―¡Ki ki ki ki! Te lo dije, no estás entendiendo las cosas. ―La sangre que salía de la herida en su pierna y brazo se sentía incluso más caliente que el ardor de las llamas.― Mis extremidades son mis armas favoritas, ¡Soy Coud la alfiletera! ¿Te habrás dado cuenta del porqué? ―Pi mantenía la mirada agachada.
―¿Por qué?
―¡Kia kia kia kia kia! ¡De verdad que eres tonta! y me extraña que no estés chillando, ¿Acaso no procesas lo que está pasando? ¡Eso explica tu pregunta! ―Su tono era altanero, egocéntrico y sumamente burlesco.
―¡¡¡Pi!!! ―Li se había levantado pero Acrrocher, el costurero de pelo aramillo, se le montó y puso su afilada mano sobre el cuello de éste.
―Chi chi chi. Si te mueves tú también serás atravesado, y yo no tengo las manos tan afiladas como Coud ¡Pero eso lo hará más doloroso! ¡Chi chi chi chi! ¡Ahora levántate! ―Éste hizo caso, pero el costurero rechoncho estaba inconsciente. Su captor sólo pudo maldecirlo y repetir su amenaza.
―¿Por qué… molestas… a los forjadores?
―¡Oh! eso es diferente. ¡Ki ki ki! ―Coud forcejeaba intentando zafarse del agarre de Pi, pero era demasiado fuerte en comparación.
―¿Sabes lo que es el destino? ―Pi no respondió― El destino es aquello que se nos impone como nuestro fin o nuestra razón de vivir. ¿Sabes cuál es la razón de vivir de los costureros?... Coser… Tan sólo eso… coser cosas, telas, ropa, cojines, ¡Colchas! ¡Peluches! ¡Hacer malditos bordados! ―Coud comenzó a deslizar su mano izquierda por la herida de Pi queriendo liberarse, pero Pi hacia lo contrario encajandoselo aún más.― ¿Tienes idea de lo frustrante que es eso! ¡Yo de verdad odio pasar los días sentada en una asquerosa habitación caliente, entre hilos y telas que absorben tu voz y hasta tus pensamientos! ―su voz comenzaba a quebrarse― No quería esa vida, ¡La detestaba! Y no era la única… ¿Pero qué podía hacer?... Los costureros tenemos las manos y pies muy afilados, por lo que es lógico que sólo podamos usarlas para coser ¿No?... ¿Acaso no podía usarlas de otra forma? ¿Estaba condenada a esa vida por nacer así? ¿Por más que la odiara?... La respuesta vino cuando sin querer corte con mi mano a un cliente… Vi su sangre brotar y la vi resbalar por mi mano, entonces fue cuando sentí… ¡Náuseas!
«¿M-mi… destino? ¿Cuál es mi destino? »Por la mente de Pi comenzó a pasar toda su vida en Matenas, todas esas horas de aburrimiento, todo ese desprecio que le daban sus compañeros, esa soledad que estrujaba su corazón.
―¡Fue maravilloso! ―continuó Coud, su voz se había mezclado entre un sollozo y una risa nerviosa― ¡Por fin había sentido algo distinto! Algo nuevo, ¡Algo que me revolvía el estómago y me hacía palpitar el corazón al mismo tiempo! Había hecho algo distinto con mis manos. No pude siquiera contenerme… ¡No sabes que alivio senti! Y así lo entendí: mis manos podían hacer más, ¡yo podía hacer lo que quisiera!
«Hacer lo que quisiera… ¿Qué quiero yo? «Pi comenzó a experimentar una sensación de vacío, al oír el relato de Coud. Recordó los momentos en que realmente se divertía: las prácticas de esgrima, jugar con Li, visitar otros reinos y conocer a nuevos seres.
―Y lo que quería era sentir de nuevo esa emoción, ese calor deslizarse en mis brazos, volver a oler ese hedor cobrizo… Para volver a experimentar esa libertad debía… ¡Debía cortar, perforar, navajear, apuñalar, descuartizar! Así lo siento ¡Así lo sienten mis manos! ¡Es lo que mi corazón me grita! ¡Hazlo, hazlo, hazlo! ¿Lo entiendes!
― Sí ―Dijó Pi muy calmada, todos quedaron estupefactos, sobre todo Li, quien comenzó a sentir un escalofrío por la espalda.― Sí lo entiendo, ¡Porque es justo lo que siento ahora! ―Ésta alzó su mirada para ver a los ojos a Coud, que no estaba preparada para ver algo así: Pi tenía una gran y alegre sonrisa, sus ojos le brillaban con una felicidad infantil que le impactó. En ese instante, Pi le golpeó la cara con su frente, está retrocedió y Pi pudo liberar su brazo derecho. Deslizó su mano izquierda para arrancarle la espada, pero permaneció aún con su pierna atravesada.
Li aprovechó que el costurero se quedó anonadado, lo arrojó de su espalda y le dió una doble patada en el estómago.
Pi tenía la espada geométrica y a Coud en el suelo. Ésta abrió los ojos y la miró, ya no sonreía, pero sus ojos aún le brillaban.
―Siempre odie la idea de terminar viviendo en matenas, y de convertirme en uno de ellos para que dejaran de ignorarme ―La tristeza se veía claramente en su mirada.
―¿Entonces lo entiendes, verdad? ―La voz de Coud se quebraba y parecía estar a punto de gritar.
― Sí. ―Coud intentó zafar su pierna, pero Pi giró la suya doblando su rodilla lo que la hizo caer de dolor. A ambas les latía el corazón frenéticamente. Pi soltó una ligera risita.― Entiendo como te sientes… ¡Saldré de aventuras y haré amigos! ¡Muchos amigos! ¡Cientos de amigos! ―La mente de Coud comenzaba a confundirse. La mateneince agregó― Así ya no estaré… Sola… C-conmigo― Alzó la mirada y con ternura le dijo― Pudimos haber sido amigas…
Li golpeó al costurero en el estómago, aún en el aire, y salió volando por encima de las casas. Desesperado, dio media vuelta, pero no pudo ni siquiera tensar los músculos para correr, cayó al suelo como si se hubiera debilitado instantáneamente. Intentó llamar a su hermana, pero sólo salió un gemido muy débil. El miedo comenzó a recorrer su espalda, sintió un hueco en la panza que subió hasta sus ojos y empezaron a lagrimear, intentó sofocarlos inútilmente cerrandolos y rechinando los dientes.
Pi había alzado la espada, dejando descubierto su tronco, Coud tenía la vía libre. Su brazo le tembló su mente le gritó ¡Hazlo, hazlo, hazlo!... Pero no pudo… Tetra había perforado su corazón y Coud yacía muerta frente a ella.
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