a su líder y voltearon contra Li hambrientos de sangre.
El florete fue retirado de golpe.
―¡Hum!... creía que serías un buen rival, pero sólo eres rápida ¡ki ki ki!.
Pi estaba sorprendida, pero emocionada. Retrocedió, y avanzó con una estocada dirigida al ojo descubierto, pero la costurera hizo que chocaran puntas, deslizó su hoja por la varilla del florete intentado devolverle la intención de dejarla tuerta. Pero ésta pudo inclinar la cabeza y solo le hizo un rasguño en la mejilla.
―No lo entiendes ¿verdad? ―Dijó la líder sonriendo, pero Pi la interrumpió haciéndose para atrás.
Li esquivaba los ataques como podía, pero dos eran demasiados. Las hachas caían a diestra y siniestra, justo cuando esquivaba una, la otra caía en esa dirección, y si no era en vertical lo era en horizontal. Entonces escuchó a Pi.
―¡Auch, auch, auch, auch! ¡Arde! ¡Haaaaaag! z
―¡Kia, kia, kia, kia, kia, kia! ¿La nena nunca se había lastimado? ―Pi tenía lágrimas en los ojos pero se veía más bien molesta con el rostro rojo como tomate.
―¡Claro que no! ¡Me he lastimado muchas veces! ―Lo dijo como si fuera algo de lo cual estar orgulloso, pero sólo provocó que la costurera riera a carcajadas. Sin embargo fue interrumpida por un fuerte golpe en el suelo que las hizo tambalear
―¿Qué fue eso? ―Dijo la mujer mientras Pi ya se había abalanzado contra ella.
Li había dado un golpe en el suelo con todo su cuerpo. Los dos costureros no pudieron mantenerse en pie y cayeron desequilibrados. Inmediatamente se pusieron en guardia, pero ‘este ya no estaba, y sin importar a donde voltearan, él no se encontraba en ninguna parte.
―¿Dónde está? ―Dijo el de pelo azul.
―¡Y a mi que me preguntas, Boufe!
―¡Maldición, Acrocher! ¡Ve a buscarlo!
Li había subido a un tejado donde se encontraban unos forjadores escondiéndose, al principio iban a gritar, pero conocían al par de hermanos; sin embargo eso no los tranquilizó sino sólo provocó que se preocuparan por ellos. Intentaron persuadirlo de que se escondiera… no podía.
Éste no necesito esperar mucho tiempo pues el alto había salido en su búsqueda y Boufe se quedó solo y de espaldas a él. Brincó, pero en eso escucho el grito de Pi, al voltear lo que vio lo desconcentro y cayó de cabeza sobre el secuaz.
Pi había intentado atacar, está vez el ojo cubierto, confiando en que no lo vería venir. Pero la costurera fue más rápida, usó su propio brazo para desviar el florete, perforando el de la mateniense con su mano. Además avanzó un paso y encajó su pie en la pierna izquierda de ésta, pero Pi logró detener su mano derecha: impidiéndole usar la espada.
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