Primero van las bragas,
de los pies a las nalgas.
En cuello de camisa,
mete sólo la cabeza.
Y tus brazos y manos van,
dónde las mangas están.
A la cintura viste pantalón,
o una falda y cinturón.
Usa medias en los pies,
y zapatos, más no al revés.
En algún lugar en una caverna a miles de kilómetros bajo tierra una vieja criatura, sentada en un trono y de figura encorvada tejía hilos, pero no eran hilos cuales quiera. Una intensa luz roja emanaba de su marchita mano derecha. La piel de la criatura era oscura con vetas de tonos morados y verdes pardos pero con un brillo como el cristal. Su brazo tenía una rajada del largo del mismo de donde brotaba su sangre, pero ésta no caía por acción de la gravedad, sino que avanzaba a hasta la mano donde era hilada para crear aquellas cuerdas.
―Aún es tiempo para que te detengas… mi pequeño, Saba. ―Dijo otra criatura en la oscuridad, pero su piel negra brillaba igual que la del anciano.
―Finalmente ―dijo con fragilidad― está a punto de comenzar… Al fin seré libre de esta prisión de huesos y sangre… Sólo me falta una cosa… El sable del miedo.
Eridia, un mundo lleno de criaturas y reinos de tan variadas formas y colores como oficios. Cada especie, de cada reino dedica su vida a una labor específica propia de su especie: Los costureros cosen, Los forjadores forjan, los mateniences calculan, los caolines fabrican arcilla, y un sin fin más. Cada reino colabora para suplir las carencias de los demás, sin embargo los celos existen.
La vida de cada ser parece estar destinada a la labor de su reino, atada a su oficio. Pero existe un arte tan maravilloso como peligroso, el espiritismo: el arte de pactar con espíritus para usar su poder tanto para el beneficio de los reinos como de su destrucción.
Una leyenda se recupera de viejos cuentos, una espada capaz de infundir miedo en el corazón de quienes osan enfrentarla.
En Matenas una canción sobre vestirse era entonada con suavidad y un poco de melancolía, por una muchachita de quince años, casi aún una niña, mientras se vestía. Pero al terminar, tenía los zapatos volteados, sus calcetas amarillas guangas, su falda, verde levantada: mostrando parte de su ropa interior que estaba al revez, su suéter amarillo de cuello en V al revés y el moño rojo que sostenía su coleta de lado. Sin mencionar su desaliñado cabello rosa. Ella era de tez blanca, cabeza literalmente esférica, ojos grandes, triangulares y con un brillo azul.
―¡Ay pelotita! ―Una dulce voz se escuchó al final de las escaleras. Era su madre, más alta, de ojos curvos y amarillos, que emanaban una intensa calidez. Llevaba un suéter arremangado de cuello de tortuga, color crema y unos pantalones cortos tintos, además de un pelo rosado y muy corto.
La joven madre ayudó a su hija a vestirse correctamente cantando la misma cancioncita.
Al salir de su casa, se dirigió a su derecha, hacia la plaza principal de Matenas; un reino amurallado, cuya principal aportación son los físico matemáticos. Justo frente a ella se erguía el capitolio; un edificio alto blanco con unas cuantas ventanas largas. Y exhibía unos altos y alargados diamantes dorados dentro de gigantescas vitrinas. Ella venía del sur, la zona residencial, de casas cúbicas. Al oeste de la plaza, se encontraba el distrito comercial, de edificios igualmente cúbicos. Y al este, la universidad, a donde ella se dirigía acompañada, pero a la vez sola, de sus compañeros que la ignoraban. El resto de mateniences, a diferencia de ella y su madre, eran rectilíneos, de actitud estirada y muy serios.
El complejo universitario abarcaba todos los niveles educacionales. Pero las clases universitarias se impartían dentro de un icosaedro que se encontraba en el interior de un dodecaedro de cristal, que partía la luz en múltiples colores. Sin lugar a dudas, el orgullo del reino.
Las lecciones avanzaron con normalidad y como tal, ella se iba durmiendo un poco más con cada una de ellas. Fue en la última clase, de física aplicada, que la maestra, una mujer joven, alta delgada y de cabeza piramidal, se hartó. Con el remanente de una tiza golpeó en la cabeza a la muchachita y logró despertarla a duras penas.
―¡Señorita Pi! ―Pero esta seguía amodorrada― ¡Tetra Pi! ¡Despiértese de una vez!
―¡Eh?
―¿Cuál es la velocidad del péndulo según la fuerza aplicada? ¡Responda!
Pi, miró al pizarrón y respondió todavía dormida.―Dos metros por segundo al cuadrado…
La maestra enfadada habló entre dientes― C… Correcto. ¡No importa lo buena estudiante que sea! dormir durante la cat ―Pero antes de poder terminar, la campana sonó.
Eso tuvo un efecto revitalizante, pues Pi despertó de golpe y como una persona totalmente diferente se levantó de su lugar y comenzó a saltar bajando por los escritorios escalonados de sus compañeros, dejándolos visiblemente molestos o asustados. Al llegar al piso, salió disparada alegremente por la salida sin que su maestra pudiera hacer nada para detenerla.
Las clases eran muy pesadas y estas terminaban cuando el sol comenzaba a pintar el cielo de naranjas y rosas. La joven Tetra Pi, corría animada, casi desesperada, pero no hacia su casa, sino a la salida del reino, que se encontraba a un lado de ésta. Matenas se situaba sobre un pequeño montículo y sólo tenía dos entradas en la enorme muralla: una grande, con rampa, para el distrito comercial y una pequeña con unas largas escaleras en las cuales Pi saltó para deslizarse por la barda que servía de pasamanos.
―¡Señorita Pi! ¿Cuántas veces le tenemos que decir que no está permitido hacer eso! ― Gritó uno de los dos guardias que protegían la entrada. Pero esta no hizo caso.
Al final de dichas escaleras se encontraba un caballo, pastando, el cual apenas pudo reaccionar cuando escuchó a Pi gritar
―¡Hermanito! ―Para entonces ya estaban rodando por el pasto riendo alegremente.
«Ella es nuestra pequeña hija. Puede que a veces te parezca una niña melancólica, pero en realidad es muy alegre y juguetona… Aunque algo torpe e inocente. Desde pequeña sus compañeros la han ignorado y eso la lastimo mucho. ¿Sabes a qué me refiero verdad? »La madre de Pi pensaba mientras veía a su hija corretear con aquel caballo.« Tú sabes cómo son los mateniences… Siempre han sido así, No es que sean crueles, sólo que son… fríos e indiferentes. Siempre han tratado a mi familia de esa manera »Guardó un breve silencio en su mente y continuó.« No todos son así, tú nunca fuiste como ellos… Y ella se parece tanto a tí… ¡Mi querido Tria Medes! No sabes cuanto te extraño… Ella está creciendo muy rápido… Muy pronto saldrá al mundo… Y yo tan sólo puedo preocuparme »Inconscientemente se agarró fuerte del brazo de uno de los guardias de la entrada principal» Al menos… Siempre tendré estos preciosos momentos.
―Señora Ico, ¿Cuántas veces se lo debo repetir? ―Interrumpió el guardia apenado. Ico le soltó de inmediato y respondió nerviosa.
―¡¡¡S-sí!!! ¡¡¡Perdón!!!
« Pi »Continuó mientras bajaba las escaleras« ¿Crees poder soportar este mundo?
Comments (3)
See all